Sacrificio

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Ranma ½ no me pertenece.

Mas en momentos de desasosiego quisiera ser como Rumiko y portarme mal con los fans.

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Fantasy Fiction Estudios presenta

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El año de la felicidad

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Sacrificio

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Ranma golpeó el rostro de Anderson con un codazo y devolvió el brazo, dándole un fuerte puñetazo. Agarrándose a su cuerpo con las piernas retrocedió el puño ensangrentado solo para darse impulso, conectándole otro golpe, y otro, y otro más. Con la otra mano lo agarró por el cuello para que la falta de gravedad no los separara —con tanta fuerza que bien podría llegar a estrangularlo— para darle más y más puñetazos. Se escuchó como una sandía siendo aplastada por un palo. La sangre saltaba en pequeñas burbujas rojas que seguían flotando a su alrededor. Ranma continuó golpeándolo cada vez más rápido, y más fuerte; un puñetazo tras otro, apretando los dientes, con los ojos abiertos y las pupilas contraídas.

«Ranma...»

Escuchó como un susurro en su oído el llamado de la razón, en forma de la dulce voz de su esposa.

Detuvo el puño en alto. Hacía un rato que Anderson ya estaba inconsciente, con el rostro hinchado y deformado, los dientes rotos, empapado en su propia sangre. Era casi irreconocible.

Ranma chasqueó la lengua insatisfecho, no le servía que ese maldito hubiera perdido la consciencia, él quería verlo sufrir más, mucho más. Soltó su cuello empujándolo con rabia.

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Robert Brown guardó un ominoso silencio. Ranma entró en la cabina del transbordador usando una mano para impulsarse en suaves empujones, con la otra arrastraba del cuello de la camiseta al inconsciente Anderson. Lo soltó empujándolo hacia un lado como si fuera un despojo y dio una mirada completa a todo el lugar, y luego a Brown. Su mano ensangrentada dejaba caer de vez en cuando alguna pequeña gota de sangre al moverse, que dejaba una estela de pequeñas burbujas rojas flotando en el aire.

Vio a Brown atado, lastimado y con los dedos dislocados.

—¿Estás bien? —preguntó Ranma sin sonreír.

—Nunca estuve mejor —respondió Brown, en el mismo tono desafiante y confiado.

Ranma dio un largo suspiro y habló.

—Así que bloqueaste los controles del transbordador. ¿Cómo...?

—Tenía mis sospechas sobre Anderson desde hace un tiempo... —respondió tranquilamente—. Mi cuñada es de Canadá y te puedo asegurar que ese imbécil, por las respuestas que daba cada vez que le preguntaba por su hogar, era tan canadiense como el sushi. En el momento de la explosión supe que algo andaba muy mal y corrí a asegurar el transbordador. Lo conseguí justo antes de que llegara ese maldito, pero tuve mala suerte al intentar atraparlo.

El año de la felicidad parte 1 (capítulos 1 al 200)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora