99: 7:50 AM

18 2 1
                                    

Fuera del bungalow número 4, la limusina se detenía y Nicolás Castro bajaba del auto. Los dos hombres que estaban en el sedán se reunieron rápidamente con él. Aníbal Cárdenas señaló al bungalow 4.

—Está allí dentro.

—¿Qué saben de los niños?

Ambos gigantes se encogieron de hombros.

—Nada. Vallenilla tiene las cortinas bajas.

—¿Podemos ir y agarrarlo? —preguntó Gabriel Cárdenas.

—Esperen aquí.

Los dos hombres lo miraron sorprendidos. Él era el capo. Tenía soldados para hacer las cosas mientras él permanecía atrás y a salvo. Y ahora quería hacerlo él. No estaba bien.

Aníbal Cárdenas le dijo:

—Jefe, Gabriel y yo podemos…

Pero Nicolás Castro ya se estaba acercando a la puerta del bungalow 4, con un revólver con silenciador en su mano. Esperó un segundo para escuchar, después dio un paso atrás y abrió la puerta con un poderoso puntapié.

Castro vio la escena en un segundo aterrante: el hombre barbudo arrodillado en el piso colocando a un niño y junto a él, otro niño idéntico al primero pero este tenía las manos clavadas en el suelo, la habitación regada de nafta.

El barbudo se dio vuelta hacia la puerta y miró a Castro. Sus últimas palabras fueron:

—Usted no es Carl…

La primera bala de Nicolás le dio en el centro de las cejas. La segunda bala estalló en su faringe y la tercera en el corazón. Pero para ese entonces ya no sintió nada.

Nicolás Castro se dirigió a la puerta e hizo señas a los dos hombres que estaban afuera. Entraron rápidamente. Nicolás Castro se arrodilló al lado de Luis y le tomó el pulso. Era débil, y tenue pero estaba vivo… Miguel estaba desmayado pero sin heridas de clavos... Se volvió hacia Aníbal Cárdenas.

—Llama al doctor Fonseca. Dile que vamos para allá.
.
.
.
.
.
Gracias por votar ;)

La venganza viste de mujerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora