Demencia

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Ranma ½ no me pertenece.

Mas en momentos de desasosiego quisiera ser como Rumiko y portarme mal con los fans.

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Fantasy Fiction Estudios presenta

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El año de la felicidad

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Demencia

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Akane se cambió de mano las bolsas de compras, giró la cabeza y su hijo ya no estaba. Giró la cabeza al otro lado, pero Kenji tampoco estaba ahí. Dio la vuelta completa y nada. Miró alrededor, la gente iba y venía caminando por el centro comercial, charlando, riendo. No había ni rastro de Kenji.

Un miedo helado se le extendió desde el pecho hacia todos los miembros.

—¡Kenji! —llamó con voz preocupada.

—¡Kenji! —repitió, esperando que el niño llegara corriendo desde cualquier parte diciéndole que quería un juguete.

Nada.

Nada.

Nada.

Su hijo no era un niño tan pequeño, sabía que no tenía que alejarse sin más sin decirle nada. Sabía que siempre tenía que quedarse junto a ella. Sabía que si por alguna razón se perdía tenía que acercarse a un guardia del centro comercial y esperar a que un adulto llegara a recogerlo.

Desesperada, Akane corrió a interceptar a un guardia y le contó la situación. El hombre se comunicó por radio con sus compañeros, pero ninguno tenía a un niño perdido. Akane esperó allí unos minutos, por si la situación cambiaba, pero nada pasó. Dejó allí olvidadas sus bolsas de compras y corrió a preguntarle a cada persona si no había visto a un niño de determinadas características; fue volviendo sobre sus pasos por si Kenji había vuelto a entrar a alguna de las tiendas.

Nada.

Nada.

Nada.

Akane estaba alterada, reprochándose todo. Solo le había soltado la mano unos segundos para acomodar las bolsas, solo un momento, apenas durante un pestañeo. Quería morirse por ser tan descuidada, pero no podía flaquear, debía seguir buscando.

Por fin, después de correr de un lado al otro, tuvo una pista. Alguien creyó ver al niño, pero no iba solo, iba de la mano de una mujer china de cabello muy largo, con el vestido ajustado.

Shampoo.

Akane mascó ese nombre y después lo escupió.

La persona indicó hacia dónde los había visto salir.

Con pasos de gorila, los mismos que daba cada vez que se enojaba de verdad, Akane recorrió el camino hasta una de las salidas del mall, dobló la esquina y siguió andando, cegada por una furia que no había sentido ni siquiera en sus años adolescentes, este era un fuego que la quemaba hasta hacerla explotar de rabia por todos los poros.

Los vio unas calles más adelante. La china llevaba al niño de la mano a paso rápido. Akane no entendía qué quería lograr con aquello, pero tampoco estaba en un momento para ponerse a reflexionarlo, veía todo frente a ella de color rojo.

—¡Kenji! —gritó con todas sus fuerzas.

El niño volteó a mirarla y gritó «¡mamá!» no asustado, sino más bien fastidiado de que aquella señora loca lo hiciera andar de esa forma y lo hubiera sacado del centro comercial justo cuando le iban a comprar algo.

El año de la felicidad parte 1 (capítulos 1 al 200)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora