63: Grandes titulares

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Arquilla echó una mirada de soslayo a Elis y pensó: No es tan ingeniosa como dicen. Arquilla sabía que si hubiera estado en el otro lado defendiendo a Samanta Valverde, hubiera ignorado las estadísticas y los problemas mecánicos y jugado con las emociones del jurado. Elis Irazabal estaba haciendo exactamente lo contrario.

Enmanuel Arquilla se recostó en su silla y se relajó con una sonrisa de oreja a oreja.

Elis se aproximó al sitial del Juez.

—Su Señoría, con el permiso de esta Corte, tengo una exhibición que quisiera introducir.

—¿Qué clase de exhibición? —preguntó el juez Gonzalez.

—Cuando este juicio empezó, prometí a los jurados que conocerían a Samanta Valverde. Ya que ella no puede estar en persona, quisiera el permiso para mostrar unas pocas fotos de ella.

El juez Gonzalez contestó:

—No veo ninguna objeción en eso—se volvió hacia Enmanuel Arquilla—. ¿Tiene el abogado de la otra parte alguna objeción?

Enmanuel Arquilla se puso de pie, moviéndose despacio y pensando ligero.

—¿Qué clase de fotos?

—Unas pocas fotos de Samanta Valverde tomadas en su casa —contestó Elis.

Enmanuel Arquilla hubiera preferido que no hubiera fotos, pero por otro lado, fotos de una chica lisiada sentada en su silla de ruedas eran menos dramáticas de lo que sería la actual apariencia de la chica misma tal cual era. Y había otro factor que considerar: si se oponía aparecería como antipático a los ojos de los jurados.

Contesto generosamente:

—Sin duda, que muestre las fotos.

—Muchas gracias.

Elis se volvió a Mauricio Dallas e hizo un gesto. Dos hombres en la fila de atrás se adelantaron con una pantalla portátil y un proyector y empezaron a instalarlo.

Enmanuel Arquilla se puso de pie sorprendido.

—¡Esperen un momento! ¿Qué es esto?

Con toda inocencia Elis contestó:

—Las fotos que usted estuvo de acuerdo en que mostrara.

Enmanuel Arquilla se quedó allí con silenciosa furia. Elis no había dicho nada sobre una película. Pero era demasiado tarde para oponerse. Movió la cabeza lacónicamente y regresó a su asiento. Elis había hecho poner la pantalla de manera que el jurado y el juez Gomzalez pudieran ver claramente.

—¿Su Señoría puede hacer oscurecer la sala?

El Juez hizo una seña al alguacil y se cerraron las persianas. Elis se acercó al proyector de 16 mm, lo conectó y la pantalla tomó vida. Durante los treinta minutos siguientes, no se oyó un solo sonido en la sala. Elis había utilizado un cameraman profesional y a un joven director de comerciales para hacer el film. Habían filmado un día de la vida de Samanta Valverde, y era una desolada y realista historia de horror. No habían dejado nada librado a la imaginación.

El film mostraba a la hermosa joven amputada cuando era sacada de la cama por la mañana, llevada al baño e higienizada como un pequeño e indefenso bebé… bañada, alimentada y vestida… Elis había visto el film una y otra vez y ahora que lo veía de nuevo, sentía el mismo nudo en la garganta, y los ojos llenos de lágrimas y sabía que haría el mismo efecto en el Juez, los jurados y los espectadores de la sala.

Cuando el film terminó, Elis se volvió al juez Gonzalez:

—El demandante ha terminado con su alegato.

El jurado estuvo deliberando por más de veinte horas y con cada hora que pasaba Elis sentía que su ánimo se hundía aún más. Había estado segura de que iba a conseguir un veredicto rápido. Si el film los había afectado como a ella, el veredicto no podía tardar más de una hora o dos.

Cuando el jurado se retiró, Enmanuel Arquilla estaba enfurecido, convencido de que había perdido el caso y que otra vez había subestimado a Elis Irazabal. Pero a medida que pasaban las horas y el jurado no salía, las esperanzas de Arquilla empezaron a crecer. No podía ser que se tomaran todo ese tiempo si iban a llegar a una decisión emotiva.

—Nos va a ir bien. Mientras más discutan, habrá más tiempo para que se enfríen las emociones. Es cuestión de saber esperar y no impacientarse.

Unos pocos minutos antes de las cinco de la mañana el presidente del jurado envió una nota al juez Gonzalez para la decisión legal. El Juez estudió el pedido y luego levantó la vista.

—¿Querrían aproximarse los dos abogados por favor?

Cuando Elis y Enmanuel Arquilla estuvieron frente a él, el juez Gomzalez dijo:

—Quiero comunicarles esta nota que he recibido del presidente del jurado. El jurado quiere saber si está legalmente permitido dar a Samanta Valverde una suma mucho mayor de los cincuenta millones de dólares por los que su abogada demandó, ya que consideran que esa cantidad no es suficiente.

Elis se sintió repentinamente mareada. Su corazón empezó a acelerarse. Se volvió a mirar a Enmanuel Arquilla. Su cara estaba pálida.

—Les informo —continuó el juez Gonzalez— que está dentro de las facultades del abogado demandante el decidir la suma que consideren justa.

Treinta minutos después, el jurado volvía a la sala. El presidente anunció que habían fallado en favor de la demandante. La suma considerada como indemnización por daños era de ciento veinte millones de dólares.

Era la suma más grande que se había pagado en un caso así en la historia del Distrito Capital. Los diarios le dedicaron grandes titulares.
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La venganza viste de mujerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora