79: Actitudes muy diferentes

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Ya habían pasado seis semanas y era tiempo de volver al trabajo. Elis detestaba la idea de tener que apartarse de sus hijos, aunque sólo fuera por unas pocas horas al día, pero el pensamiento de volver a la oficina la llenaba de excitación. Se había alejado de todo por demasiado tiempo. Era momento de regresar a su otro mundo.

Se contempló en el espejo y decidió que lo primero que tenía que hacer era volver a recuperar su figura. Después del nacimiento de Luis y Miguel estuvo a dieta e hizo ejercicios, pero ahora lo hacía más decididamente y pronto estaría como era antes.

Elis empezó a entrevistar a amas de llaves. Examinaba a cada una pensando que eran miembros del jurado: las interrogaba buscando debilidades, mentiras, incompetencia. Entrevistó más de veinte posibles candidatas antes de encontrar una que le gustó y le dio confianza, una Salvadoreña de mediana edad llamada Marta, que trabajó para una familia durante quince años y dejó de hacerlo cuando los chicos crecieron y empezaron a ir al colegio.

Elis hizo que Doumasr la investigara y cuando Doumasr aseguró que la señora Marta era auténtica, la tomó. Una semana más tarde Elis volvió a la oficina.

La repentina desaparición de Elis Irazabal había creado toda clase de rumores en los estudios de abogados de Caracas. Cuando la noticia se convirtió en el comentario de que Elis había vuelto, el interés fue enorme. La recepción que Elis recibió la mañana que volvió siguió aumentando porque los abogados de otras oficinas pasaron a saludarla.

Silvia, Mauricio y Gustavo colgaron carteles que decían Bienvenida. Además había champagne y torta de chocolate, la favorita de Elis.

—¿A las nueve de la mañana? —protestó Elis.

Pero ellos insistieron.

—Esto ha sido una locura sin ti —le contó Mauricio Dallas—. ¿No estarás pensando en hacerlo de nuevo, no?

Elis lo miró fijo y le contestó:

—No. No pienso hacerlo de nuevo.

Visitantes inesperados llegaban para asegurarse de que Elis estaba bien y para desearle la bienvenida. Ella detenía todas las preguntas sobre dónde había estado con una sonrisa y un «No puedo decirlo». Tuvo reuniones con los miembros de su oficina durante todo el día. Se acumularon cientos de llamados telefónicos.

Cuando Doumasr Constantine se quedó solo con Elis en su despacho le dijo:

—¿Sabes quién nos ha vuelto locos tratando de dar contigo?

El corazón de Elis se aceleró.

—¿Quién?

—Nicolás Castro.

—Ah.

—Es un ser extrañísimo. Como no podíamos decirle dónde estabas nos hizo jurar que estabas bien.

—Olvídate de Nicolás Castro.

Elis se dedicó a ver todos los casos que habían manejado en la oficina. Los negocios eran excelentes. Tenían una cantidad de nuevos clientes importantes. Algunos de los clientes antiguos se habían negado a que los atendiera otro y la esperaban a ella.

—Los llamaré lo más pronto que pueda —prometió Elis.

Se dedicó al resto de los mensajes telefónicos. Había como una docena de llamados del señor Alivier. Quizás ella debió haberle hecho saber a Alivier que estaba bien, que no le había pasado nada. Pero sabía que no podría soportar el oír su voz, sabiendo que estaba cerca pero que no podía verlo, tocarlo, abrazarlo. Que no podía hablarle de Luis y Miguel.

Silvia había separado nuevas notas que pensaba que podían ser interesantes para Elis. Toda una serie de una agencia periodística sobre Nicolás Castro, en la que se lo llamaba el jefe más importante de la Mafia del país.

Había una fotografía de Castro con un epígrafe que decía: Soy sólo un vendedor de seguros.

A Elis le tomó tres meses el poder ponerse al día con el amontonamiento de casos que tenía. Hubiera podido hacerlo con más rapidez, pero insistía en abandonar la oficina todos los días a las cuatro de la tarde, no importaba qué compromisos tuviera. Los gemelos la estaban esperando.

Por las mañanas, antes de irse a la oficina, Elis le daba el desayuno a sus bebés y pasaba el mayor tiempo posible jugando con él antes de irse. Cuando Elis volvía a casa a la tarde, dedicaba todo su tiempo a Luis y Miguel.

Se obligaba a sí misma a dejar todos sus problemas de trabajo en la oficina y no aceptaba los casos que podrían apartarle de sus hijos. Dejó de trabajar los fines de semana. No dejaría que nada se entrometiera en su mundo privado.

Le encantaba leerles en voz alta a los niños.

La señora Marta protestaba.

—Son unos bebés, señora Irazabal. No entiende una palabra de lo que usted dice.

—Ellos entienden —contestaba Elis confiadamente. Y seguía leyendo.

Miguel constituía una serie de infinitos milagros. Cuando cumplió tres meses empezó a hacer caricias y a tratar de hablar con Elis. Se entretenía solo en su cunita con una gran pelota con campanillas y un conejo de juguete que le regaló Doumasr. A los seis meses ya trataba de salir de su cunita, inquieto por descubrir el mundo. Elis lo tomaba en sus brazos y él le tomaba los dedos con sus pequeñas manos y mantenían largas y serias conversaciones.... Luis por su parte, no mostraba el menor ápice de querer aprender nada, solo dormía, comía y ensuciaba los pañales, Elis se dijo así misma que a pesar de ser gemelos, tendrían cuando sean mayores, actitudes muy diferentes.
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La venganza viste de mujerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora