85: Me las va a pagar

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Doumasr Constantine invitó a Elis a una cena de beneficencia esa noche. Después de lo que había pasado a la tarde, Elis se sentía sin fuerzas y hubiera preferido quedarse en casa y tener una tranquila noche junto a Luis y Miguel, pero no quería desairar al Juez. Se cambió en la oficina y se encontró con él en el lugar donde se realizaba la fiesta.

Era una fiesta de gala y actuaba media docena de actores de Venevisión, pero Elis no podía disfrutarlo. Sus pensamientos estaban en otro lado. Doumasr Constantine la estuvo observando.

—¿Algo anda mal, Elis?

Se las arregló para sonreír.

—No, Doumasr, es sólo un problema de trabajo.

¿En qué clase de trabajo estoy metida, quería saber Elis, tratando con la escoria de la humanidad, los violadores, los secuestradores y los asesinos?

Decidió que era una noche perfecta para emborracharse. Un mozo se acercó a la mesa y le susurró al oído.

—Discúlpeme, señorita Irazabal, pero hay una llamada para usted.

Elis sintió inmediatamente alarma. La única que sabía donde encontrarla era la señora Marta. Sólo la podía llamar si pasaba algo malo.

—Perdón, ya vuelvo —dijo Elis.

Siguió al mozo a la pequeña oficina fuera del hall. Elis levantó el aparato y una voz de hombre le susurró.

—¡Puta! Me traicionó.

Elis sintió que el cuerpo empezaba a temblarle.

—¿Quién habla? —preguntó. Pero ya lo sabía.

—Usted les dijo a los policías que vinieran a agarrarme.

—¡Eso no es verdad! Yo…

—Usted prometió ayudarme.

—Lo ayudaré. ¿Dónde está…?

—¡Mentirosa de mierda! —su voz se hizo tan baja que Elis apenas podía entender las palabras—. Me las va a pagar. ¡Oh, sí, usted va a pagar por eso!

—Espere un min…

Colgó el teléfono. Elis permaneció allí, helada. Algo había salido terriblemente mal. Lucio Vallenilla, se había escapado de algún modo y culpaba a Elis de lo que había sucedido. ¿Cómo sabía dónde estaba ella? Debía de haberla seguido. Podría estar esperándola afuera, ahora mismo.

Elis trataba de controlar los temblores de su cuerpo, intentando pensar, razonar lo que había pasado. Él podría haber visto a la policía que llegaba a arrestarlo, o a lo mejor ellos lo habían agarrado y se les escapó Cómo pasó ya no importaba. Lo único importante era que la culpaba a ella de lo ocurrido.

Aleksander Fuentes había matado antes y podía volverlo a hacer. Elis fue al baño y se quedó allí hasta recuperar la calma. Cuando pudo controlarse, volvió a la mesa.

Doumasr Constantine la miró.

—¡Por Dios!, ¿qué sucede?

Elis se lo contó lo más brevemente posible. Doumasr quedó aterrado.

—¡Dios mío! ¡Dios mío! ¿Quieres que te lleve a tu casa Elis?

—Estaré bien, Doumasr. Si puedes hacer que llegue a mi auto sin problemas, estaré segura.

Abandonaron tranquilamente el salón y Doumasr Constantine esperó hasta que un portero trajo el auto de Elis.

—¿Estás segura de que no quieres que vaya contigo?

—Gracias. Estoy segura de que la policía lo atrapará antes de mañana. No hay mucha gente caminando por ahí que se parezca a él. Buenas noches.

—No lo sé Elis, no estoy seguro, no quiero dejarte sola con ese loco suelto por ahí.

—Te prometo que estaré bien.

—No me prometas ese tipo de cosas Elis, no lo sabes, podría pasarte algo a mitad de camino, no me confío.

—No discutamos por esto, necesito estar sola en estos momentos.

—Está bien, está bien, no insisto mas, pero.... Prometeme que llamarás apenas llegues a casa.

—Doumasr.

—Prometelo o iré contigo.

—Lo prometo.

Doumasr la besó en los labios y ella se sintió mejor después de eso, Elis condujo el auto asegurándose de que nadie la siguiera. Cuando estuvo segura de que estaba sola, tomó la autopista y se dirigió a su casa. Seguía mirando por el espejo retrovisor, controlando a los autos cercanos. En una oportunidad se salió de la carretera y dejó que pasara el tráfico hasta que la ruta estuvo vacía y luego siguió su camino. Ahora se sentía a salvo. No pasarían muchas horas antes de que la policía encontrara a Lucio Vallenilla. En este momento ya habría una alerta general para buscarlo.

Elis tomó por su camino de entrada. El parque y la casa que debían estar iluminados permanecían en la oscuridad. Sentada en el auto mirando a la casa sin poder creerlo, sintió en su mente un grito de alarma. Abrió violentamente la puerta del auto y corrió hacia la puerta de entrada. Estaba entreabierta, Elis se detuvo por un instante, llena de terror y después entró en el hall. Su pie choco contra algo caliente y suave y Elis dejó escapar un involuntario jadeo.

Prendió las luces y vio a los dos perros de sus hijos que yacían en un charco de sangre. La garganta de uno de ellos estaba cortada de oreja a oreja y el otro tenía los intestinos afuera.

—¡¡LUIS, MIGUEL!! —gritaba—. ¡SEÑORA MARTA!
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La venganza viste de mujerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora