26: ¿Sabes quien es el Fiscal?

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Elis se preparaba para el juicio de Darwin Opez como nunca lo había hecho antes en su vida. Permanecía interminables horas con su cliente, arrancándole cada pedazo de información. No era una tarea fácil. Desde el principio, Opez había sido truculento y sarcástico.

—¿Quiere saber cosas sobre mí, querida? La primera vez que lo hice con una mujer tenía ocho años. ¿Usted cuántos años tenía?

Elis se forzaba a sí misma para ignorar su mala voluntad y su desprecio, porque se había dado cuenta de que ocultaban el profundo miedo que tenía en su interior. Y por eso Elis insistía, tratando de conocer cómo había sido la infancia de Opez, cómo eran sus padres, qué era lo que había convertido al muchacho en ese hombre.

Durante unas cuantas semanas, la renuencia de Darwin Opez se fue transformando en interés y el interés finalmente se convirtió en fascinación. Él nunca había tenido ningún motivo para pensar en sí mismo, en qué clase de persona era o por qué.

Las preguntas de Elis lo estimulaban, despertaban recuerdos, muchos simplemente desagradables, otros intolerablemente dolorosos. Muchas veces durante las sesiones, cuando Elis le preguntaba a Darwin Opez sobre su padre, que siempre lo había castigado con crueldad, Opez le pedía a Elis que lo dejara solo. Ella se iba, pero siempre volvía.

Si antes Elis tenía una vida personal escasa, ahora no la tenía. Cuando no estaba con Darwin Opez, permanecía en su oficina los siete días, de la semana, desde la mañana temprano hasta pasada la medianoche leyendo todo lo que podía encontrar sobre asesinato en primer grado y en segundo,grado y homicidio sin premeditación y premeditado. Estudió cientos de sentencias y apelaciones, alegatos, pruebas instrumentales, recursos, anulaciones de sentencia. Estudió con atención presentaciones sobre intento y premeditación, doble riesgo, insania temporaria. Estudió las formas de conseguir reducir el cargo de homicidio o asesinato en asesinato en segundo grado.

La ley decía: La prueba de la mala intención del acusado al efectuar el asesinato de la víctima es requisito previo para condenar por asesinato en primer grado… Cuando no hay deliberación o premeditación anterior al acto, es asesinato en segundo grado.

Bueno, Darwin no había planeado la muerte del hombre. ¿Pero, creería eso el jurado?

Elis tenía que tomar una importante decisión: ¿Pondría a Darwin Opez en el estrado para declarar? Opez representaba un personaje aborrecible, pero si los jurados eran capaces de oír su lado de la historia de sus propios labios, podrían tener cierta simpatía por él. El problema era que poniendo a Darwin Opez a declarar permitiría que la parte acusadora revelara los antecedentes de Opez incluyendo el anterior asesinato que había cometido.

Elis se preguntaba a cual asistente del Fiscal elegiría D' Alessandro para que fuera su adversario. Había una media docena de ellos muy competentes, que se desempeñaban en los juicios importantes y Elis estaba familiarizada con sus técnicas.

Estaba el mayor tiempo posible en Yare II, mirando la escena del crimen en el patio de recreo, hablando con los prisioneros, con los guardias y con Darwin. Entrevistó a una docena de convictos que había presenciado el crimen.

—Aron Bardis atacó a Darwin Opez con un cuchillo — decía Elis—. Un gran cuchillo de carnicero. Usted debe de haberlo visto.

—¿Yo? Yo no vi ningún cuchillo.

—Pero debe de haberlo visto. Usted estaba allí.

—Señora, cuando el Jefe dice que no había ningún cuchillo, no había ningún cuchillo.

Ninguno de ellos quería comprometerse. Elis probó otros caminos. Había dejado todo lo demás de lado. No tenía tiempo para pensar en otra cosa. Algunas veces hacía un alto para tomar una comida decente, pero en general comía un sandwich en la cafetería en el piso principal de los Tribunales. Estaba empezando a adelgazar y a hablar tartamudeando.

Doumasr Constantine estaba preocupado por ella. La llevó a "La Charlotte" y pidió una buena comida para ella.

—¿Estás tratando de matarte? —le preguntó.

—Claro que no.

—¿Te has mirado en un espejo recientemente?

—No.

La miró detenidamente y dijo:

—Si tuvieras sentido común dejarías este caso.

—¿Por qué?

—Porque te estás poniendo en la situación de ser tratada como una estúpida. Elis, oigo cosas por la calle. Los diarios se están orinando de ganas de volver a disparar contra ti.

—Soy una abogada —dijo Elis con obstinación—. Darwin Opez tiene derecho a un juicio justo. Voy a tratar de conseguírselo. —Vio la preocupación en el rostro de Doumasr Constantine. — No te preocupes. El caso no va a tener tanta publicidad.

—¿Ah no? ¿Sabes quién es el Fiscal?

—No.

—Jorge D' Alessandro.
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La venganza viste de mujerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora