14: La desición de Alivier Reinosa

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Entrada la tarde, Alivier Reinosa estudiaba la transcripción del proceso del tribunal en el caso El Pueblo de Caracas versus Nicolás Castro. Jorge D' Alessandro se lo había enviado con un mensajero especial. Ya había pasado la medianoche cuando Alivier terminó.

Había cancelado un compromiso para comer y se había hecho llevar unos sandwiches. Cuando Alivier leyó toda la transcripción, no tuvo dudas de que Nicolás Castro hubiera sido declarado culpable por el jurado si el destino no hubiera intervenido bajo la forma de Elis Irazabal. D' Alessandro hubiera podido llevar el juicio perfectamente.

Alivier volvió a mirar el testimonio que había sido tomado más tarde en el despacho del juez Mondragon.

D' Alessandro: ¿Usted se recibió en una facultad?

Irazabal: Sí, señor.

D' Alessandro: ¿En una facultad de Derecho?

Irazabal. Sí, señor.

D' Alessandro: ¿Y un desconocido le dio un sobre, le dijo que se lo entregara al testigo principal en un juicio por homicidio y usted simplemente lo hizo? ¿No diría que eso está más allá de los límites de la estupidez?

Irazabal: No sucedió de esa manera.

D' Alessandro: Usted dijo que fue así.

Irazabal: Lo que quiero decir es que no creí que fuera un desconocido. Pensé que era un hombre de su equipo

D' Alessandro: ¿Qué le hizo pensar eso?

Irazabal: Ya se lo dije. Lo vi hablando con usted y después se me acercó con ese sobre y me llamó por mi nombre y dijo que usted quería que le entregase eso al testigo. Pasó todo demasiado rápido.

D' Alessandro: No creo que haya sucedido tan rápido. Creo que llevó tiempo el arreglarlo. Llevó tiempo hacer los arreglos para que alguien le pagara a usted para que entregara el sobre.

Irazabal: Eso no es cierto. Yo...

D' Alessandro: ¿Qué es lo que no es cierto? ¿Que usted no sabia que estaba llevando un sobre?

Irazabal: No sabía lo que contenía.

D' Alessandro: Entonces es verdad que alguien le pagó por hacerlo.

Irazabal: No voy a dejar que tergiverse lo que digo. Nadie me pagó nada.

D' Alessandro: ¿Entonces lo hizo como un favor?

Irazabal: No. Creí que estaba siguiendo sus instrucciones.

D' Alessandro: Mire, señorita, dejémonos de juegos Le hemos dado todas las posibilidades. Todo sera más fácil para usted si habla ahora

Irazabal: No tengo nada que decir.

D' Alessandro: ¿Quiere un abogado?

Irazabal: No necesito un abogado.

D' Alessandro: Señorita, usted necesita un empresario de pompas fúnebres porque yo voy a sepultarla ¿Cuánto tiempo hace que conocía al hombre que le dio el sobre?

Irazabal: Nunca lo había visto antes.

D' Alessandro: ¿Pero el la llamó por su nombre?

Irazabal: Sí

D' Alessandro: ¿Cómo conocía su nombre?

Irazabal: No lo sé.

D' Alessandro: Oh, vamos Tiene que tener alguna idea. Quizás haga una buena suposición. A lo mejor, el miró a los que estaban en la sala y dijo, aquí hay alguien que tiene el aspecto de llamarse Elis Irazabal ¿Cree que fue así?

Irazabal: Ya se lo dije No lo sé.

D' Alessandro: ¿Desde cuando usted y Nicolás Castro son amantes?

Irazabal: Señor D' Alessandro, ya hemos hablado de eso. Me esta interrogando desde hace cinco horas. Estoy cansada. No tengo nada para agregar ¿Puedo retirarme?

D' Alessandro: Sí se mueve de esa silla la haré arrestar, está en un problema serio, señorita Irazabal, hay un solo camino para librarse, deje de mentir y diga la verdad.

Irazabal: Le he dicho la verdad. He dicho todo lo que sabía.

D' Alessandro: Excepto el nombre de la persona que le entregó el sobre. Quiero saber ese nombre y cuánto le pagaron a usted.

Había cincuenta páginas más de la transcripción. Jorge D' Alessandro había hecho todo menos usar el castigo físico con Elis Irazabal. Ella había perseverado en su declaración.

En la primera evidencia parecía culpable y si lo era deberían excluirla del foro. Alivier cerró la transcripción y se frotó los ojos. Eran las dos de la madrugada.

Al día siguiente decidiría el asunto de Elis Irazabal.

Ante la sorpresa de Alivier Reinosa, el caso de Elis Irazabal no era tan fácil de decidir. Como Alivier era un hombre metódico verificó los antecedentes de Elis Irazabal. Hasta donde podía ver, ella no tenía antecedentes delictivos, así como no había nada que la ligara a Nicolás Castro.

El caso tenía algo que perturbaba a Alivier. La defensa de Elis era tan endeble y su culpabilidad demasiado obvia. Si hubiera trabajado para Nicolás, éste la hubiera protegido con una historia razonable y plausible. Así como estaba, su historia era tan transparentemente ingenua que le daba un toque de verdad.

Al mediodía, Alivier recibió un llamado del Fiscal.

-¿Cómo va todo, Alivier?

-Muy bien, Jorge.

-Entiendo que te encargas del papel de asesino profesional en el asunto de Elis Irazabal.

Alivier Reinosa se sobresaltó ante esa frase.

-Estoy de acuerdo en hacer una presentación, sí.

-La voy a sacar del camino por mucho tiempo. -Alivier se sorprendió del odio que había en la voz del Fiscal.

-Calma, Jorge. Todavía no ha sido condenada.

D' Alessandro se rió entre dientes.

-Eso te lo dejo a ti, mi amigo -su tono cambió-. Me ha llegado el rumor de que piensas mudarte muy pronto de cargo. Quiero que sepas que puedes contar con todo mi apoyo.

Que, como Alivier sabía, era considerable. El Fiscal hacía mucho que andaba en esto. Sabía dónde se enterraban los cadáveres y cómo extorsionar con esa información.

-Gracias, Jorge. Te lo agradezco.

-Encantado, Alivier. Espero noticias tuyas.

Al colgar la llamada, Alivier se quedó pensativo, decidiéndose entre el apoyo del fiscal al condenar a Elis Irazabal y el hecho de encontrarla inocente y perder su considerable apoyo para ser gobernador.
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La venganza viste de mujerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora