Esperando la felicidad

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Ranma ½ no me pertenece.

Mas en momentos de desasosiego quisiera ser como Rumiko y portarme mal con los fans.

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Fantasy Fiction Estudios presenta

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El año de la felicidad

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Esperando la felicidad

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Nodoka Saotome, de soltera Nodoka Torii, había sido criada en una familia profundamente tradicional, con un padre cabeza de familia que dictaba todas las órdenes de la casa, las que no se podían siquiera discutir, mucho menos desobedecer. Desde pequeña había sido pulcra, ordenada, sumisa, callada, muy femenina y servil. Pasaba por las habitaciones de la casa con apenas un susurro, sin mostrar su presencia si es que había hombres presente; gracias al empeño de su madre había dominado la cocina japonesa a muy temprana edad; era educada y sabía comportarse. Cuando cumplió los dieciocho años era la mujer ideal para convertirse en el ama de casa japonesa estrella, aunque, muy a su pesar, sus padres no encontraban un candidato adecuado, y Nodoka corría el gravísimo riesgo de quedar solterona, llegar a la edad en que si no había encontrado marido los demás pensarían que era por algo, y ya ningún hombre respetable le haría una propuesta.

Ciertos hechos marcaron justo entonces la pauta del destino de Nodoka, y le permitieron a su padre forzar el matrimonio inmediatamente y así librarse de las habladurías. Para todos fue el final feliz de una serie de desagradables asuntos que fueron sucediéndose demasiado a prisa.

A Nodoka le hubiera gustado que todo resultara un poco más romántico. Hubiera querido, como soñaba desde niña, que un apuesto hombre amable, amoroso y muy limpio, la rescatara de su vida desabrida; hubiera deseado enamorarse violentamente, escaparse juntos y ser felices por el resto de sus días, quizá viviendo humildemente, pero siempre alimentados del amor.

Pero no ocurrió de esa manera. Muy tristemente le arrebataron la inocencia una noche de agosto, cuando volvía sola a casa después de visitar el festival con algunas amigas. Las calles oscuras, que nunca antes la habían importunado, se convirtieron a partir de ese momento en un constante tormento y recordatorio de lo que le había ocurrido. Nunca pudo ver la cara de su agresor, solo recordaba el horrible aroma a sake que lo envolvía, su voz grave, enronquecida por el alcohol y la noche de jarana, y su peso aplastante encima. También el dolor, la vergüenza, la indignación y el arrebato de furia y de miedo al mismo tiempo.

Pidió auxilio pero nadie acudió, quizá porque no querían inmiscuirse. Cuando el tipo la soltó, dejándola tirada en medio del callejón, solo pudo atinar a cubrirse el kimono rasgado para parecer decente y caminar a paso muy lento de vuelta a casa, pensando cómo podría mirar a su madre a los ojos y contarle lo que había ocurrido. Aún no asimilaba del todo el drama de la violación que había sufrido, creía estar en otro cuerpo, que eran otros pies los que la llevaban a casa, que todo le había ocurrido a alguien más.

Al entrar, con solo una mirada, su madre creyó saber lo que había pasado, y aunque sintió su corazón roto, la tan estricta educación reprimiendo cualquier arrebato de emoción que le habían inculcado no le permitió hablar. Hizo pasar a su hija al ofuro donde la instó a lavarse bien, y a no decir una palabra a nadie hasta que un tiempo hubiera pasado.

El año de la felicidad parte 1 (capítulos 1 al 200)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora