Epílogo Alternativo 4

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Cinco años después...

Era un frío día de enero en el palacio de justicia cuando Alivier Reinosa juró como el presidente de Venezuela número treinta y uno. Su mujer llevaba un sombrero oscuro de martas cibelinas y un abrigo haciendo juego que le quedaba perfecto con su aspecto pálido y todavía disimulaba su embarazo. Estaba parada al lado de su hija quien ya para ese entonces tendría doce años y las dos miraban orgullosas cómo Alivier pronunciaba el juramento de rigor y el país se regocijaba por ellos tres. Eran lo mejor de Venezuela: decentes, honestos y buenos, y pertenecían a la Presidencia... O al menos así lo veían todas aquellas personas que no estaban al tanto de la autentica verdad.

En una pequeña y maloliente cárcel del estado amazonas, Elis Irazabal estaba sentada sola mirando la ceremonia por televisión, tras los barrotes de la celda en la que se encontraba, la policía que la custodiaba, había votado por Alivier Reinosa y quería saber si el hombre había ganado, como había festejado su victoria, miró hasta que todo concluyó y Alivier, Diana y Mayra dejaron el estrado rodeados de hombres del servicio secreto. Entonces, la oficial apagó la televisión.

Elis vio cómo las imágenes se desvanecían hacia la nada. Y para ella era como apagar el pasado: echando todo lo que le había sucedido. Todo había terminado, la oficial se colocó un abrigo para taparse del frío y una gorra.

—A dormir basura —Habló golpeando los barrotes con un guijarro, Elis dio un brinco de susto, mientras la policía salia de la oficina riendo y apagaba todas las luces, dejándola en la oscuridad total, pero Elis ya no quería ver nada, ya no había nada que ver, todo lo que le podía interesar ver, ya lo había visto.

Nicolás había muerto, Diana había ganado, se había quedado con Alivier, Doumasr se había ido del país, se había casado hace dos años con la hermosa chica pelirroja de finas pecas y ojos enigmáticamente azules, que Elis había visto antes acompañándolo, se llamaba Sara.

Pero lo peor, es que Miguel y Luis se habían ido, cuando Nicolás disparó contra ella y Luis, Elis trató de protegerlo, se llevó tres de las cuatro balas que él disparó, pero una de ellas, le dio a Luis, justo en la sien y lo había matado al instante, ella ni siquiera tuvo oportunidad de llorarlo o enterrarlo, simplemente se había ido como si no hubiese existido nunca.

Ahora estaba totalmente sola. Se levantó de la tiesa cama sin sabanas, llena de polvo y telarañas, deteniéndose un momento para leer su número de reclusa que decía: 120577. Sabía que ese número lo llevaría los próximos veinticinco años, pues Jorge D' Alessandro había conseguido la peor condena para ella, treinta años de prisión por estar ligada a la organización criminal de Nicolás Castro.

No sabe el gusto que me da verla tras éstas rejas puta Irazabal —Le había dicho él, con todo el odio del mundo la última vez que lo vio y luego de eso, desapareció por la puerta dirigiéndose a la libertad.

El cabello de Elis era una maraña de pelo sin forma, sus ojos estaban rojos y con grandes bolsas purpúreas debajo de ello, sus uñas largas y sucias, su piel curtida y su delgadez, evidenciaban lo demacrada que estaba, no era ni la sombra de lo que fue alguna vez.

Pensó por un instante en el jurado que la había condenado. En la última conversación con Doumasr Constantine y Alivier Reinosa, todo se resumía a que ambos la habían sacado de sus vidas para continuar por otro camino, no podía culparlos por no querer amarrarse a ella, ella era una vergüenza, una paria olvidada, sabía que probablemente su madre estaría revolcándose en su tumba de dolor y decepción. Ella estaba acababa en todo sentido, saldría cuando sobrepasara los sesenta años de edad.

Se volvió y caminó en dirección a los barrotes, pegó su cara contra ellos y se deslizó hasta caer de rodillas. Desde afuera, en alguna parte cercana a la celda se oyó un repentino estallido de risas, festejos y alegrías y fue un sonido tan extraño, que se detuvo un momento para escuchar. Se abrazó así misma y siguió mirando hacia la nada, como si estuviera tratando de ver el futuro. Pero en realidad estaba mirando hacia el pasado, tratando de entender cuándo fue que murieron las risas.

FIN.

La venganza viste de mujerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora