47: Llegó el dolor

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Elis y Alivier Reinosa estuvieron juntos casi todas las noches. La primera noche él la pasó en el pequeño y poco confortable departamento de Elis y a la mañana siguiente le dijo:

-Nos vamos a tomar el día para encontrarte un lugar decente para vivir.

Salieron juntos a buscar departamento y al anochecer Elis dio la seña en un edificio recién hecho. En el frente del edificio había un cartel que decía Agotados.

-¿Para qué vamos a entrar? -preguntó Elis.

-Ya verás.

El departamento que alquilaron era precioso, con cinco habitaciones; un dúplex muy bien amueblado. Era el departamento más lujoso que Elis
hubiera visto en su vida. Arriba había un dormitorio principal y un cuarto de baño y abajo un cuarto de huéspedes con su baño privado y un living con una vista magnífica de la zona este de la ciudad.

Había además una gran terraza, una cocina y un comedor.

-¿Te gusta? -le preguntó Alivier.

-¿Si me gusta? Me encanta -exclamó Elis- pero hay dos problemas, querido. Primero no creo que pueda pagarlo. Y en segundo lugar aunque pudiera, ya pertenece a otra persona.

-Pertenece a nuestra firma de abogados. Lo tenemos para visitas de importancia, les encontraremos otro lugar.

-¿Y qué me dices del alquiler?

-Yo me haré cargo. Yo...

-No.

-Es una locura querida. Yo puedo fácilmente hacerme cargo y... Quiero hacerte un regalo.

El tiempo tenía una dimensión diferente. Antes, la vida de Elis estaba dividida en horas y en citas con los clientes. Ahora, su tiempo se contaba
en los minutos que podía pasar con Alivier. Pensaba en él cuando estaba con él y pensaba en él cuando estaba lejos de él.

Elis había leído historias sobre hombres que tenían ataques al corazón en los brazos de sus amantes y por eso puso el número del médico de Alivier en su libreta telefónica al costado de la cama por si pasaba algo para poder manejarlo con discreción y que Alivier no tuviera problemas.

Elis estaba llena de sentimientos que desconocía. Nunca se había imaginado que le gustara ocuparse de la casa pero ahora quería hacer todo para Alivier. Quería cocinar para él, limpiar, ocuparse de la ropa en la mañana, cuidarlo.

Alivier había llevado una parte de su ropa al departamento y pasaba las noches con Elis. Ella permanecía acostada a su lado mirándolo dormir y
trataba de estar despierta el mayor tiempo posible, aterrorizada de perder un momento de ese precioso tiempo que pasaban juntos. Finalmente, cuando Elis no podía tener los ojos abiertos, se refugiaba en los brazos de Alivier y se dormía satisfecha y segura. El insomnio que había perseguido a Elis por tanto tiempo había desaparecido.

Cuando se acurrucaba en los brazos de Alivier, se sentía inmediatamente en paz. Le encantaba pasearse por el departamento con una camisa de Alivier y a la noche usaba su saco de pijama. Si todavía se quedaba en la cama cuando él se iba, se ponía del lado de Alivier. Le gustaba el cálido olor a él.

Le parecía que todas las canciones populares de amor habían sido escritas para ella y Alivier. Al principio, Elis había pensado que la enorme atracción física que sentían el uno por el otro iba a disminuir, pero en cambio crecía más fuerte.

Le contaba a Alivier cosas sobre sí misma que nunca antes había dicho a nadie. Con Alivier no había máscaras. Ella era Elis Irazabal totalmente
desnuda y así la quería. Era un milagro. Y compartían otro milagro: la risa. Era imposible pero amaba a Alivier cada día más. Deseaba que lo que
estaban haciendo no terminara jamás. Pero sabía que debería suceder. Por primera vez en su vida, se volvió supersticiosa. Había un café especial de Mongolia que a Alivier le gustaba. Elis lo compraba casi todos los días. Pero compraba una lata chica cada vez.

Uno de los terrores de Elis era que a Adam le pasara algo cuando no estaba con ella y que sólo se enterara leyéndolo en los diarios o por un programa de noticias. Nunca le habló a Alivier sobre sus miedos. Cada vez que Alivier iba a llegar tarde, le dejaba notas para que ella las encontrara si llegaba inesperadamente al departamento. Se las dejaba en la caja del pan o en la heladera o en uno de sus zapatos; esto le encantaba y las guardaba todas.

Los últimos días que quedaban para estar juntos transcurrieron en una alegre actividad. Finalmente llegó la noche del día antes de la vuelta de Diana. Elis y Alivier habían comido en el departamento, oído música y hecho el amor. Elis permaneció despierta toda la noche, abrazando a Alivier.

Pensaba en la felicidad que habían compartido. El dolor vendría después.

Durante el desayuno, Alivier dijo:

-Pase lo que pase, quiero que sepas esto... eres la única mujer a la que he amado realmente.

Entonces llegó el dolor.
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La venganza viste de mujerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora