114: ¿Que clase de Dios hace eso?

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El doctor Hurtado entró a la habitación acompañado de dos hombres con chaquetas blancas.

—Querríamos hacer las pruebas ahora, señora Irazabal. No van a llevar mucho tiempo. ¿Por qué no espera aquí y se pone cómoda?

Vio como se llevaban a Luis y a Miguel. Se quedó sentada en el borde de la cama, sintiendo como si hubiera recibido un castigo físico. Toda la energía la había abandonado. Permaneció allí, mirando la pared blanca, como en un trance. Un momento más tarde una voz le dijo:

—Señora Irazabal…

Elis levantó la vista y vio al doctor Hurtado.

—Por favor vaya y haga las pruebas.

El doctor la miró extrañado.

—Ya terminamos.

Elis miró al reloj de la pared. Había estado allí por espacio de cuatro horas. ¿A dónde se había ido el tiempo? Miró la cara del doctor, tratando de leer en ella, buscando un detalle, por pequeño que fuese que le revelara si las noticias eran buenas o malas. ¿Cuántas veces había hecho eso antes, leyendo en las caras de los jurados, sabiendo de antemano por sus expresiones, cuál iba a ser el veredicto? ¿Cien veces? ¿Quinientas veces? Ahora porque estaba llena de pánico, no podía decir nada. Su cuerpo empezó a temblar descontroladamente.

—¿Que pasa con mis hijos?

—Luis esta bien señora Irazabal, no tiene absolutamente nada... Pero Miguel... Miguel tiene un hematoma subdural —dijo el doctor Hurtado—. En términos profanos tiene un trauma masivo en el cerebro.

La garganta de Elis estaba tan seca que no podía articular palabra.

—¿Qué… —tragó y trató de nuevo —, qué es lo que…? —No pudo terminar la frase.

—Quiero operar inmediatamente. Necesito su permiso.

Le estaba jugando una broma cruel. En un momento iba a sonreír y a decirle que Miguel también estaba bien. Sólo la estoy castigando, señora Irazabal, por hacerme perder mi tiempo. No hay nada malo en ninguno de sus dos hijos, excepto que necesitan dormir. Está creciendo. No puede hacernos perder el tiempo cuando tenemos pacientes que están realmente enfermos. Iba a sonreír diciéndole «Puede llevarse a sus hijos a casa».

El doctor Hurtado siguió hablando.

—Es chico y su cuerpo parece fuerte. Todo indica que la operación va a ser un éxito.

Van a operar cortando su cerebro de niño, cortando con filosos instrumentos, destruyendo quizás algo que hace ser a Miguel, él mismo. Quizá… matándolo.

—¡No! —fue un grito de furia.

—¿No nos da su permiso para operar?

—Yo… —su mente estaba tan confundida que no podía pensar—. ¿Qué… qué le va a pasar si no lo operan?

—Su hijo morirá —contestó sencillamente el doctor Hurtado—. ¿Está aquí el padre del niño?

¡Alivier! Oh cómo necesitaba a Alivier, cómo querría sentir sus brazos alrededor de ella, confortándola. Lo quería allí para que le dijera que todo iba a salir bien, que Miguel iba a estar bien.

—No —contestó finalmente Elis—, no está aquí. Yo le doy permiso. Hagan la operación.

El doctor Hurtado sacó unos formularios y se los alcanzó.

—¿Querría firmar esto, por favor?

Elis firmó el papel sin mirarlo.

—¿Cuánto tiempo durará?

—No lo sabré hasta que no abra…—Vio la expresión de su cara. —Hasta que no comience la operación. ¿Quiere esperar aquí?

—¡No! —las paredes la encerraban, la oprimían. No podía respirar—. ¿Hay algún lugar donde pueda rezar?

Había una capillita con una pintura de Jesús detrás del altar. El lugar estaba vacío, con excepción de Elis. Luis habia salido antes, acompañado de una enfermera, Elis lo abrazo tratando de no llorar y mantenerse fuerte.

—¿Donde esta mi hermano mami?

Elis no dijo nada, solo lo abrazó y luego se lo llevó con ella a la capilla, ambos se arrodillaron, pero Elis no podía rezar. No era una persona religiosa, ¿por qué iba a oírla Dios ahora? Trató de aquietar su mente para poder hablar con Dios, pero su miedo era demasiado fuerte, se había adueñado completamente de ella. Empezó a hacerse reproches sin ninguna compasión.

Si no hubiera llevado a los niños a Acapulco…, pensó… si no los hubiera dejado hacer esquí acuático… si no me hubiera confiado en el médico mexicano… Si. Si. Si… Hizo un trato con Dios. Haz que esté bien de nuevo y yo haré lo que me pidas. Negó a Dios. Si existe Dios, ¿le haría esto a un chico que nunca le hizo mal a nadie?, ¿qué clase de Dios deja morir a chicos inocentes?, ¿Que clase de Dios hace eso?

Finalmente al borde de sus fuerzas, los pensamientos de Elis se aquietaron y recordó lo que el doctor Hurtado le había dicho. Es chico y su cuerpo parece fuerte. No hay ninguna razón para que la operación no sea un éxito.

Todo va a salir bien. Por supuesto que sí. Cuando esto terminara, iba a llevar a Luis y a Miguel a algún lugar donde pudiera descansar. Acapulco, si él quería. Podrían leer, y jugar y charlar…

Cuando Elis estuvo tan agotada para poder seguir pensando, se quedó inmóvil con la mente en blanco. Alguien le estaba tocando el brazo, levantó la vista y vio al doctor Hurtado parado al lado de ella. Elis lo miró y apretó la manita de Luis mas fuerte de lo normal, no necesitó preguntarle nada a doctor.

Cayó desmayada.
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La venganza viste de mujerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora