68: ¿Malestar o virus?

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Elis estaba en medio de una conversación con Mauricio Dallas y Gustavo Cerrano cuando sintió una ola que la tragaba como si fuera a desvanecerse.

-Perdónenme chicos-dijo.

Buscó a Doumasr Constantine.

-Doumasr yo...

La miró y le dijo:

-Elis estás blanca como una hoja de papel. Salgamos.

Dos horas más tarde, Elis estaba en su cama acompañada por Doumasr Constantine que se negó a dejarla sola en ese estado.

-Ya llamé al médico -le dijo Doumasr.

-No necesito un médico. Debe de ser un virus o algo así.

-Bueno. Lo que sea, él lo va a encontrar.

El doctor Manuel Hernandez era un hombre pequeño de unos treinta años. Llevaba una pulcra barba y traía un valijín negro. El doctor se volvió a Doumasr Constantine.

-¿Querría dejarnos solos?

-Claro. Esperaré afuera.

El doctor se acercó a la cama.

-Bien señorita, digame..... ¿Qué es lo que le pasa?

-Si lo supiera -contestó Elis débilmente- yo estaría haciendo la visita y usted estaría aquí en la cama.

El médico se sentó en el borde de la cama.

-¿Cómo se siente?

-Como si tuviera la peste bubónica.

-Saque la lengua por favor.

Elis sacó la lengua y empezó a hacer arcadas. El doctor Hernandez le tomó el pulso y la temperatura. Cuando terminó, Elis preguntó:

-¿Qué cree que tengo doctor?

-Puede ser una entre un montón de cosas, querida señora. Si mañana se siente lo bastante bien me gustaría que venga a mi consultorio para hacerle un buen examen.

Elis se sentía demasiado enferma para discutir.

-Muy bien -dijo- allí estaré.

A la mañana, Doumasr Constantine la llevó al hospital en donde el doctor Hernandez le hizo un examen completo.

-Es alguna clase de microbio, ¿no?.... ¿Un malestar o un virus?-preguntó Elis.

-Si quiere una predicción -le contestó el joven doctor- le mandaré unas galletitas chinas con el papelito de la suerte. Si quiere saber qué es lo que anda mal en usted, tendrá que tener paciencia hasta que vengan los resultados del laboratorio.

-¿Cuándo estarán?

-Normalmente tardan dos o tres días. Mientras tanto, quiero que se quede en cama y descanse -le alcanzó un frasco con pastillas-. Esto la calmará.

-Muchas gracias. -Elis escribió algo en un papel. -Me puede llamar a este número.

Elis tomó dos de las pastillas que el doctor Hernandez le había dado y una pastilla para dormir. Durmió profundamente la mayor parte del tiempo pero cuando despertaba no se sentía bien.

Al anochecer sonó el teléfono. Era Alivier.

-¡Elis! ¿Dónde has...?

Trató de dar energía a su voz.

-Lo siento, querido. Me quedé dormida profundamente todo el día por el cansancio, ya sabes lo ajetreada que estoy.

-Estuve preocupadísimo. ¿Estás bien?

-Estoy bien. Es... es que anduve mucho.

-¡Dios mío! Estuve imaginando toda clase de cosas terribles.

-No hay nada de qué preocuparse-le aseguró Elis-. ¿Cómo va todo en la campaña?

-Muy bien. ¿Cuándo te voy a ver? Se supone que debo ir a Miraflores pero puedo posponer el...

-No, debes ir. -Contestó Elis. No quería que Alivier la viera así. -Voy a estar ocupada. Pasaremos el fin de semana juntos.

-Muy bien -el tono de Alivier era renuente-. Si no haces nada a las once, voy a estar por televisión en el noticiero de Televen.

-Te estaré mirando, querido.

Elis se quedó dormida cinco minutos después de que colgó el teléfono.
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