El año de la felicidad parte 1 (capítulos 1 al 200)

Héroes

Ranma ½ no me pertenece.

Mas en momentos de desasosiego quisiera ser como Rumiko y portarme mal con los fans.

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Fantasy Fiction Estudios presenta

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El año de la felicidad

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Héroes

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Los paneles solares fueron los primeros en retorcerse como si fueran papel quemado, aplastándose contra la estructura principal. Los módulos que ya estaban dañados chirriaron dejando estelas de fuego al ir desintegrándose por trozos; el fuego entró por los agujeros abiertos comenzando a calcinar todo lo que encontró a su paso, y como una cuchilla caliente sobre la mantequilla, abrió nuevas brechas por donde escaparon estelas rojas y doradas. Las llamaradas entraron en los módulos y chocaron contra las esclusas que Ranma había cerrado, quemándolas por fuera. El metal y los componentes adosados a las paredes, se erosionaron como la arena cuando le pasa el agua encima. La pared que rodeaba la primera esclusa cedió y el metal, casi hecho líquido, se retorció. La esclusa cedió y cayó, el fuego avanzó hacia la siguiente compuerta.

Desde el exterior podía verse a toda la estación comprimiéndose, rodeada por las llamas, dejando una estela como si fuera un cometa, mientras los módulos se aplastaban unos contra otros. El transbordador, unido a la manga, de cabeza en aquel momento, quedaba resguardado del fuego, al menos por el momento, gracias a la sombra que le proporcionaba la estación; pero se estremecía en su intento de arrastrar a toda la estructura con los cohetes. La manga espacial que lo unía a la estación amenazaba con desprenderse en cualquier momento.

Los propulsores de la estación ya no necesitaban mantener la rotación estable, por el roce de la atmósfera los giros habían sido casi anulados. Usando toda la energía que les quedaba, Ranma empujó, ayudando al transbordador, intentando que la inclinación de la caída fuera menor, en una guerra por ganar terreno. A más de cuarenta mil kilómetros por hora, cada minúsculo movimiento podía alterar en miles de kilómetros el punto de impacto en la superficie; cada grado que consiguieran disminuir de la inclinación podía ser la diferencia entre la vida y la muerte de billones de personas.

—Un poco más, dame un poco más... —susurró Ranma.

Sudaba dentro del traje espacial, presionando con fuerza la palanca, tratando no solo de que la estación avanzara hacia el oriente de la Tierra para que no cayera en China, tampoco en Japón si sus planes quedaban a medio camino; sino que también intentaba que no se despedazara por las fuerzas que tiraban y empujaban en todas direcciones. Era un cálculo muy difícil de hacer, más si la única guía que tenía era el modelo que Irvin iba programando casi en tiempo real. Ambos estaban apostando, trabajando como uno solo, con apenas unos segundos de diferencia entre lo que uno calculaba y lo que el otro, con destreza, conseguía maniobrar.