15: Record Guinness

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Alivier pensó en las palabras de Jorge D' Alessandro: La voy a sacar del camino por mucho tiempo.

De la lectura de la transcripción, Alivier consideraba que no había real evidencia contra Elis Irazabal. A menos que ella confesara, o a menos que alguien apareciera con información que probara su complicidad criminal, D' Alessandro no iba a poder hacerle nada a la joven. Contaba con Alivier para conseguir la venganza.

Las frías, y duras palabras de la transcripción eran bien definidas y sin embargo Alivier deseó haber podido oír el tono de voz de Elis Irazabal cuando negaba su culpabilidad.

Asuntos urgentes reclamaban la atención de Alivier, casos importantes que concernían a sus mejores clientes.

Hubiera sido más sencillo terminar de una vez y cumplir con los deseos de Santiago Bustamante, el juez Isaac Mondragon y Jorge D' Alessandro, pero algo instintivo hacía que Alivier Reinosa dudara. Volvió a tomar la ficha de Elis Irazabal, escribió de prisa algunas notas y empezó a hacer llamadas de larga distancia.

Le habían dado una responsabilidad y Alivier estaba dispuesto a llevarla a cabo con toda capacidad. Además sabía de las largas y cansadoras horas de estudio y de trabajo duro que se necesitaba para llegar a ser abogado.

Era un premio que demandaba años de dedicación y no iba a privar a alguien de ese derecho a menos que estuviera convencido que era lo justo.

A la mañana siguiente, Alivier Reinosa tomó su limusina para Propatria.

Había concertado entrevistas con los profesores de Derecho de Elis Irazabal, con el abogado principal de un estudio para el que Elis había trabajado durante dos veranos y con algunos de sus compañeros de curso.

Santiago Bustamante le telefoneó durante el viaje.

—¿Qué estás haciendo allí, Alivier? Tienes un caso importante esperándote. El asunto Irazabal debería ser algo instantáneo.

—Han aparecido unos pocos interrogantes —contestó Alivier cauteloso—. Volveré en un día o dos, Santiago.

Hubo una pausa.

—Me doy cuenta. Bueno, no gastes más tiempo del necesario.

Para cuando Alivier Reinosa dejó Propatria, sintió que conocía a Elis Irazabal por lo menos tan bien como ella se conocía a sí misma. Se había hecho un retrato de ella, una identidad mental armado con los datos de sus profesores de Derecho, su casera, el dueño del bar en donde Elis trabajó durante dos veranos, los miembros del estudio jurídico en donde estuvo y sus compañeros de clase. El retrato de Alivier no tenía ningún parecido con el que le había hecho Jorge D' Alessandro.

A menos que Elis Irazabal fuera la más consumada actriz del mundo, no había posibilidad de que hubiera estado mezclada en un complot para liberar a un hombre como Nicolás Castro. Alivier estaba seguro de que la joven era culpable solamente de ser demasiado crédula. Nicolás Castro eligió cuidadosamente su blanco. Escogió a alguien nuevo y desconocido para el grupo del Fiscal y el resto fue muy sencillo. El hecho de que la vida de una persona inocente fuera arruinada no había perturbado a Castro ni por un instante.

Ahora, casi dos semanas después de que tuvo esa conversación matinal con Santiago Bustamante, Alivier Reinosa se encontró enfrentado a la joven cuyo pasado había estado explorando. Alivier había visto fotos de Elis en los periódicos, pero no estaba preparado para lo que vio. Incluso ahora, con una vieja salida de baño, sin maquillaje, y con el pelo marrón oscuro empapado, era adorable.

—He sido asignado para investigar su actuación en el juicio de Nicolás Castro, señorita Irazabal —dijo Alivier.

—¡No me diga! —Elis pudo sentir que la ira crecía dentro de ella.

Empezó como una chispa y se convirtió en una llama que estalló. Todavía no habían terminado con ella. Iban a hacérselo pagar por el resto de su vida. Muy bien, ya había tenido suficiente.

Cuando Elis habló, le temblaba la voz.

—No tengo nada que decirle ¡ni ahora ni nunca! Váyase y dígales lo que quiera. Hice una estupidez, pero por lo que sé, no hay ninguna ley contra la estupidez. El Fiscal piensa que me sobornaron —hizo un gesto despectivo con la mano—. ¿Si tuviera dinero, cree que viviría así? —se le empezó a estrangular la voz—. No… no me importa lo que haga. Todo lo que quiero es que me dejen sola. ¡Ahora váyase!

Elis se dio vuelta y se dirigió hacia el baño, cerrando la puerta con fuerza.

Luchó contra la angustia, respiró profundamente, y se enjugó las lágrimas de los ojos. Sabía que se había portado como una tonta. Es la segunda vez, pensó con burla. Debería haber manejado de otra manera a Alivier Reinosa. Debió tratar de explicarle en lugar de atacarlo. Quizás así hubiera evitado que la expulsaran. Pero sabía que eran pensamientos vanos. Enviar a alguien para que la interrogara era una charada.

El próximo paso sería que le enviarían una orden para defender su causa y se pondría en marcha la maquinaria legal. Se formaría un tribunal con un panel de tres abogados que elevarían su recomendación a la Junta de Disciplina, la que a su vez enviaría su informe a la Junta de Gobernadores. La recomendación sería, una conclusión tomada de antemano: expulsión del foro. Le prohibirían el ejercicio de su profesión en el Distrito Capital.

Elis pensó con amargura: Esto tiene su parte brillante. Puedo figurar en el libro de Récords mundiales Guinness, como la carrera de abogada más corta de la historia. Se introdujo nuevamente en la bañera y se abandonó dejando que la acción del agua todavía caliente la relajara, sacándole la tensión. Muy bien, que me echen. Ya encontraré algo para hacer. Sabía exactamente qué y estaba demasiado cansada para preocuparse.

Elis cerró los ojos y dejó su mente a la deriva.
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La venganza viste de mujerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora