Caída

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Ranma ½ no me pertenece.

Mas en momentos de desasosiego quisiera ser como Rumiko y portarme mal con los fans.

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Fantasy Fiction Estudios presenta

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El año de la felicidad

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Caída

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Dos pequeñas figuras de color blanco, brillando por el sol, cruzaron por el espacio entre un módulo y otro, impulsándose con las manos, abarcando con osadía el vacío exterior hasta alcanzar el otro lado. Se habían arriesgado a salir, sin tener cuerdas o SAFER, para rodear un bloqueo provocado por el aplastamiento de los módulos más cercanos a la manga espacial.

El primero en alcanzar el otro lado se sostuvo con una mano de una de las barras dobladas y chamuscadas, y estiró la otra para atrapar a su compañero, que se había lanzado tras él. Juntos volvieron al interior de la estación por un agujero en la pared. Dentro había contraste entre luces y sombras, chispazos mudos de los cables cortados y paneles con cortocircuitos, escapes de gas como trampas mortales aparecían inesperadamente, amenazando con empujarlos contra las paredes o hacia el exterior, porque habían aberturas que iban desde finas rendijas donde se asomaban los colores de la Tierra, hasta agujeros más grandes del tamaño de un hombre, que dejaban entrar la intensa luz del sol.

Los trajes espaciales cruzaban de las sombras a la luz, de la luz a las sombras, dentro de lo que antes había sido su hogar por meses, y ahora se había convertido simplemente en un cascarón vacío y silente.

Alcanzaron el módulo de control, que por suerte se encontraba en la sección menos comprometida de la estación tras la explosión, sin daños notorios. Se abrieron paso entre los papeles y los equipos que flotaban, empujándolos con las manos, y llegaron a los asientos frente a los monitores. Irvin McGray tecleó rápidamente y alzó el puño en alto, celebrando que todavía los sistemas estaban funcionando. Ranma Saotome asintió dentro del casco y levantó también su puño, regresó por donde habían llegado y comenzó por cerrar la esclusa que daba a la sección más dañada, que sufría de agujeros en las paredes y grave daño estructural. Luego, no se detuvo, siguió cerrando esclusa tras esclusa, aislando un módulo de otro de manera independiente, hasta que cerró la última, y ambos se quedaron encerrados en el módulo de control. No sabían el tiempo que demorarían en corregir la órbita, pero debían asegurarse de que en caso de llegar a calentarse el exterior por la caída en la atmósfera, el calor no entrara allí de inmediato y no fueran incinerados al instante, sino que tuvieran tiempo de trabajar hasta el final.

Pero cerrar las puertas significaba que tampoco podrían volver al transbordador. Era una promesa, una señal de determinación, que se quedarían a cumplir con su misión.

El año de la felicidad parte 1 (capítulos 1 al 200)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora