La venganza viste de mujer

39: Viernes a la noche

Al día siguiente del veredicto de Darwin Opez, Alivier Reinosa llamó por teléfono.

-La llamo para felicitarla.

Elis le reconoció la voz inmediatamente y la conmovió más de lo que hubiera creído posible.

-Soy...

-Lo sé -Oh Dios, pensó Elis. ¿Por qué dije eso?

No había ninguna necesidad de que Alivier supiera que ella había pensado mucho en él en los últimos meses.

-Quiero que sepa que pienso que manejó el caso de Darwin Opez en forma brillante. Merecía ganarlo.

-Muchas gracias. -Va a cortar la comunicación, pensó Elis. No lo veré de nuevo. Probablemente está demasiado ocupado con su harem.

Mientras Alivier Reinosa le decía:

-Me pregunto si le importaría comer conmigo una de estas noches.

Los hombres odian a las mujeres demasiado ansiosas.

-¿Podría ser esta noche?

Elis oyó la risa en su voz.

-Me temo que mi primera noche libre es el viernes. ¿Está ocupada?

-No -casi dijo-: Por supuesto que no.

-¿La voy a buscar a su casa?

Elis pensó en su deprimente departamentito, con su gastado sofá, la tabla de planchar colocada en un costado.

-Va a ser mejor que nos encontremos en algún lugar.

-¿Le gusta la comida de Monselo?

-¿Le puedo contestar después de haberla probado?

Alivier se rió.

-¿Le parece a las ocho?

-A las ocho me parece perfecto. Perfecto.

Elis dejó el teléfono se quedó en un estado de euforia.

Esto es ridículo, pensó. Seguramente es casado y tiene una docena de hijos.

Sin embargo, lo primero que Elis había notado la vez que comieron juntos era que Alivier no tenía anillo de casado. Esa evidencia no es concluyente, pensó con ironía. Decididamente debería haber una ley que obligara a todos los maridos a usar anillos de casados.

Doumasr Constantine entró en la oficina.

-¿Cómo está la reina de los abogados? -la miró más detenidamente-. Parece que te acabaras de tragar a un cliente.

Elis dudó antes de decirle:

-¿Doumasr podrías hacer una averiguación sobre alguien para mí?

Doumasr se acercó al escritorio y tomó una libreta y un lápiz.

-Listo. ¿Quién es?

Estaba por decir el nombre de Alivier pero se detuvo sintiéndose una tonta. ¿Qué negocios tenía ella para andar curioseando en la vida privada de Alivier Reinosa? Por Dios, pensó, todo lo que ha hecho es invitarme a comer, no pedirme que me case con él.

-Olvídalo.

Doumasr dejó el lápiz.

-Lo que tú digas.

-Doumasr...

-¿Sí?

-Alivier Reinosa. Su nombre es Alivier Reinosa.

Doumasr la miró sorprendido.

-Por Dios, no me necesitas a mí para que te averigüe nada. Lee los periódicos.

-¿Qué sabes sobre él?

Doumasr Constantine se sentó en una silla frente a Elis y juntó los dedos.

-Déjame ver. Es socio de la firma Bustamante, Guilarte, Zamora y Reinosa; facultad de Derecho de la central de Caracas, proviene de una rica familia de la alta sociedad, tiene más de treinta años...

Elis lo miró sorprendida.

-¿Cómo es que sabes tanto sobre él?

Le guiñó un ojo.

-Tengo amigos en las altas esferas. Hay rumores de que van a postular a Reinosa como Gobernador del Distrito Capital. Hay incluso alguna posibilidad de que llegue a la Presidencia del país. Tiene lo que llaman carisma.

Claro que lo tiene, pensó Elis.

Trató de que su próxima pregunta sonara natural.

-¿Qué me dices de su vida personal?

Doumasr Constantine la miró en forma singular.

-Está casado con la hija de un ex secretario de la Marina. Ella es la sobrina de Santiago Bustamante, su socio.

El corazón de Elis se hundió en la oscuridad. Así que era eso. Doumasr la miraba intrigado.

-¿Por qué este repentino interés en Alivier Reinosa?

-Sólo curiosidad.

Bastante después de que Doumasr Constantine se fue, Elis seguía sentada pensando en Alivier. Me invitó a comer como una amabilidad entre profesionales. Quiere felicitarme. Pero ya lo hizo por teléfono. ¿A quién le importa por qué? Voy a verlo de nuevo. Me pregunto si se acordará de mencionar que tiene esposa. Seguro que no. Bueno, iré a comer con Alivier el viernes a la noche y eso será el final de todo.
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