4: La oportunidad de Elis

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-Señor Salvatierra, ¿sabe usted que el testimonio que ha dado en esta sala es en contra de sí mismo?

-Sí señor.

-¿Y que usted está bajo juramento y que la vida de un hombre está en juego?

-Sí señor.

-¿Su testimonio es verdadero y exacto?

-Sí señor.

-¿Usted atestigua que el acusado Nicolás Castro mató a sangre fría a dos hermanos porque se abstuvieron de darle dinero?

-Me opongo. Está induciendo al testigo.

El fiscal D' Alessandro miró los rostros de los jurados y lo que vio le hizo saber que había ganado el caso. Se volvió hacia Marco Salvatierra.

-Señor Salvatierra, sé que usted necesitó mucho coraje para venir a testificar en esta sala, sin miedo y con honestidad. Ha hecho una importante contribución a la causa de la justicia y en nombre de los ciudadanos de esta ciudad quiero agradecérselo. -D' Alessandro se dirigió a Manuel Rivas. - Su turno para interrogar al testigo.

Manuel Rivas se puso de pie con elegancia.

-Muchas gracias, señor D' Alessandro.

Echó una mirada al reloj de la pared y luego se dirigió al estrado.

-Con la venia de su señoría, ya es casi mediodía. Preferiría no tener que interrumpir mi interrogatorio. ¿Puedo pedir un receso de la audiencia para el almuerzo y que se reinicie esta tarde para el interrogatorio?

-Muy bien. -El juez Isaac Mondragón golpeó con el martillo el estrado. -Este Tribunal entra en receso hasta las dos de la tarde.

Todos en la sala se pusieron de pie cuando el juez se levantó y se dirigió a la puerta del costado para ir a su despacho. Los jurados comenzaron a
dejar la sala. Cuatro agentes armados rodearon a Marco Salvatierra y lo condujeron hacia la puerta cercana al frente de la sala que llevaba a la sala de los testigos.

Inmediatamente, D' Alessandro fue atrapado por un ejército de reporteros.

-¿Querría hacer alguna declaración?

-¿Hasta dónde cree que va a llegar este caso?

-¿Cómo hará para proteger a Salvatierra cuando todo termine?

Normalmente, Jorge D' Alessandro no hubiera tolerado esta intromisión en la sala del Tribunal, pero ahora necesitaba, más que nunca, tener a la prensa de su parte y por eso dejando de lado su costumbre fue amable con ellos...

Elis Irazabal estaba allí contemplando cómo el Fiscal contestaba hábilmente a las preguntas de los reporteros. Se mostraba encantador y
cortés y resultaba difícil de creer que la escena de la mañana en el despacho hubiera ocurrido realmente.

-¿Conseguirá que lo condenen?

-No soy un adivino -Elis oyó que D' Alessandro contestaba con modestia.

-Es para eso que tenemos jurados, señoras y señores. Los jurados deberán decidir si el señor Castro es inocente o culpable.

Elis observó como Nicolás Castro se ponía de pie. Se lo veía calmo y relajado, juvenil era la palabra que se le ocurrió a Elis. Le resultaba difícil de creer que fuera culpable de todas las cosas terribles de que lo acusaban. Sí tuviera que elegir un culpable, pensó Elis, elegiría a Salvatierra El Tembloroso.

Los periodistas se habían retirado y D' Alessandro estaba conferenciando con los miembros de su equipo. Elis hubiera dado cualquier cosa por saber qué era del que discutían.

Uno de los nuevos asistentes del Fiscal que había jurado junto con Elis esa mañana dijo:

-¡Qué espectáculo! Me gustó mucho ver al viejo en acción.

-A mí también.

Elis vio como un hombre le decía algo a D' Alessandro, se apartaba del grupo que rodeaba al Fiscal y se dirigía hacia ella. Llevaba un sobre pequeño de papel manila.

-¿Señorita Irazabal?

Elis lo miró sorprendida.

-Sí.

-El Jefe quiere que le lleve esto a Salvatierra. Dígale que se aprenda de memoria estas fechas. Rivas va a tratar de despedazar su testimonio esta tarde y el Jefe quiere estar seguro de que Salvatierra no va a meter la pata.

Entregó el sobre a Elis. Ella miró a D' Alessandro. Recuerda mi nombre, pensó. Es un augurio.... Talvez está probándome, dándome una oportunidad para hacer las cosas bien y remediar el haber llegado tarde esta mañana.

-Mejor que se apure. No creo que Salvatierra sea muy rápido para estudiar.

-Sí señor -Elis se apuró.

El joven asistente cercano a Elis le preguntó:

-¿Vendrás a comer algo? Vamos a ir a Burguer King.

-Me encontraré con ustedes en cuanto entregue esto.

Elis se encaminó hacia la puerta por donde había visto salir a Salvatierra. Un agente armado la detuvo.

-¿Qué necesita, señorita?

-Oficina del Fiscal -contestó Elis con firmeza. Mostró su tarjeta de identificación-. Tengo que entregar este sobre al señor Salvatierra de parte del señor D' Alessandro.

El guardia examinó cuidadosamente la tarjeta de identificación, después abrió la puerta y Elis se encontró en la sala de los testigos. Era una
habitación pequeña, poco agradable, que contenía un gastado escritorio, un viejo sofá y dos sillas de madera. Salvatierra estaba sentado en una de ellas, con el brazo temblándole violentamente. Dos agentes armados estaban con él.

Cuando Elis entraba al cuarto uno de los guardias exclamó:

-¡Eh! No se permite a nadie aquí.

El guardia de la puerta dijo:

-Está bien. Es de la oficina del Fiscal.

Elis entregó el sobre al guardia y se dirigió a Salvatierra.

-El señor D' Alessandro quiere que memorice estas fechas.

Salvatierra la miró con los párpados entrecerrados y continuó temblando.

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La venganza viste de mujerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora