En la noche

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Ranma ½ no me pertenece.

Mas en momentos de desasosiego quisiera ser como Rumiko y portarme mal con los fans.

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Fantasy Fiction Estudios presenta

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El año de la felicidad

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En la noche

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Una vieja canción estaba sonando en la radio, eso era algo que Ukyo recordaría por siempre.

Cuando comenzaron a acercarse fue más bien un juego para conocer los límites de cada uno; no era que quisieran eso, simplemente pasaba, una mano, otra mano, piel... luego más piel. Ella no era una chica de esas que usualmente se acostara con cualquiera; ella había aprendido a cuidarse y sobrevivir en los caminos, por eso aquella vestimenta y esas maneras masculinas, que hacían que se sintiera más segura. Su rudeza se encargaba de alejar a cualquiera que osara traspasar aquel escudo, y su enorme espátula barría con quien se atreviera a hacer algo que ella no había permitido.

Así la vida era fácil. La rabia contra Ranma Saotome y las ansias por recuperar aquello que le había sido robado la ayudaban a continuar cada día, eran el impulso que necesitaba cada mañana para continuar el viaje. Era sencillo avanzar estando sola.

El problema era cuando no estaba sola.

La suave canción los envolvía. ¿Quién había encendido la radio?

Konatsu insinuó un ondulante movimiento siguiendo el ritmo y ella sonrió por verlo, sus ojos brillaban más de lo acostumbrado en la penumbra del restaurante ya cerrado. Nunca lo había visto así, tan... masculino.

Qué extraño dúo hacían ellos dos, en eso comenzó a pensar Ukyo mientras sin querer tarareaba el ritmo de la canción, porque no sabía la letra. Se dio la vuelta para seguir limpiando la barra y de pronto sintió cerca de ella un calor conocido, abrigador, reconfortante, una mano de Konatsu estaba en su cintura, como incitándola al baile. Pero ella no sabía bailar.

—Señorita Ukyo...

Parecía suplicar. Odiaba que la llamara así. A veces, había otros momentos en que le gustaba, porque significaba que Konatsu comprendía bien que ella era la jefa, la que mandaba, y actuaba en consecuencia, siendo sumiso, sirviéndola y haciendo todo lo mejor posible por el negocio.

Pero algunas veces... como esa vez, por ejemplo... simplemente la fastidiaba. Era demasiado formal, había demasiada distancia entre ellos con aquellas palabras.

Ella le siguió el movimiento, le pareció cómico. Después lo siguió cuando Konatsu quiso acercarla más, y le permitió poner su boca en la suya. Sus labios se sintieron suaves y tímidos, tibios.

—Ukyo...

Eso estaba mejor. Aquella urgencia en su voz le agradaba más, era la urgencia de un hombre deseando a una mujer, y no simplemente de Konatsu que la idolatraba. Sintió que habían pasado cierta barrera al continuar besándose. Mientras se perdía en aquella sensación, en sus oídos continuaba sonando la música de la radio, la canción había terminado pero en seguida comenzó otra, que tampoco conocía pero le sonó también muy antigua.

Cuando Konatsu la recostó sobre el mostrador Ukyo pudo sentir en su espalda el calor que aún desprendía la plancha ya apagada. Sin quererlo la recorrió un escalofrío sensual que la excitó. Poder sentirse desprotegida y vulnerable por una vez, sentirse más femenina por esos fuertes brazos que la rodeaban, era nuevo para ella. Y le gustó.

Echó su cabeza hacia atrás y su cabello se desbordó por la barra, entonces Konatsu la besó en el cuello y Ukyo no pudo evitar gemir. Lo recibió encima de ella, lo sintió presionar con todo su cuerpo, un suspiro entrecortado se escapó de sus labios.

—U...Ukyo...

Ahora la voz estaba enronquecida y le sonó distinta, pero igual de maravillosa. La música en la radio no se detuvo, por momentos parecía que aumentaría su intensidad. Ukyo, extasiada con los besos, se agitó, removiéndose en aquella sensación, hasta sofocarse y sentir que caía.

Caía. Pero la música no se detuvo.

Al abrir los ojos de a poco se descubrió sola. No estaba sobre la plancha tibia, estaba en su cuarto, en el futón, y su cabello se pegaba en la frente y bajo la nuca por el sudor. Agitada después de ese sueño, quitó las mantas y se incorporó un poco, acostumbrando sus ojos a la oscuridad de la habitación.

Cuando su respiración acelerada se calmó, alcanzó a escuchar apenas el sonido de la vieja radio en el restaurante.

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FIN

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Nota de autora: Espero que les guste la historia de hoy. 

Gracias por leer. Nos vemos mañana.

Romina

El año de la felicidad parte 1 (capítulos 1 al 200)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora