48: Una mente joven y fresca

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Lo indoloro era el trabajo y Elis se sumergió totalmente en él para no pensar. Se había convertido en la preferida de la prensa y su triunfo en el juicio había sido muy publicitado. Le llegaban más clientes de los que podía aceptar y aunque el interés especial de Elis eran los casos criminales, ante la insistencia de Doumasr, empezó a tomar toda clase de casos.

Doumasr Constantine se había vuelto más importante que nunca para Elis. Manejaba la investigación de sus casos y era brillante. Podía discutir con él otros problemas y siempre valoraba sus consejos.

Elis y Doumasr se volvieron a mudar, esta vez a un gran piso de oficinas en Parque Central. Elis tomó a dos jóvenes y talentosos abogados, Mauricio Dallas y Gustavo Cerrano, los dos del equipo de Jorge D' Alessandro y además otras dos secretarias.

Mauricio Dallas era un ex jugador de fútbol de la universidad Unexpo Caracas y tenía la apariencia de un deportista y la mente de un universitario. Gustavo Cerrano, delgado y tímido, con unos anteojos muy gruesos, era un genio.

Mauricio y Gustavo se hicieron cargo del trabajo jurídico y Elis intervenía en los juicios.

En la placa de la puerta se leía:

ELIS IRAZABAL Y ASOCIADOS.

Los casos que llegaban fluctuaban entre acusar a una gran sociedad industrial con el cargo de contaminación ambiental hasta defender a un borracho que había recibido un latigazo al ser echado de un bar. El borracho, por supuesto, era un regalo del padre Raimundo.

-Tiene un problemita -había dicho el padre Raimundo a Elis-. Realmente es un hombre decente, pero el pobre muchacho tiene que sufrir tantas presiones que a veces toma un poco de más.

Elis no pudo dejar de sonreír. En lo que al padre Raimundo se refería, ninguno de sus feligreses era culpable, y su único deseo era ayudarlos a salir de las dificultades en las que ellos mismos se metían. Una de las razones por las que Elis entendía al sacerdote era porque básicamente ella sentía lo mismo. Estaban manejándose con gente con problemas, que no tenía quien la ayudara, sin el dinero o el poder para luchar contra lo establecido por la sociedad, y al final eran aplastados por ella.

La palabra justicia se honraba quebrantándola. En los Tribunales, ni el abogado defensor ni el Fiscal buscaban la justicia: el nombre del juego era ganar.

De vez en cuando, Elis y el padre Raimundo hablaban sobre Samanta Valverde, pero el tema siempre dejaba a Elis deprimida. Allí se había
cometido una injusticia y eso la indignaba.

Alivier y Elis almorzaban juntos una vez por semana, y era una tortura para ambos porque no tenían tiempo para estar juntos ni ninguna privacidad. Hablaban por teléfono cada día usando nombres falsos. Él era el señor Arteaga y ella la señorita Lopez.

-Odio tener que esconderme así -decía Alivier.

-Yo también. -Pero el pensamiento de perderlo la aterrorizaba.

En su oficina, en el cuarto de atrás de Plaza Leiver, Nicolás Castro miraba como William Rojas limpiaba cuidadosamente la oficina con un
dispositivo eléctrico buscando micrófonos ocultos. A través de sus conexiones con la policía, Nicolás sabía que las autoridades no permitían ninguna vigilancia electrónica, pero alguna vez un sabueso demasiado celoso de su trabajo, un joven detective podía poner un control ilegal para tratar de conseguir información. Nicolás era un hombre cuidadoso. Su oficina y su casa eran controladas cada mañana y cada noche. Era consciente de ser el blanco número uno de una docena de diferentes agencias legales, pero eso no le importaba. El sabía lo que ellos hacían, pero ellos no sabían lo que él iba a hacer y si lo sabían no podrían probarlo.

Algunas veces, a altas horas de la noche, Nicolás miraba por la mirilla de la puerta trasera del restaurante y veía cómo los agentes del CICPC buscaban entre la basura para analizarla, y la sustituían por otra.

Una noche William Rojas le dijo:

-Por Dios, jefe ¿qué pasa si estos tipos encuentran algo?

-Espero que lo hagan -contestó riendo Nicolás- . Antes de que llegaran cambiamos nuestra basura con la del restaurante de al lado.

No, los agentes federales no lo iban a tocar. Las actividades de la Familia se estaban expandiendo y Nicolás tenía planes que todavía no había revelado. El único impedimento era Manuel Rivas.

Nicolás sabía que tenía que librarse de ese tipo. Necesitaba una mente joven y fresca. Y una y otra vez sus pensamientos volvían a el rostro y el porte de una bella chica que había estado viendo mucho en los periódicos últimamente.... La misma chica a la que le había destruido la vida.... O eso creyó.... Pero que ahora había resurgido y eso definitivamente le gustaba, una mujer luchadora que no se haya dejado aplastar.... Su mente volaba y visualizaba a una sola mujer.... Elis Irazabal.
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La venganza viste de mujerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora