59: Inutil saco de carne

28 3 1
                                    

Esa noche camino a casa, Elis se detuvo en un café. Cuando salía y esperaba para cruzar la calle, vio a Doumasr Constantine con una joven pelirroja muy bella, de cabello largo y lacio, ojos azules muy brillantes que se distinguían desde lejos y claras pecas que enmarcaban su bello rostro, Elis, sintió una pesadez en el cuerpo al ver a Doumasr con otra chica, el sentimiento de acidez la invadió una vez mas, vaciló indecisa y luego se volvió hacia el otro lado de la calle, para no ser vista. La vida privada de Doumasr era asunto de él.... Aunque a ella le afectara de alguna forma que no comprendía todavía.

El día que Elis tenía marcada en la agenda la entrevista con Enmanuel Arquilla, recibió un llamado de su secretaria.

—El señor Arquilla me pide que le dé sus disculpas, señorita Irazabal. Hoy va a estar en reunión todo el día. Le gustaría verla mañana a la hora que a usted le convenga.

—Muy bien —contestó Elis—Muchas gracias.

El llamado sonó como una alarma en la cabeza de Elis. Sus intuiciones no habían estado equivocadas. Enmanuel Arquilla estaba planeando algo.

—Cancela todas mis llamadas —dijo a Silvia.

Se encerró en su oficina, caminando de un lado al otro, tratando de pensar en todos los puntos de vista posibles.

Primero Enmanuel Arquilla le había dicho que ella no tenía ningún elemento para un juicio. Casi sin necesidad de persuadirlo había aceptado que le pagaría a Samanta Valverde diez millones de dólares. Elis recordaba lo intranquila que se había sentido en ese momento. Después de eso, Enmanuel Arquilla se convirtió en inalcanzable.

Primero Porto Pogza, si es que realmente había ido a Italia, y después las reuniones que le impedían comunicarse con Elis durante toda la semana. Y ahora otra postergación.

¿Pero por qué? La única razón podía ser si… —Elis dejó de pasearse y tomó el intercomunicador y llamó a Mauricio Dallas.

—Por favor Mauricio, controla la fecha del accidente de Samanta Valverde. Quiero saber cuándo se produce la prescripción.

Veinte minutos más tarde, Mauricio Dallas entraba en la oficina de Elis demudado.

—Lo perdimos —dijo—. Tu pálpito era exacto. La prescripción termina hoy.

Jennifer se sintió repentinamente descompuesta.

La prescripción era el sistema de leyes que decía: Después de cierto plazo de un incidente, se pierde la validez para demandar o culpar a alguien o a algo por delito cometido.

Es decir, al terminar el tiempo de prescripción, Elis no podría nunca jamas demandar a la Corporación Toyota Motors.

— ¿No hay posibilidad de error?

— No. Lo siento Elis. Uno de nosotros lo debería haber controlado antes. Es que… no se me había ocurrido.

— A mí tampoco —Elis tomó el teléfono y marcó un número—. Con Enmanuel Arquilla, por favor, de parte de Elis Irazabal.

Esperó lo que le parecía una eternidad y entonces dijo alegremente:

—¿Qué tal señor Arquilla?, ¿cómo estaba Italia? —escuchó la contestación—. No, yo nunca estuve… Ah, sí claro, uno de estos días… La razón por la que lo llamo —continuó con tono intrascendente— es porque casualmente hoy hablé con Samanta Valverde. Como ya le dije antes, ella realmente no desea ir a juicio, salvo que tenga que hacerlo. Así que si pudiéramos arreglarlo hoy…

La risa de Enmanuel Arquilla retumbó en el teléfono.

—Un lindo intento, señorita Irazabal. La prescripción termina hoy. Nadie va entablar demanda a nadie. Si usted quiere que nos encontremos un día para almorzar podremos hablar del veleidoso dedo del destino.

Elis trató de disimular la ira en su voz.

—Es un truco bastante asqueroso, mi amigo.

—Es un mundo bastante asqueroso, mi amiga—contestó con una risa ahogada Enmanuel Arquilla.

—No es en la forma en que juega el juego, sino si gana o no, ¿no es cierto?

—Usted es muy buena, querida, pero yo estoy en esto desde hace mucho más tiempo. Dígale a ese inútil saco de carne que tiene por cliente que le deseo más suerte la próxima vez.

Y colgó.

¿Inútil saco de carne?

Elis permaneció con el tubo en la mano. Pensó en Samanta Valverde en su casa, esperando las noticias. La cabeza de Elis le empezó a latir con violencia y una capa de transpiración le inundó la frente. Miró en su escritorio buscando una aspirina y se fijó en el reloj de la pared.

Eran las cuatro de la tarde. Tenían hasta las cinco para presentar la demanda ante la Suprema Corte.... Solo una hora.

—¿Cuánto tiempo te tomaría preparar la demanda? —preguntó Elis a Mauricio Dallas que estaba allí sufriendo con ella.

Mauricio siguió su mirada.

—Por lo menos tres horas. Quizá cuatro. No hay salida.
.
.
.
.
.
Gracias por votar ;)

La venganza viste de mujerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora