20: Cosas que jamas se olvidan

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Al día siguiente, a la mañana temprano, Alivier Reinosa la llamó por teléfono. Elis le reconoció la voz de inmediato.

—Pensé que le gustaría saber —dijo Alivier— que el pedido de expulsarla del Cuerpo de Abogados ha sido oficialmente anulado. No tiene nada de qué preocuparse.

Elis cerró los ojos y rezó en silencio una plegaria de agradecimiento.

—No… no puedo decirle cuánto le agradezco lo que usted ha hecho.

—La justicia no es realmente ciega.

Alivier no le contó nada sobre la entrevista que tuvo con Santiago Bustamante y Jorge D Alessandro. Bustamante estaba desilusionado pero lo aceptó con filosofía.

El Fiscal había actuado como un toro enfurecido.

—¿Dejaste a esa puta que se librara de todo? ¡Por Dios, ella es de la Mafia, Alivier! ¿No te das cuenta? ¡Te engañó!

Y siguió y siguió hasta que Alivier no lo aguantó más

—Toda la evidencia que había en contra de ella era circunstancial, Jorge. Estaba en el lugar equivocado en el momento en que no debía estar y cayó en la ratonera. Eso no quiere decir Mafia para mí.

Jorge D' Alessandro terminó diciendo:

—Muy bien, es una abogada. Sólo espero que ejerza en Caracas, porque en el instante que ponga un pie en alguna de mis salas del Tribunal la haré morder el piso.

Ahora, al hablar con Elis, Alivier no le contó nada de eso. Elis se había ganado un enemigo mortal, pero no se podía hacer nada para remediarlo.

Jorge D' Alessandro era un hombre vengativo y Elis era un blanco vulnerable. Era brillante e idealista y alarmantemente joven y adorable. Alivier supo que no debía verla más.

Hubo días y semanas en las que Elis estaba lista para dejar todo. El cartel en la puerta seguía diciendo Elis Irazabal, Abogada, pero no engañaba a nadie, y menos aún a Elis. No estaba ejerciendo la abogacía. Utilizaba sus días para ir y venir bajo la lluvia, y la nieve, entregando citaciones y órdenes de detención a gente que la odiaba por eso.

De vez en cuando conseguía un caso pro bono, ayudando a los ancianos a conseguir bonos para alimentos, resolviendo problemas de inmigrantes de varios países y otros seres desprotegidos. Pero se sentía atrapada.

Las noches eran peores que los días. Eran interminables cuando Elis tenía insomnio y, cuando se dormía, sus sueños estaban plagados de pesadillas. Tenía pesadillas desde el día en que su padre los abandonó y nunca había podido librarse de lo que fuera que se las causaba.

Estaba llena de nostalgia, una desconocida en una ciudad desconocida e impersonal. Algunas veces salía con abogados jóvenes, pero se daba cuenta de que los comparaba con Alivier Reinosa. Y todos perdían. Iban a comer y al cine o al teatro y después seguía una lucha en la puerta de su casa, Elis nunca podía saber si es que esperaban acostarse con ella porque la habían llevado a comer o porque habían tenido que subir cuatro pisos por la escalera.

Hubo veces en que estuvo tentada de contestar «Sí» sólo para tener a alguien con ella, alguien a quien aferrarse, alguien con quien poder compartir las cosas. Pero necesitaba algo más que un cuerpo caliente que le hablara, necesitaba alguien a quien le importara, alguien de quien ella pudiera preocuparse.

Los hombres más interesantes que conocía eran casados y Elis los rechazaba de plano. Recordaba unas palabras del film de Billy Wilder, Departamento de Soltero, cuando decían «la amante de un hombre casado tiene que aprender a prescindir del rimmel».

El padre de Elis destruyó un matrimonio y mató a su madre. Y esas son cosas que jamas se olvidan.
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La venganza viste de mujerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora