72: Escapando

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Cuando Elis llegó a su oficina, tarde esa mañana, Silvia le dijo:

—El señor Alivier está en el teléfono, señorita Irazabal. Ha estado llamando toda la mañana.

Elis dudó un momento y después contestó:

—Muy bien, Silvia. Pásame la comunicación. —Entró en su despacho y tomó el teléfono. —Hola Alivier. Felicitaciones.

—Gracias. Tenemos que hablar. ¿Estás libre para el almuerzo?

Elis dudó.

—Sí.

Había que enfrentarlo en algún momento. Era la primera vez que Elis veía a Alivier en tres semanas. Le observó el rostro. Se lo veía demacrado y agotado. Debería haber estado radiante por la victoria, pero en cambio se lo notaba extrañamente nervioso e incómodo.

Pidieron una comida que ninguno de los dos probó y hablaron sobre las elecciones, palabras que escondían lo que estaban pensando. La situación estaba resultando intolerable, hasta que por fin Alivier dijo:

—Elis… —respiró hondo y se aclaró la garganta— Diana va a tener un bebé.

Al oír las palabras dichas por él se hicieron una realidad innegable.

—¿Estás completamente seguro de eso Alivier?

—Me gustaría decir que no, pero... Diana me mostró dos pruebas de embarazo positivas, luego fuimos al médico y él lo confirmó.

—Ya veo.

—Lo siento, querida. Es… es algo que pasó. Es difícil de explicar.

—No tienes nada que explicar. —

Elis podía ver claramente la escena. Diana en un provocativo camisón, o desnuda y Alivier…

—Me siento como un idiota —estaba diciendo Alivier. Hubo un desagradable silencio y continuó—. Esta mañana recibí un llamado del jefe del Comité Nacional. Están hablando de proponerme como candidato para la próxima elección presidencial—vaciló—. El problema es que con Diana embarazada éste sería un tiempo muy malo para pedir el divorcio. No sé qué diablos hacer. No he dormido en tres noches —miró a Elis y le dijo—.Odio tener que decirte esto pero… ¿crees que podremos esperar un poco hasta que las cosas se arreglen?

Elis miró por sobre la mesa a Alivier y sintió un profundo dolor, una intolerable pérdida, que pensó que no podría soportar.

—Nos veríamos lo más frecuentemente posible mientras tanto —le decía Alivier—. Nosotros…

Elis se forzó a hablar.

—No, Alivier. Esto terminó.

Alivier la miró.

—No puedes querer decir eso. Yo te amo, querida. Encontraremos una forma…

—No hay una forma. Tu mujer y tu hijo no van a desaparecer. Tú y yo hemos terminado. Amé lo que nos pasó. Cada momento que tuvimos.

Se puso de pie, sabiendo que si no se iba del restaurante se pondría a gritar.

—No debemos vernos nunca más.

Elis no podía soportar el dolor que veía en los ojos de Alivier.

—¡Oh Dios mío! Elis no hagas esto. ¡Por favor no lo hagas! Nosotros…

—¡Basta Alivier! Es suficiente, nada de lo que digas puede borrar el hecho de que mientras me decías que me amas, te acostaste con tu mujer y la embarazaste... Si te sientes como idiota, es porque lo eres.

No quiso escuchar nada de lo que él tuviera que decirle, no tenía defensa. Se dirigió apresuradamente hacia la puerta escapando de la vida de Alivier.
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La venganza viste de mujerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora