53: Los demonios de la noche

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Alivier Reinosa había sabido desde el principio que su matrimonio con Diana era un error. Había sido impulsivo e idealista tratando de proteger a una joven que parecía perdida y vulnerable en el mundo.

Alivier hubiera hecho cualquier cosa para no lastimar a Diana, pero estaba profundamente enamorado de Elis. Necesitaba hablarlo con alguien y decidió hacerlo con Santiago Bustamante. Bustamante siempre había sido comprensivo. Entendería la posición de Alivier.

La reunión se convirtió en algo muy diferente de lo que Alivier había planeado. Cuando Alivier entró en la oficina de Santiago Bustamante, éste dijo:

—Justo a tiempo. Estaba hablando por teléfono con el comité de elección. Quieren proponerte formalmente como candidato a Gobernador del Distrito Capital. Tendrás todo el apoyo del partido.

—Es… espléndido —contestó Alivier.

—Muchacho, tenemos mucho que hacer. Tenemos que empezar a organizar las cosas. Voy a instituir una comisión para recolectar fondos. Creo que tenemos que empezar por aquí…

Durante las dos horas siguientes, discutieron sobre los planes de la campaña.

Cuando terminaron, Alivier le dijo:

—Santiago, hay algo personal que quiero hablar contigo.

—Me temo que se me ha hecho tarde para atender a un cliente, Alivier.

Y Alivier tuvo la repentina certeza de que Santiago Bustamante había sabido todo el tiempo lo que él quería decirle. Alivier tenía una cita para encontrarse con Elis para almorzar en un restaurante en el este de la ciudad. Elis lo estaba esperando en un reservado.

Alivier entró, lleno de energía y por su expresión, Elis supo que algo había sucedido.

—Tengo novedades que darte —le dijo Alivier—. Me han pedido que sea candidato para Gobernador.

—¡Oh Alivier! —Elis estaba llena de excitación. —¡Es maravilloso! ¡Serás un gran Gobernador!

—La competencia va a ser feroz, Caracas es bastante difícil.

—Eso no tiene importancia. Nadie puede detenerte. —Y Elis sabía que era verdad. Alivier era inteligente y valeroso, listo para librar las batallas
por lo que creía. Así como una vez había ganado la batalla para ganarla a ella.

Elis le tomó una mano y le dijo afectuosamente.

—Estoy muy orgullosa de ti, querido.

—Despacio, que todavía no me han elegido. Tienes que haber oído hablar de borracheras, respuestas insolentes y equivocaciones.

—Eso no tiene nada que ver con que yo esté orgullosa de ti. Te quiero mucho, Alivier.

—Y yo te quiero a ti.

Alivier pensó en hablarle a Elis sobre la conversación que casi había tenido con Santiago Bustamante, pero decidió no hacerlo. Debía esperar hasta que las cosas se enderezaran.

—¿Cuándo empezarás tu campaña?

—Quieren que anuncie ya que me postulo. Tengo la unanimidad del apoyo del partido.

—¡Eso es magnífico!

Había algo que no era magnífico tironeando en el fondo de la mente de Elis. Era algo que no quería nombrar, pero que sabía que tarde o temprano tendría que enfrentarlo. Quería que Alivier ganara, pero la carrera de Gobernador iba a ser como una espada de Damocles sobre su cabeza. Si Alivier ganaba, Elis podía perderlo. Su consigna sería reprimir la inmoralidad y no habría margen en su vida para ningún escándalo. Era un hombre casado y, si se sabía que tenía una amante, sería un suicidio político.

Esa noche, por primera vez desde que estaba enamorada de Alivier, Elis tuvo insomnio. Estuvo despierta peleando con los demonios de la noche.
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La venganza viste de mujerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora