Finalmente mía

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Ranma ½ no me pertenece.

Mas en momentos de desasosiego quisiera ser como Rumiko y portarme mal con los fans.

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Fantasy Fiction Estudios presenta

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El año de la felicidad

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Finalmente mía

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La boca de Akane Tendo se abrió, susurrando una única palabra:

—Gosunkugi...

Fue como una exhalación, un susurro que ponía la piel de gallina, un silbido casi tétrico en oídos de alguien más, pero que para el muchacho fue como una cadena en llamas que lo amarrara por las costillas, por el vientre, por el torso, apretándolo, abultando aún más su entrepierna ya desesperada.

—Sí... sí, Akane Tendo... —balbuceó, encantado de sentir que ella por fin iba a poner alivio a su tormento—. Sí, por favor... Akane...

¡Oh! Nunca creyó que osar decir su nombre de aquella manera, tan directo, tan posesivamente, iba a volverlo loco, más loco aún. Él no era conocedor, pero ¿harían algo mejor por él tiernas, dulces, obscenas, sucias palabras susurradas por Akane Tendo en su oído? ¿Podrían llegar a hacerlo descargar su furiosa lascivia de una sola vez?

¿Y a ella?

—Sí, Gosunkugi, dímelas... ¡hazlo! —exigió ella con un gimoteo, como si le hubiera leído la mente.

Entonces Gosunkugi se inclinó sobre ella y buscó su oreja para decirle en secreto las más turbias fantasías que tenía con ella y quería hacer realidad como fuera. Y con cada nueva palabra que destilaba pecaminosa sensualidad —a veces burdo acoplamiento físico, picantes sensaciones mientras él movía la lengua para pronunciarlas— aquella mano salvadora se adueñaba de él y lo excitaba, lo estimulaba, lo hacía olvidarse de la línea entre la realidad y la ficción.

Qué bendita mano. Qué bendita Akane Tendo.

—Por... Kami... —murmuró Gosunkugi con voz estrangulada.

Estalló de irrealidad alrededor de esa mano.

Pero no podía terminar aún, no así, no de aquella manera tan poco satisfactoria. Necesitaba más, mucho más, le quedaban varias horas a la noche aún y él iba a aprovecharlas todas.

Imaginó de pronto una escena que le puso los pelos de punta, lo encendió y casi lo hizo temblar de temor y éxtasis al mismo tiempo. ¿Sería demasiado? ¿Estaría cruzando el límite con aquello?

—Sí, Gosunkugi. Lo que me pidas —fue el susurro de Akane Tendo.

Ella se levantó de la cama, inmaculadamente desnuda, con su corto cabello despeinado por las caricias. Lo tomó de la mano y lo hizo sentar en el borde de la cama. Él, tímido de pronto por su propia desnudez, por su cuerpo raquítico, demasiado pálido y huesudo para gustarle a nadie, se abrazó a sí mismo, cerrando las piernas, cubriéndose con los brazos, agachando la cabeza.

El año de la felicidad parte 1 (capítulos 1 al 200)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora