22: Tribunal nocturno 285

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Algunas veces Elis encontraba el nombre de Nicolás Castro en los diarios o en alguna revista. Hubo una historia completa de la revista del Últimas Noticias en donde hablaba de Leiver Figuera y las familias de la Mafia en el Este del país. Informaban que Leiver Figuera estaba enfermo.

Nicolás Castro, su yerno, era el aparente heredero. En La Voz había una nota sobre el tipo de vida de Nicolás Castro y al final se refería al juicio. Marco Salvatierra cumplía una condena en la cárcel de Yare III mientras que Nicolás Castro estaba en libertad. Se recordaba a los lectores cómo Elis Irazabal había arruinado el caso que hubiera mandado a Castro a la prisión. Cuando Elis leyó el artículo sintió que se le revolvía el estómago.

Muchos de los clientes de Elis eran gente sin importancia, pero lo que aprendía era inapreciable. Con el correr de los meses Elis llegó a conocer cada sala del Tribunal Criminal de toda Caracas y sus alrededores y a todos los que trabajaban allí.

Cuando uno de sus clientes era arrestado por robar en las tiendas, robos callejeros, prostitución o drogas, Elis debía dirigirse a la ciudad para encargarse de la fianza. Los regateos eran una forma de vida.

—La fianza es de cuarenta millones.

—Su Señoría, mi cliente no tiene esa cantidad de dinero. Si la Corte quisiera reducir la fianza a Dieciséis millones mi cliente podrá volver a trabajar y seguir manteniendo a su familia.

—Muy bien, dieciséis millones.

—Muchas gracias, Su Señoría.

Tenía que conocer al supervisor de la sala de demandas adonde se enviaban los informes de los arrestos.

—¡Usted otra vez, Irazabal! Por Dios. ¿Usted nunca duerme?

—Hola, oficial. Un cliente mío fue arrestado con el cargo de vagancia.

—¿Podría ver la ficha de arresto? Se llama Montriel. Carlos Montriel

—Dígame una cosa, querida: ¿Para qué viene aquí a las tres de la madrugada a defender a un vagabundo?

Elis hizo una mueca burlona.

—Eso me mantiene lejos de las calles.

Elis se volvió una cara conocida en el Tribunal nocturno en la sala 285 de los tribunales. Era un mundo maloliente, excesivamente lleno de gente, con su misteriosa jerga. Al principio Elis estaba desconcertada.

—Irazabal, su cliente está comprometido en vidrianpa.

—¿Mi cliente está comprometido en qué?

—Vidrianpa. Violación de Domicilio, Robo, Intento de Asesinato, Nocturno, Persona Armada. ¿Lo pescó?

—Lo pesqué.

Y así siguió Elis, con el pasar de los días.

—Estoy aquí para representar a la señorita Lucía Camejo.

—¡Jesús H. Cristo!

—¿Sería tan amable de decirme de qué la acusan?

—Espere un momento. Tengo que encontrar su expediente, Lucía Camejo. Es una buena… aquí tiene. Pro. Agarrada por UACC, allá abajo.

—¿Uacc?

—¿Usted es nueva por aquí, no? UACC es la Unidad Anti Criminal de la Ciudad. Una pro es una prostituta, y allá abajo es al sur de la 53. ¿Capisce?

—Capisco.

El Tribunal por la noche era depresivo para Elis. Estaba lleno de una marea humana que incesantemente iba y venía, fracasando en las orillas de la justicia. Se presentaban más de doscientos casos por noche. Había prostitutas, y travestidos, indeseables, borrachos y drogadictos. Eran extranjeros en su mayoría y se los acusaba de violación, robo y posesión de armas o drogas, o asalto o prostitución. Y todos tenían una cosa en común: eran pobres. Eran pobres y vencidos y extraviados. Eran la resaca, los inadaptados a los que la corriente de la sociedad dejaba de lado.

Una gran proporción de ellos venía de Petare porque no había más celdas en el sistema carcelario de allí y casi la mayoría de los delincuentes eran multados, o sus casos declarados sin efecto. Volvían a sus casas.

Los clientes que llegaban a la oficina de Elis eran personas que habían estado aplastadas por su pobreza, el sistema y ellos mismos. Era gente,que se había rendido hacía mucho tiempo.

Elis sentía que los temores de esa gente alimentaban la confianza que ella sentía en sí misma. No se sentía superior a ellos. Por cierto que no podía considerarse como un brillante ejemplo,de éxito, pero sin embargo sabía que había una gran diferencia entre ella y sus clientes: ella nunca dejaría de intentarlo.

Doumasr Constantine hizo que Elis conociera al padre Raimundo Fonseca.

El padre Raimundo tenía cerca de sesenta años, era un hombre radiante, vital, con el pelo entrecano y crespo, que se enrulaba alrededor de las orejas. Siempre daba la impresión de necesitar un urgente corte de pelo. A Elis le gustó desde el momento en que lo conoció.

De tiempo en tiempo, algunos de sus feligreses desaparecían. El padre Raimundo acudía a Doumasr para contratar sus servicios. Invariablemente Doumasr encontraba a los extraviados, un esposo, su mujer, un hijo o una hija. Nunca cobraba nada.

—Pagan al contado en el cielo — explicaba Doumasr.
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La venganza viste de mujerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora