El mundo sombrío (parte 3)

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Ranma ½ no me pertenece.

Mas en momentos de desasosiego quisiera ser como Rumiko y portarme mal con los fans.

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Fantasy Fiction Estudios presenta

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El año de la felicidad

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El mundo sombrío

(parte 3)

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Ranma empuñó las manos con fuerza, entrecerró los ojos, se acercó un poco más a Akane. La chica no dejaba de temblar murmurando siempre lo mismo, que no quería regresar. Al final Ranma relajó los puños; no podía, le era imposible tratar con las lágrimas de una chica. Además, no era justo, se suponía que él era el defensor de los débiles, aniquilador de demonios, guardián del plano mortal, la espada de Amateratsu Okami —entre otra docena de títulos rimbombantes— pero no podía dejar de sentirse mal, como si él fuera el villano en esa historia.

—Oye... espera... no llores, se supone que tú y yo íbamos a luchar, y...

Una fuerte melodía lo interrumpió, muy alegre y de letra empalagosa. Akane dejó de gimotear y alzó el rostro confundida, sus ojos, de los que todavía colgaban las lágrimas, se clavaron en Ranma.

—¡¿Qué?! —preguntó el chico a la defensiva.

—¿Es... —Akane ahogó un pequeño sollozo— tuyo?

La canción Moonlight densetsu, la clásica apertura de la popular serie de televisión Sailor Moon, volvía a oírse. Ranma resopló y rápidamente se tanteó la camisa escolar, luego los bolsillos del pantalón, cada vez más impaciente se sacó el maletín de la espalda y comenzó a rebuscar, metiendo la mano hasta el fondo. Al final lo dio vuelta sacudiéndolo con brusquedad. A sus pies cayó un meronpan y un onigiri a medio terminar; tres revistas de manga distintas; una lata vacía de gaseosa; otra lata sin abrir; varios papeles arrugados; un par de cuadernos, uno de ellos con las hojas dobladas a la mitad por haberlo guardado sin cuidado; muchos más papeles arrugados; un libro de texto de clases; el peligroso códex del Necronomicón que cayó abriéndose sin cuidado, ya que tenía su importantísimo cerrojo abierto; la llave del códex también cayó, y rodó junto a unas pequeñas botellas de alguna clase de agua sagrada; un par de explosivos Happodaikarin pero en versión mini, del tamaño de unas canicas; una daga de aspecto tenebroso y con una inquietante aura; el corazón amarronado de una manzana; la empuñadura de una katana, solo, sin la hoja, y de aspecto misterioso; más hojas de cuaderno arrugadas en las que se podían ver algunos dibujitos... Y al final, sobre la pila de mugre, cayó el teléfono celular, que en ningún momento había dejado de sonar tocando la musiquita.

El año de la felicidad parte 1 (capítulos 1 al 200)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora