El año de la felicidad parte 1 (capítulos 1 al 200)

Luna de miel

Ranma ½ no me pertenece.

Mas en momentos de desasosiego quisiera ser como Rumiko y portarme mal con los fans.

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Fantasy Fiction Estudios presenta

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El año de la felicidad

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Luna de miel

[continuación de Noche de bodas, capítulo 36 de esta colección]

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Salieron de la casa muy temprano, antes incluso de que Kasumi se levantara a preparar el desayuno y comenzar con los quehaceres del día. Solo dejaron una nota avisando que volverían pronto, porque a nadie le habían dicho que saldrían de viaje, y solo por la insistencia de Akane —que no quería preocupar a su padre— Ranma accedió.

Cada uno con su mochila de viaje al hombro, caminaron despacio y en silencio hacia la parada de autobús mientras las luces de la ciudad se iban apagando y el sol salía. Llegaron a la estación de trenes antes de que saliera el primer tren, con tiempo justo para desayunar.

Como recién casados que eran, no tenían dinero de sobra, pero comieron onigiris y té de lata que compraron en una máquina expendedora. Se miraban a los ojos de vez en cuando y sonreían, Akane se ruborizaba un poco sabiendo de antemano lo que significaba ese viaje, y Ranma, al verlo y comprender el por qué de ese sonrojo, parecía turbado y las palabras le salían más enredadas que de costumbre.

Fueron los primeros en subirse al tren que los llevaría hasta una ciudad muy cerca de Tokio, famosa por sus varios centros turísticos con onsen. Akane se durmió casi en seguida, dejando que su cabeza descansara en el hombro de su esposo, tan despreocupada y feliz como solo podía serlo si él estaba cerca. Ranma se movió despacio para acomodarse mejor, le pasó el brazo por los hombros y la atrajo más hacia él; Akane instintivamente se acercó a su calor y a donde latía su corazón.

Apenas salieron de Tokio el tren comenzó a cruzar áreas rurales con enormes parcelas cultivadas por las que ya andaban los campesinos haciendo su labor. Ranma vagó la vista por allí, no podía dormirse, estaba demasiado emocionado porque por primera vez hacía algo porque de verdad lo quisiera, no porque se lo hubieran impuesto, no porque fuera necesario o para saldar una deuda, no porque tuviera que reparar algo que su padre anteriormente hubiera echado a perder; no lo hacía por chantaje o por la promesa de que habría una recompensa. Solo lo hacía porque le daba la gana.

Era tan raro sentirse así de libre, por primera vez en los diecinueve años que tenía era libre y feliz. Aunque no era nuevo lo de sentirse así de feliz, básicamente desde que se casara con Akane su corazón estaba repleto de una felicidad saciante, que a la vez le daba miedo por sentirse así. ¿Y si algo malo pasaba, algo que venía a romperlo todo? No era normal ser así de feliz, no todos los días, no con las pequeñas cosas de cada día: el sentir a Akane cerca de él dormida, o escucharla levantarse para comenzar el día; desayunar juntos, hablar de los planes que tenían para el dojo; trabajar en él, reparando tablas, sacando brillo a la madera, pegando anuncios para promocionarlo. ¡Pronto harían una reapertura! Tenían todo listo, incluso algunos interesados en inscribirse a las clases. Al principio sería difícil, lo sabía, pero todo mejoraría. Y tenían tantos planes para el futuro que las manos le picaban por comenzar a trabajar en ellos.