27: No mientras viva

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Elis llegó a la entrada del edificio de los Tribunales y empujó para pasar entre la gente que se agitaba en el salón de entrada, y entre los policías uniformados, los detectives vestidos como hippies y los abogados que se identificaban por los portafolios. Elis caminó en dirección a la enorme y circular mesa de entrada donde nunca había nadie y tomó el ascensor hasta el décimo noveno piso. Iba a ver al Fiscal. Hacía por lo menos un año desde su último encuentro con Jorge D' Alessandro, y Elis no se hacía ninguna ilusión por este encuentro. Pensaba decirle que había decidido abandonar la defensa de Darwin Opez.

Elis había estado tres noches sin dormir antes de llegar a esa decisión. Lo que finalmente la había convencido fue que lo más importante era tener en cuenta los intereses de su cliente. El caso Opez no era lo bastante importante para justificar que lo tomara el propio D' Alessandro. Por lo tanto la única razón para que se ocupara personalmente era porque Elis estaba involucrada en el caso. D' Alessandro quería vengarse. Tenía planeado darle una lección a Elis. Por eso, finalmente, Elis decidió que no tenía otra elección que retirarse de la defensa de Opez. No podía permitir que le doblaran la sentencia por un error de ella.

Si ella dejaba el caso, probablemente Jorge D' Alessandro sería más indulgente. Elis tomaba esa decisión para salvarle la vida a Opez de pasar otros treinta años mas en la cárcel. Tenía la extraña sensación de estar reviviendo el pasado cuando salió del ascensor en el décimo noveno piso y se encaminó hacia la conocida puerta donde decía Fiscal del Distrito de Caracas.

Adentro, la misma secretaría estaba sentada en el escritorio de siempre.

—Soy Elis Irazabal. Tengo una cita…

—Entre no más —indicó la secretaria—. El Fiscal la espera.

Jorge D' Alessandro estaba detrás del escritorio, mordisqueando un cigarro apagado y dando órdenes a dos ayudantes. Se detuvo cuando Elis entró.

—Había apostado a que no aparecería.

—Aquí estoy.

—Pensé que habría pegado media vuelta y huido de la ciudad. ¿Qué es lo que quiere?

Había dos sillas frente al escritorio de Jorge D' Alessandro pero no invitó a Elis para que se sentara.

—He venido a hablar sobre mi cliente, Darwin Opez.

Jorge D' Alessandro se sentó, recostándose en la silla y haciendo como si pensara.

—Darwin Opez… Ah sí. Ese asesino que golpeó a un hombre hasta matarlo, en la prisión. No va a tener ningún problema en defenderlo. — Miró de costado a sus ayudantes y éstos se retiraron.

—¿Entonces, abogada?

—Quiero que hablemos sobre una petición.

Jorge D' Alessandro la miró con exagerada sorpresa.

—¿Quiere decir que viene aquí para hacer un trato? Qué gracioso. Hubiera pensado que alguien con su talento legal iba a ser capaz de conseguir que lo dejaran libre de culpa y cargo.

—Señor D' Alessandro, yo sé que éste parece un caso cerrado —comenzó a decir Elis— pero hay circunstancias atenuantes. Darwin Opez era…

El fiscal D' Alessandro la interrumpió:

—Déjeme decírselo en lenguaje legal para que usted lo entienda, abogada. ¡Usted puede tomar sus circunstancias atenuantes y metérselas por el culo! —Se había puesto de pie y su voz temblaba de cólera. — ¿Hacer un arreglo con usted, señorita? Usted mandó a la mierda toda mi vida y ahora es mi turno. Hay un muerto y su muchacho va a pagar por él. ¿Me entendió? He tomado como algo personal el conseguir que lo encierren por treinta años más.

—Vine para decirle que abandono el caso. Puede reducir la sentencia al cargo de homicidio sin premeditación. Opez ya está preso por treinta años y ya a pagado veinticinco de ellos. Usted podría…

—¡No hay arreglo! Es culpable de asesinato en primer grado.

Elis trató de controlar su furia.

—Pienso que eso debe decidirlo el jurado. Todavía no lo han condenado. Se supone que usted debe defender la ley, no hacerla.

Jorge D' Alessandro le sonrió sin alegría.

—Usted no sabe lo reconfortante que es para mí que una experta como usted venga a mi despacho para explicarme lo que es la ley.

—¿No puede olvidar los problemas personales? Yo…

—No mientras viva.... Y preparense, porque voy a barrer el suelo con usted y voy a hacer que aparezca en todos los periódicos del mundo como la fracasada número uno del siglo veintiuno.... Y por cierto.... Salude a su amigo Nicolás Castro de mi parte.
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La venganza viste de mujerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora