70: El aire frío de la noche

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Era oscuro cuando Elis se detuvo frente a la casa de los Reinosa. Una lluvia fina había empezado a caer, cubriendo los alrededores. Diana con un vestido largo de brocato azul le abrió la puerta, tomándola de un brazo y dándole una cálida bienvenida, haciéndole acordar a Elis la primera vez que se habían visto.

Diana se veía radiantemente feliz. Hablaba de todo poniendo cómoda a su visitante. Entraron a la biblioteca en donde había un fuego prendido.

—Todavía no sé nada de Alivier — dijo Diana—. Probablemente ha tenido un atraso. Mientras tanto, tú y yo podemos tener una agradable conversación. Sonabas muy excitada en el teléfono. —Diana parecía una conspiradora. —¿Cuáles son tus grandes noticias?

Elis miró a la mujer que la contemplaba amistosamente y habló sin detenerse.

—Voy a tener un hijo de Alivier.

Diana se inclinó en la silla y sonrió.

—¡Bueno! ¡Así que es eso! ¡Mira tú que casualidades tiene la vida! ¡Yo también voy a tener un hijo de Alivier!

Elis la miró.

—Yo… no entiendo.

Diana rió.

—Es realmente muy simple, mi querida. Alivier y yo estamos casados. Lo sabes, ¿no?

Elis dijo muy despacio.

—Pero… pero ustedes iban a divorciarse.

—Mi querida niña, ¿por qué iba a querer divorciarme de Alivier? Si yo lo adoro.

Elis sintió que la cabeza le empezaba a dar vueltas. La conversación no tenía ningún sentido.

—Pero usted estaba… estaba enamorada de otro. Usted dijo que…

—Dije que estaba enamorada. Y lo estoy. Estoy enamorada de Alivier. Te dije que me enamoré de Alivier desde la primera vez que lo vi.

Ella no podía querer decir lo que estaba diciendo. La estaba probando. Era una especie de juego tonto.

—Terminemos esto —dijo Elis—. Ustedes eran como hermanos. Alivier no hacía el amor con…

La voz de Diana sonaba risueña.

—¡Mi pobre querida! Estoy asombrada de que alguien tan inteligente haya podido… —se movió preocupada—. ¡Le creíste! Lo siento tanto. Realmente lo siento.

Elis estaba luchando por no perder el control.

—Alivier está enamorado de mí. Vamos a casarnos.

Diana movió la cabeza. Sus ojos dorados se encontraron con los de Elis y el odio que vio en ellos hizo que el corazón de Elis se detuviera por un instante.

—Eso convertiría a Alivier en un bígamo. Nunca le daré el divorcio. Si lo dejo divorciarse y casarse contigo perderá las elecciones. Y como están las cosas, las va a ganar. Después irá al Palacio de Miraflores, Alivier y yo. No hay lugar en su vida para alguien como tú. Nunca lo había. Él sólo cree que está enamorado de ti. Pero dejará todo cuando sepa que voy a tener un bebé. Alivier siempre quiso tener hijos.

Elis cerraba los ojos tratando de detener el terrible dolor en su cabeza.

—¿Puedo ofrecerte algo? —le preguntaba solícita Diana.

Elis abrió los ojos.

—¿Le ha dicho que va a tener un hijo?

—Todavía no —Diana sonrió.—Pensaba decírselo cuando llegue esta noche a casa y estemos acostados.

Elis estaba llena de asco.

—Usted es un monstruo…

—Según el punto de vista de cada uno, ¿no, querida? Yo soy la esposa de Alivier. Tú eres su amante.

Elis se puso de pie, sintiendo que se tambaleaba. Su dolor de cabeza se había convertido en un violento latido. Sentía que los oídos le zumbaban y tenía miedo de desmayarse. Se dirigió hacia la entrada con las piernas que apenas la sostenían.

Elis se detuvo ante la puerta, recostándose sobre ella, tratando de pensar. Alivier le había dicho que la amaba, pero se había acostado con su mujer y la había dejado embarazada.

Elis se volvió y salió al aire frío de la noche.
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La venganza viste de mujerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora