Entrenamiento del guerrero perfecto

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Ranma ½ no me pertenece.

Mas en momentos de desasosiego quisiera ser como Rumiko y portarme mal con los fans.

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Fantasy Fiction Estudios presenta

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El año de la felicidad

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Entrenamiento del guerrero perfecto

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Ranma meditaba. El sol caía con un tímido rayo en el centro del dojo. Las piernas cruzadas, las manos en posición de loto, los ojos cerrados, la trenza cayendo delante de su hombro. Aspiró y exhaló. El rayo de sol se había movido un poco, rozando su rodilla.

Con los ojos cerrados se inclinó hacia adelante, apoyó con fuerza la mano sobre el piso y de un salto se puso de pie. No alcanzó a incorporarse y tuvo que dar un paso atrás porque pudo ver —como si fuera real y a pesar de tener los ojos cerrados—, la imagen proyectada de la espada de madera deslizándose delante de sus ojos, casi rozándole la nariz. Dio un segundo, un tercer y un cuarto paso atrás, rápidamente, con los brazos relajados a los lados del cuerpo, esquivando la espada que era empuñada con firmeza. Las estocadas se hacían más veloces, también sus pies, evitándolas, los movimientos se hacían cada vez más cercanos, peligrosos, rozándole la piel. Inclinó la cabeza hacia atrás y la espada de madera rozó su cuello, en el mismo lugar donde recordaba haber sufrido un rasguño la vez que lo conoció. Sonrió. Esta vez sí lo había visto venir. Los ataques fueron más rápidos, y al mismo tiempo más rápido Ranma retrocedía, como si fuera una danza, recorriendo de un extremo al otro el dojo. Su espalda estaba cerca de topar con la pared, pero no se inmutó. Ranma dibujó una sonrisa en su rostro sobre el que caía la sombra de su flequillo; dio un salto hacia atrás y giró dándole la espalda a su rival. Apoyó un pie en la pared y se impulsó para elevarse en el aire, dando una voltereta con las piernas juntas, pasando encima del espadachín que aún tenía la espada de madera extendida en una estocada. Cayó al final a su espalda, con los pies juntos. El espadachín sin rostro, pero con un traje de kendo de colores conocidos, giró cortando una línea horizontal. Ranma ya se había agachado lanzando una patada baja que le barrió los pies y lo hizo caer de espaldas; entonces aprovechó el momento para rematar a su oponente con un codazo en el abdomen. El codo de Ranma hizo eco al golpear el piso del dojo.

Ranma se levantó con las manos empuñadas. Sus ojos seguían cerrados.

El sonido lo alertó, inclinó la cabeza, luego el torso hacia el otro lado. Las cadenas, casi tan reales como las recordaba, imágenes fantasmagóricas de su mente, cruzaron alrededor de su cuerpo. Las armas que estaban unidas en sus extremos se enterraron en la pared. Ranma sabía que con eso no bastaba para detener esos ataques y así sucedió. En seguida las cadenas se curvaron como látigos. Ranma reaccionó moviendo el cuerpo de manera diferente, más relajada, como las ramas de un árbol meciéndose suavemente con el viento. Evitó con cada movimiento el ir y venir de las cadenas que lo rodeaban, con la flexibilidad de una serpiente, o como si fuera una niña muy diestra saltando la cuerda. Las armas se desprendieron de la pared y las cadenas golpearon contra la duela del dojo con violencia, cortando el aire. Ranma dio un brinco, se agachó, bajó la cabeza, saltó, se movió inclinándose para que una de las cadenas pasara sobre su espalda, con los brazos y las manos extendidas, balanceándose con los gráciles movimientos de un artista marcial. Se agachó y giró el cuerpo. Pateó y golpeó con el reverso de la mano las armas sin ser lastimado, devolviéndoselas a su dueño. Entonces la imagen del guerrero chino avanzó con fuerza haciendo aparecer garras de las amplias mangas. Ranma respondió avanzando también, pero dando largos pasos. Se detuvo para mover su cuerpo evitando el primer corte, esta vez sin despegar los pies del piso; se movió de un lado al otro solo usando las piernas, la cintura y el cuerpo, esquivando todos los ataques. Entonces contraatacó con la mano, golpeando al chico chino por debajo del brazo, haciendo que el hueso crujiera. Y luego terminó a su rival con un puñetazo que se hundió en su rostro, haciéndolo retroceder; el largo cabello del muchacho voló por el aire siguiendo la trayectoria de todo el cuerpo hasta que chocó de espaldas al otro extremo del dojo.

El año de la felicidad parte 1 (capítulos 1 al 200)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora