El año de la felicidad parte 1 (capítulos 1 al 200)

Mentirosos

Ranma ½ no me pertenece.

Mas en momentos de desasosiego quisiera ser como Rumiko y portarme mal con los fans.

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Fantasy Fiction Estudios presenta

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El año de la felicidad

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Mentirosos

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—¡No te muevas, Ranma! Necesito dibujarte para mi tarea —exclamó Akane, deteniendo un momento el lápiz con el que hacía los suaves trazos.

—¿Falta mucho? —preguntó el muchacho con voz aburrida.

—Un poco.

Ranma dio un suspiro. Estaba en el cuarto de su prometida, sentado sobre la cama, con el brazo izquierdo un poco flexionado en alto, sosteniendo una manzana en la palma mientras apoyaba la otra mano en la cama, aguantando el peso de su cuerpo. El pequeño ventilador colocado en una esquina hacía un murmullo al girar, puesto en la velocidad más alta; del otro lado, la ventana abierta dejaba entrar la brisa de vez en cuando, que agitaba la cortina, pero no era suficiente. El verano en Tokio era tan insoportable, húmedo y pegajoso como siempre.

Ranma tenía puesta su camiseta negra, que se pegaba a su piel sudorosa, marcando los músculos de su pecho y los de su estómago. Una gota de sudor caía por el costado de su rostro.

—Tengo calor, Akane —se quejó.

—¿Aceptaste ser mi modelo a cambio de que te compre un helado o no? —le preguntó Akane.

—Sí —dijo el chico con voz apagada.

—Entonces, aguántate.

Ranma observó a su prometida, pero por encima del cuaderno sobre el que dibujaba, alcanzaba a ver solo sus ojos. No pudo ver cómo Akane se mordió los labios al observar como hipnotizada la gota de sudor que bajaba despacio por el cuello de su prometido y seguía bajando, hasta perderse en el escote de la camiseta.

—Ah... —murmuró Akane sin querer, como un gemido.

—¿Qué dijiste? —preguntó Ranma mirándola de nuevo.

—Nada, nada —Akane se aclaró la garganta—. No te muevas. Solo... un poco más.

La chica movió de nuevo el lápiz haciendo trazos rápidos, después, con la parte de atrás, se acomodó el flequillo, que también estaba sudoroso y se le pegaba a la frente.

Ranma, impaciente, movió los dedos sobre la cama.

—¿Al menos me puedo comer la manzana? —preguntó.