17: Una mezcla de risa y llanto

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Vacilante, Elis empezó a narrar los acontecimientos en la sala del Tribunal, pero gradualmente fue hablando más rápido como si todo volviera a tomar vida otra vez. Alivier estaba allí, escuchándola tranquilamente, estudiándola sin decir nada.

Cuando Elis finalizó su relato, Alivier le dijo:

-¿El hombre que le entregó el sobre... estaba en la oficina del Fiscal cuando les tomaron juramento, esa mañana más temprano?

-Pensé en eso. Y de verdad no me acuerdo. Había tanta gente ese día en el despacho y todos eran desconocidos.

-De todos modos ¿había visto alguna otra vez a ese hombre?

Elis sacudió la cabeza desconsolada.

-No puedo recordar. Pero no creo.

-Usted dice que vio al hombre hablando con el Fiscal antes de dirigirse a entregarle el sobre. ¿Vio que el Fiscal le diera el sobre?

-Bueno... no.

-¿En realidad vio al hombre hablando con el Fiscal o simplemente en el grupo que lo rodeaba?

Elis cerró los ojos por un instante, tratando de recordar la escena.

-Lo siento. Está todo tan confuso. Yo... yo no sé.

-Dice que él la llamó por su nombre. ¿Exactamente qué dijo?

-Dijo: «¿Señorita Irazabal?» y yo le contesté: «Sí», y entonces él dijo: «El Jefe quiere que le lleve esto a Salvatierra. Dígale que se aprenda de memoria estas fechas. Rivas va a tratar de despedazar su testimonio esta tarde y el Jefe quiere estar seguro de que Salvatierra no va a meter la pata».

-¿Tiene alguna idea de cómo podría saber su nombre?

-No.

-¿O de por qué la eligió a usted?

-Eso es fácil. Probablemente sabe reconocer a una idiota en cuanto la ve -movió la cabeza-. No. Lo siento señor Reinosa, no tengo idea.

-A raíz de todo esto se han acumulado muchas presiones. El fiscal D' Alessandro estaba detrás de Nicolás Castro desde hace mucho tiempo. Hasta que usted llegó, era un caso cerrado. El Fiscal no está muy contento con usted.

-Tampoco yo estoy muy contenta de mí misma. -Elis no podía culpar a Alivier por lo que tenía que hacer. Simplemente cumplía con su trabajo. Querían agarrarla y lo habían logrado. Alivier Reinosa no era el responsable. Era el simple instrumento que ellos utilizaban.

Elis tuvo el súbito e irresistible deseo de quedarse sola. No quería que nadie viera su desdicha.

-Lo siento -se disculpó-. No me siento muy bien. Me gustaría volver a casa.

Alivier la miró por un momento.

-¿La haría sentir mejor si le digo que voy a recomendar que dejen sin efecto el pedido de expulsión en su contra?

Tardó unos segundos en darse cuenta del sentido de las palabras de Alivier.

Elis permaneció muda, mirándolo a la cara, clavando la vista en sus ojos negros brillantes detrás de los anteojos de carey.

-¿Usted... usted realmente piensa eso?

-¿Ser abogada es muy importante para usted, no es cierto?

Elis pensó en su madre y su confortable y pequeño despacho de costura y las conversaciones que tenía y todos los años de estudio y sus esperanzas y sus sueños. Vas a ser abogada Elis, apurate en graduarte.

-Sí -contestó Elis.

-Si puede superar este penoso comienzo, tengo la sensación de que probablemente va a ser una muy buena abogada.

Elis le dirigió una sonrisa agradecida.

-Muchas gracias. Voy a tratar de serlo.

Repitió las palabras en su cabeza: ¡Voy a tratar de serlo!

Le iban a permitir que ejerciera la profesión. No importaba que la oficina que compartía con un miserable detective privado y con un hombre que recuperaba autos, aunque fuera pequeña y sucia. Era un estudio de abogado. Ella era miembro de la profesión y le iban a permitir que la
siguiera ejerciendo. Estaba llena de excitación. Miró a Alivier y supo que le iba a estar agradecida eternamente.

El mozo estaba sacando los platos de la mesa. Elis trató de hablar pero le salió una mezcla de risa y llanto.

-Señor Reinosa...

Con seriedad, Alivier le contestó:

-Después de todo lo que hemos pasado juntos, creo que debe decirme Alivier.

-Alivier...

-¿Sí?

-Espero que esto no cambie nuestra amistad pero... -Elis susurró-.

¡Me muero de hambre!
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La venganza viste de mujerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora