13: Comienza la investigación

39 3 1
                                    

Una semana y media antes....

El estudio jurídico de Bustamante, Guilarte, Zamora y Reinosa estaba en el piso número 60 en el centro principal de Plaza Venezuela, cerca del Bulevar de Sábana Grande y ocupaba todo el último piso. Trabajaban allí doscientos setenta y tres abogados. Las oficinas tenían la fragancia que da la riqueza que viene desde hace mucho tiempo y estaban decoradas con un discreto buen gusto propio de una organización que representa a varios de los más importantes nombres en la industria.

Alivier Reinosa y Santiago Bustamante estaban tomando el ritual té de la mañana. Santiago Bustamante era un hombre pulcro y bien parecido, de bastante más de cincuenta años. Con una prolija barba, llevaba un traje y chaleco de Balú. Parecía como si perteneciera a otra época, pero cientos de sus oponentes habían aprendido con pesadumbre a través de los años, que la mente de Santiago Bustamante pertenecía al siglo veintiuno.

Era un titán pero su nombre sólo era conocido en los círculos en los que tenía importancia. Prefería permanecer en la retaguardia y usar su considerable influencia para modificar el curso de la legislación, las altas designaciones del gobierno y la política nacional. Era del estado Mérida donde había nacido y lo habían criado con discreción.

Alivier Reinosa se había casado con la sobrina de Bustamante y era el protegido de éste. El padre de Alivier había sido un alcalde respetable. Y el propio Alivier era un brillante abogado. Cuando se recibió en la Universidad Central de Venezuela en la facultad de Derecho, recibió ofertas para trabajar con los abogados más prestigiosos del país.

Eligió Bustamante, Guilarte y Zamora, y diez años más tarde se convirtió en un socio joven. Alivier era muy atractivo físicamente, y su inteligencia parecía agregarle una dimensión extra. Tenía una seguridad en sí mismo que las mujeres encontraban fascinante. Alivier había desarrollado un sistema para disuadir a sus clientes enamoradizas. Estaba casado con Diana Pedregal desde hacía quince años y no aceptaba los romances extramaritales.

—¿Más té, Alivier? —preguntó Santiago Bustamante.

—No, gracias —Alivier Reinosa odiaba el té y lo había estado tomando todas las mañanas durante los últimos diez años, simplemente porque no deseaba herir los sentimientos de su socio. Era una infusión que él mismo preparaba y resultaba espantosa.

Santiago Bustamante tenía dos cosas en mente y como era típico en él, reservaba la desagradable para el final.

—Las otras noches tuve una reunión con un grupito de amigos —empezó a decir Bustamante. El grupito de amigos era el grupo de accionistas de más poder en el país—. Consideraron la posibilidad de pedirte que seas candidato para gobernador, Alivier.

Alivier se sintió inundado por una sensación de júbilo. Conociendo lo cauteloso que era Santiago Bustamante, Alivier estaba seguro de que esa conversación no había sido casual, porque si no Bustamante no se la habría contado.

—Por supuesto el gran interrogante es si estás dispuesto a aceptarlo. Significaría un gran cambio en tu vida.

Alivier Reinosa tenía conciencia de eso. Si ganaba la elección debería mudarse, dejar la práctica de la abogacía y empezar una nueva vida. Estaba seguro de que a Diana le encantaría; pero no estaba tan seguro en lo que se refería a él mismo. Y sin embargo él había sido educado para asumir responsabilidades.

Pero debía reconocerse a sí mismo que el poder era algo agradable.

—Estoy muy interesado, Santiago.

Santiago Bustamante aprobó con satisfacción.

—Muy bien. Se los diré. —Se sirvió otra taza del horrible brebaje y casualmente introdujo en la conversación el otro tema que tenía en mente—. Hay un trabajito para el Comité Disciplinario del Cuerpo de Abogados que les gustaría que tú manejes, Alivier. No te va a llevar más de una hora o dos.

—¿De qué se trata?

—Es sobre el juicio de Nicolás Castro. Aparentemente, alguien sobornó a una joven asistente de Jorge D' Alessandro.

—He leído sobre el caso. La Rata negra.

—Exactamente. El juez Mondragon y Jorge quieren expulsarla de nuestra honorable profesión. Yo también. Apesta.

—¿Qué es lo que quieren que haga?

—Simplemente que hagas una rápida investigación, que verifiques que esa chica Irazabal es culpable y que recomiendes su expulsión del cuerpo de abogados. Recibirá una notificación para presentar un alegato y ellos se ocuparán del resto. Es pura rutina.

Algo desconcertaba a Alivier.

—¿Por qué yo, Santiago? Tenemos un par de docenas de jóvenes abogados que podrían encargarse de eso.

—Nuestro respetado Fiscal pidió específicamente por ti. Quiere estar seguro de que nada salga mal. — Bustamante se recostó en la silla y observó a Alivier. —Jorge estaba propuesto para gobernador. Todo lo que necesitaba era el caso Castro para ser un héroe. En cambio, esa chica Irazabal le hizo pasar vergüenza. Como nosotros sabemos —agregó fríamente— Jorge no es el hombre más clemente del mundo. Quiere despellejarla y clavarla en su pared.

Alivier se quedo allí, pensando en lo ocupados que estaban sus días. —Una mano lava la otra, Alivier. Nunca se sabe cuando podemos necesitar un favor. Diablos, está todo preparado de antemano.

—De acuerdo, Santiago. —Alivier se puso de pie.

—¿Seguro que no quieres más té?

—No, muchas gracias. Estaba riquísimo, como siempre.

Cuando Alivier Reinosa volvió a su despacho, llamó a una de sus asistentes, Elieskar, una inteligente joven de baja estatura y rellenita.

—Elieskar, consígueme toda la información que puedas sobre una abogada llamada Elis Irazabal.

Elieskar sonrió y dijo:

—La Rata negra.

Todos la conocían.
.
.
.
.
.
Gracias por votar :)

La venganza viste de mujerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora