104: Muerto en Irak

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Algunas veces, Elis hacía viajes de negocios con Nicolás pero trataba de evitar los viajes siempre que podía porque quería estar la mayor parte del tiempo posible con Luis y Miguel. Ya tenían seis años y habían crecido increíblemente rápido. Elis los anotó en un colegio privado cercano y tanto Luis como Miguel estaban encantados.

Miguel andaba en una bicicleta con dos ruedas mientras Luis jugaba con su montón de autos de carrera de juguete y mantenían largas y serías conversaciones con Elis y la señora Dolores, quien era la nueva nana que Elis había contratado, una señora de 53 años bastante guapa que no aparentaba su edad, pero que definitivamente no dejaba dudas acerca de todo lo que sabía sobre cuidar niños.

Como Elis quería que Luis y Miguel crecieran fuertes e independientes, trataba de mantener un cuidadoso equilibrio, dejando que ambos supieran lo mucho que los amaba, que estuvieran seguros de que ella iba a estar siempre que la necesitaran y al mismo tiempo dándoles un sentido de su propia independencia.

Les enseñó a gustar de los buenos libros y a disfrutar con la música. Los llevó al teatro, evitando las noches de estreno, porque podría haber mucha gente que la conociera e hiciera preguntas. Los fines de semana tenían una orgía de cine. Los sábados iban al cine a la tarde, comían en un restaurante y volvían a ver otra película. Los domingos salían juntos de compras o a andar en bicicleta. Elis les daba todo el cariño que tenía guardado en ella, pero tenía cuidado de no malcriarlo.

Planeaba sus estrategias con Luis y Miguel mucho más cuidadosamente que ningún caso en los Tribunales, decidida a no caer en las trampas de los hijos con un solo padre. Elis no se sacrificaba por estar tanto tiempo con los dos, era un gran placer. Jugaban juegos con palabras y Elis estaba encantada por la rapidez de la inteligencia de Miguel. Miguel era el primero de la clase y un muy buen atleta, Luis por el contrario no se tomaba en serio las cosas. Miguel Tenía un maravilloso sentido del humor.

Cuando no interferían con su colegio, Elis los llevaba de viaje. Durante las vacaciones de diciembre de los gemelos, Elis se tomó tiempo para llevarlo a esquiar a Paramos andinos en el estado Mérida. En el verano, lo llevó a Londres en un viaje de negocios y estuvieron dos semanas explorando la campiña. A Luis le gustó mucho Inglaterra, a Miguel no tanto.

—¿Puedo ir a un colegio aquí? — preguntó Luis.

Elis sintió un dolor punzante. No pasaría mucho antes de que ellos la dejaran para ir al colegio, buscaran su futuro, se casaran y tuvieran su propia familia. ¿No era eso lo que ella quería para ellos? Por supuesto que sí.

Cuando ambos estuvieran preparados, ella los dejaría ir con los brazos abiertos y ya sabía lo difícil que le resultaría hacerlo. Luis la estaba mirando, esperando por una respuesta.

—¿Puedo, mami? —preguntó—. ¿En Oxford, quizás?

Elis los abrazó.

—Por supuesto. Tendrán la suerte de tenerlos a los dos.

—Yo no quiero estudiar aquí mami—Protesto Miguel cruzándose de brazos.

Un domingo a la mañana, cuando la señora Dolores tenía un resfriado, Elis tuvo que ir hasta Falcón para buscar una copia de una declaración. Miguel estaba en casa de unos amigos, Luis se había quedado en casa de Doumasr Constantine, pues no tenía amigos, Doumasr era su único amigo, aunque lo veía mas como un padre, Luis era muy introvertido. Cuando Elis volvió a casa, empezó a preparar el almuerzo para ellos dos.

Abrió la heladera y… se detuvo. Adentro había una nota, colocada entre dos botellas de leche. Alivier dejaba sus notas así. Elis se quedó allí, hipnotizada, con miedo de tocar el papel. Despacio, tomó la nota y la abrió.

Decía: ¡Sorpresa! ¿Está bien si Adrián come con nosotros?

El pulso de Elis tardó media hora en volver a la normalidad. De vez en cuando, ambos niños preguntaban a Elis por su padre. —Lo mataron en Irak, niños. Era un hombre muy valiente.

—¿No tenemos ninguna foto de él?

—No, lo siento mis amores. Nosotros… nosotros estábamos casados hacía poco cuando murió.

Odiaba mentirles, pero no tenía otra salida. Nicolás Castro le había preguntado una vez sobre el padre de los gemelos.

—No me importa lo que pasó antes de conocerte… es sólo curiosidad.

Elis pensó en el poder que podría tener Nicolás sobre el Gobernador Alivier Reinosa, si supiera la verdad.

—Lo mataron en Irak. Su nombre no importa.
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La venganza viste de mujerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora