86: Lea mañana los periódicos

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Elis corrió de cuarto en cuarto, prendiendo las luces y llamándolos a gritos; el corazón le latía tan fuerte que le resultaba difícil respirar. Se detuvo en la entrada del cuarto de Miguel. La cama había sido usada, pero estaba vacía, lo mismo en la de Luis.

Elis buscó en cada habitación de la casa, después se dirigió a la parte de abajo, completamente atontada. Lucio Vallenilla debía haber sabido siempre donde vivía ella. Debía de haberla seguido alguna noche desde su oficina o después que ella dejó la estación de servicio. Había agarrado a Miguel y a Luis y los iba a matar para castigarla a ella.

Al pasar por el lavadero se detuvo al ver algo extraño en la oscuridad del interior.Elis se movió en dirección a la puerta y la abrió despacio. Adentro estaba oscuro pero aun así se podía ver una extraña, silueta sentada en suelo con las piernas extendidas.

Elis prendió las luces. La señora Marta estaba tirada en el suelo, con las manos y los pies extendidos y la cabeza destruida, Elis pudo reconocer al instante, el disparo de una escopeta a quema ropa que le había destrozado el cráneo y había esparcido sus sesos por toda la pared del lavadero.

Jennifer se arrodillo sin acercarse, totalmente espantada por lo que sus ojos estaban presenciando.

—¡Señora Marta!

El sonido del teléfono penetró en la habitación. Elis quedó instantáneamente en silencio. El teléfono seguía sonando una y otra vez, y de alguna manera tenía un sonido maléfico, Elis fue a atenderlo.

Una voz le dijo:

—Solo quería estar seguro de que había llegado bien a casa.

—¿Dónde están mis hijos?

—Son unos hermosos chicos los dos, ¿no? —pregunto la voz.

—¡Por favor! Haré cualquier cosa. ¡Lo que usted quiera!

—Usted ya lo ha hecho todo, señora Irazabal.

—¡No, por favor! —sollozaba desamparada.

—Me gusta oírla llorar —susurró la voz—. Tendrá a sus hijos de vuelta, señora Irazabal. Lea mañana los periódicos.

Y cortó la comunicación.

Elis permaneció allí, luchando contra el desmayo, tratando de pensar. Lucio Vallenilla le había dicho: «Son unos hermosos chicos los dos, ¿no?». Eso quería decir que Luis y Miguel todavía estaban vivos. De otra forma ¿no hubiera dicho eran hermosos los dos?

Sabía que estaba jugando con las palabras tratando de no volverse loca. Tenía que hacer algo rápido. Su primer impulso fue llamar a Alivier y pedirle ayuda. Era su hijo el que había sido secuestrado, su hijo al que iban a asesinar. Pero sabía que Alivier no podría hacer nada. Estaba a miles de kilómetros. Tenía solo dos opciones una era llamar a Jorge D' Alessandro, decirle lo que había sucedido y pedirle que hiciera una redada para tratar de agarrar a Aleksander Fuentes. ¡Oh Dios, eso llevaría demasiado tiempo!

La segunda posibilidad era el CICPC. Estaban entrenados para manejar secuestros. El problema es que este no era igual a cualquier otro. No habría nota de pedido de rescate como pista, ninguna posibilidad de tratar de agarrar a Aleksander Fuentes y salvar la vida de Luis y Miguel. El CICPC se movía de acuerdo con su propio y estricto ritual. No habría ninguna ayuda en ese caso. Debía decidirse rápido mientras sus hijos todavía estaban con vida.

Jorge D' Alessandro o el CICPC. Era difícil de pensar.

Tomó aliento y decidió. Buscó un número de teléfono. Sus dedos temblaban tanto que tuvo que marcar el número tres veces antes de conseguir la comunicación.

Cuando una voz de hombre contestó, Elis le dijo:

—Quiero hablar con Nicolás Castro.
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La venganza viste de mujerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora