41: La oferta mas tentadora

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A Elis le parecía que el viernes no iba a llegar nunca. A medida que se acercaba el momento de su cita con Alivier, le costaba más concentrarse en sus asuntos. Se encontraba pensando en Alivier constantemente… Sabía que estaba portándose como una ridícula. Había visto a ese hombre una vez en la vida y ahora no era capaz de sacárselo de la cabeza. Trató de racionalizarlo diciéndose a sí misma que era porque él la había salvado de que la expulsaran del Cuerpo de Abogados y además le había mandado clientes. Eso era verdad, pero Elis sabía que era algo más que eso. Era algo que no podía explicar, ni siquiera a sí misma. Era un sentimiento que no había experimentado nunca, una atracción que nunca había sentido por otro hombre.

Se preguntaba cómo sería la mujer de Alivier. Indudablemente sería una de esas mujeres elegidas que cada miércoles atraviesan la puerta roja de Carolina Herrera, Gucci y Jomson y Jomson para pasar el día arreglándose desde la cabeza hasta la punta del pie. Debía de ser elegante y sofisticada, con el aura inmaculada de la riqueza y la categoría social.

La mañana del mágico viernes a las diez, Elis tenía cita con un peluquero italiano que Silvia le había recomendado porque todas las modelos
eran sus clientes. A las diez y media Elis llamó para cancelar la cita. A las once volvió a pedir hora.

Doumasr Constantine la invitó a almorzar pero estaba demasiado nerviosa para poder comer. En cambio fue de compras a Zara donde se compró un vestido corto de chifón de color marrón claro que hacía juego con sus ojos, unos zapatos muy finos color verde y una cartera en el tono. Sabía que estaba gastando más de lo que debía, pero no se pudo contener.

En camino a la salida pasó por la sección perfumería y en un loco impulso se compró un frasco de perfume JLo. Era una locura porque se trataba de un hombre casado.

Elis dejó la oficina a las cinco y se dirigió a su casa para cambiarse. Tardó dos horas en bañarse y vestirse para Alivier y cuando terminó se observó con mirada crítica en el espejo. Entonces con desafío se desarmó el cuidadoso peinado de peluquería y se lo ató hacia atrás con una cinta verde.

Así está mejor, pensó. Soy una abogada que va a comer con otro abogado.

Pero cuando cerró la puerta para salir dejó tras suyo una fragancia fuerte de rosa y jazmín.

El restaurante Monselo no era lo que Elis esperaba. Una bandera neozelandesa flameaba en la entrada de una pequeña casa. Adentro, un angosto hall y un pequeño bar y más allá un cuarto lleno de luz, brillante y alegre, con una terraza cubierta con mimbres y mesas con manteles a cuadros. Elis fue recibida en la puerta por Georgina Rizk, la dueña.

—¿En qué puedo servirla?

—Tengo que encontrarme con el señor Alivier Reinosa. Creo que llegué un poco temprano.

Acompañó a Elis al pequeño bar.

—¿Querría tomar un trago mientras espera, señorita Irazabal?

—Me encantaría —contestó Elis—. Muchas gracias.

—En seguida vendrá un camarero.

Elis se sentó y se entretuvo mirando las mujeres llenas de joyas y visones que llegaban con sus acompañantes. Elis había leído y oído hablar de Monselo. Tenía fama de ser el restaurante favorito de altas figuras del entretenimiento como, Randy Piñango, Luis Geronimo Abreu, Elaisa Gil, entre otros y de tener una comida excelente.

Un hombre distinguido, canoso, se acercó a Elis.

—¿Le importa si la acompaño por un momento?

Elis se puso tensa.

—Estoy esperando a alguien —comenzó a decir—. Ya debería estar aquí…

El hombre sonrió y se sentó a su lado.

—Esto no es una conquista, señorita Irazabal. —Elis lo miró sorprendida, incapaz de ubicarlo. —Soy , Camilo Sexta de Dicxson y Sexta. —Era una de las firmas más prestigiosas de abogados de Caracas. —Sólo quería felicitarla por la forma en que manejó el juicio de Opez.

—Muchas gracias, señor Sexta.

—Corrió un gran riesgo. No era un caso para ganar. —La estudió por un momento. —La regla, cuando uno está en el lado malo de un caso que no se puede ganar, es asegurarse de que no haya publicidad. La trampa es mucha luz para los ganadores y esconder a los perdedores debajo de la alfombra. Nos hizo quedar como tontos a muchos de nosotros. ¿Ya pidió algo para tomar?

—No.

—¿Puedo hacerlo? —Se dirigió a un mozo. —Jonas, tráiganos una botella de champagne por favor. Dom Perignon.

—En seguida, señor Sexta.

Elis sonrió.

—¿Está tratando de impresionarme?

Sexta lanzó una carcajada.

—Estoy tratando de contratarla. Estoy seguro de que ya tuvo una cantidad de ofertas.

—Unas pocas.

—Nuestra firma trabaja con compañías, señorita Irazabal, pero algunos de nuestros muchos clientes tienen problemas y necesitan un abogado penalista que los defienda. Creo que podemos hacerle una oferta muy atractiva..... ¿Que tal.... Cincuenta mil dolares solo para comenzar? ¿Podría venir a mi oficina para que lo discutamos?

Era la oferta mas tentadora que Elis había tenido nunca para con su trabajo.
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La venganza viste de mujerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora