7: La Bianca negra

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Elis Irazabal no sólo estaba en las noticias de la noche, ella era la noticia de la noche. La historia de ella entregando la rata negra con el cuello roto al testigo principal del Fiscal era irresistible.

Cada canal de televisión tenía fotos de Elis al abandonar el despacho del juez Mondragon, peleando para salir del tribunal, acosada por los periodistas y el público.

Elis no podía creer en esa repentina e inoportuna publicidad que llovía sobre ella. La estaban golpeando de todos lados: reporteros de televisión, de radio y de los periódicos, hombres y mujeres. Deseaba desesperadamente alejarse de ellos, pero su orgullo no se lo permitía.

—¿Quién le dio la rata negra, señorita Irazabal?

—¿Es usted amante de las ratas?

—¿Alguna vez conoció a Nicolás Castro?

—¿Sabía usted que D' Alessandro planeaba usar este caso para llegar al cargo de Gobernador?

—El Fiscal dice que va a hacer que la excluyan del foro. ¿Usted va a pelear?

Ante cada pregunta, Elis tenía la misma poco comunicativa respuesta:

—Sin comentarios.

En las noticias de la noche del canal de televisión "Venevisión" la llamaron «Rata de funeral», la chica que había entregado una rata muerta con el color de la muerte, tal y como lo estaba su carrera. Un reportero del canal "Televen" se refirió a ella como «La Bianca Negra». En burla por la ratoncita blanca de la película animada "Bernardo y Bianca" Y en "Canal i" un comentarista deportivo la comparó con el jugador de fútbol colombiano Carlos Valderrama, que había llevado a la derrota a su propio equipo por un error fatal y la mafia le había dado muerte por ello.

En "Plaza Leiver", el restaurante de Nicolás Castro, se realizó la celebración. Se reunieron una docena de hombres que bebían y alborotaban. Nicolás Castro estaba sentado solo en el bar, en un oasis de silencio, mirando a Elis Irazabal por televisión. Levantó su vaso, la saludó y bebió.

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Los medios de información sabían que tenían una historia candente y le sacaron todo el provecho posible. Para cuando los comentaristas de televisión, los periódicos y los servicios de noticias hubieran terminado con ella, Elis Irazabal sería una broma dentro de su profesión. Sin ninguna ayuda, en cinco minutos, había destruido los tres años de trabajo que el Estado dedicó al caso contra Nicolás Castro.

Todos los abogados discutían el caso de Elis Irazabal. La mitad de ellos creían que la Mafia la había sobornado, y la otra mitad pensaba que había sido una víctima inocente. Pero no importa qué es lo que creyeran, todos coincidían en una cosa: la corta vida de la carrera de Elis Irazabal como abogada había concluido.

Había durado exactamente cuatro horas.

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Elis nació en Santa Lucía, Miranda, un pequeño pueblo, fundado a principio de la década de 1820.

La madre de Jennifer era costurera, primero trabajó para las compañías costureras que dominaban la ciudad y más tarde para las trabajadoras de los dueños de empresas de tela de alta gama. Los primeros recuerdos de Elis eran el haber crecido llena de alegría. El estado Miranda era como un libro de cuentos para niños con montañas espectaculares, bosques y parques nacionales. Cuando fue mayor pudo explorar y andar en varios lugares, subir por las montañas mas altas y hacer viajes a lugares con vistas hermosas.

Elis aprendió con su madre a escalar montañas y a coser ropa de forma impecable.

Su madre siempre tenía tiempo para estar con ella, mientras que su padre, tosco e intranquilo, siempre estaba misteriosamente ocupada y rara vez permanecía en su casa. Elis adoraba a su madre. Yenni Irazabal era una mezcla de sangre española y venezolana.

Era de estatura baja, con el pelo negro y los ojos de un negro claro.

Era una mujer compasiva con un sentido de la justicia profundamente arraigado. No le interesaba el dinero. Le interesaba la gente. Podía sentarse a hablar con Elis durante una hora contándole las injusticia que comete la gente y que ella jamas debía repetir y los problemas de la gente que acudía a pedir su valioso consejo.

Pasó mucho tiempo antes de que Elis se diera cuenta de que ella le contaba esas cosas porque no tenía nadie más con quien compartirlas.

Después del colegio, Elis iba rápidamente a la fabrica de tela para ver trabajar a su madre. Si no había mucho trabajo daba vueltas por los alrededores, oyéndola hablar de cualquier cosa.

Jamás se discutió acerca de si ella debía ir a la facultad de Derecho, era algo que simplemente se daba como seguro.

Cuando Elis cumplió quince años, empezó a trabajar con su madre durante el verano. A una edad en que las chicas tienen citas con los muchachos y salen entre ellos, Elis estaba absorbida por telas, medidas y costuras

Los muchachos se interesaban en ella, pero rara vez les correspondía.

Cuando su madre le preguntaba por qué hacía eso, le contestaba: «Son tan jóvenes, mamá». Ella sabía que algún día se casaría con un hombre importante o con visión a futuro como quería su madre.

Cuando Elis cumplió dieciséis años su padre se fue del pueblo con una muchacha de dieciocho, hija de un vecino, y la madre de Elis silenciosamente murió. Su corazón tardó siete años en dejar de latir, pero desde el momento que él supo lo de su marido se consideró muerta.

Todo el pueblo lo supo y le demostró su simpatía, lo que por supuesto resultó peor. Yenni Irazabal era una mujer orgullosa. Entonces fue cuando empezó a engordar.

Elis hizo lo imposible para consolarla pero no consiguió nada y las cosas nunca más fueron iguales.
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La venganza viste de mujerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora