100: 9:30 AM

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En el instante que el teléfono sonó, Elis lo tomó, apretándolo con fuerza.

—¡Hola!

La voz de Nicolás Castro dijo:

—Le llevo a sus hijos a casa.

Luis estaba quejándose en sueños. Miguel estaba mas tranquilo, Elis los abrazó, acunándolos dulcemente. Cuando Nicolás los trajo a la casa, ambos estaban dormidos. Cuando Elis vio el cuerpo inconsciente de sus hijos, sintió que se tambaleaba, que sudaba de angustia, casi se volvió loca. Nicolás había traído con él al médico y éste tardó media hora en convencer a Elis de que ambos niños iban a estar bien.

—Las manos de Luis van a cicatrizar —le aseguró el doctor—. Quedará una pequeña cicatriz, pero por suerte no ha dañado ni nervios ni tendones. Las quemaduras son superficiales en ambos. Cubrí sus cuerpos con aceite mineral. Vendré a verlos todos los días. Créame, van a estar bien.

Luis y Miguel estaban en cama y Elis estaba a su lado, esperando tranquilizarlos cuando despertaran. Miguel se despertó y abrió los ojos. Cuando vio a su madre dijo con cansancio:

—Sabía que ibas a llegar, mamá. ¿Le diste al hombre el dinero del rescate?

Elis asintió, sin poder hablar. Miguel sonrió.

—Espero que compre muchísimos caramelos y se enferme del estómago. ¿No sería divertido?

—Muy divertido, querido —susurró Elis—. ¿Sabes lo que vamos a hacer tu hermano, tú y yo la semana que viene? Los voy a llevar a…

Miguel se durmió de nuevo.

Horas más tarde Elis bajó al living. Se sorprendió al ver que Nicolás Castro todavía estaba allí. De alguna manera, le recordó la primera vez que se encontró con Alivier Reinosa, cuando él la había esperado en su pequeño departamento.

—Nicolás… —Era imposible encontrar las palabras adecuadas. — No… no puedo decirle lo agradecida que estoy.

Nicolás la miró e hizo un gesto con la cabeza. Elis se forzó para preguntarle:

—¿Y… y Lucio Vallenilla?

—No va a molestar a nadie más.

Entonces todo estaba terminado. Luis y Miguel estaban a salvo. Nada más importaba.

Elis miró a Nicolás Castro y pensó: Le debo demasiado. ¿Alguna vez podré pagárselo?

Nicolás Castro la miraba, envuelto en su silencio.
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La venganza viste de mujerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora