Los locos Jiang.

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Quién hubiera dicho que vivir en la secta Yunmeng Jiang sería tan gratificante.

Yunmeng y Qishan diferían en un sinfín de características, desde la geografía hasta la arquitectura, las costumbres y vestimentas. Entre la calidez del sol que hacía picar la piel, la brisa cargada con el aroma del loto, el alegre bullicio de las calles colmadas de pequeñas tiendas y restaurantes, y los barriletes dibujando coloridas figuras en el cielo, Yunmeng se erguía como el día comparado con la oscura y gélida noche eterna que representaba Qishan. Irónico que ellos se hicieran llamar a sí mismos como el sol.

Una de las ventajas de su nueva identidad era que no rendía cuentas a nadie. Vestida como hombre, con su pecho vendado y su cabello atado en una larga cola alta justo en el centro de su cabeza, nadie podía cuestionar quién era o qué hacía. Ya no tenía que pasearse ostentando sus joyas del clan Wen, ni su escote, ni su látigo, ni sus zapatos, ni a su novio. No tenía que vigilar a nadie, ni debía actuar precavida frente a otros. No corría peligro de ser descubierta, ni debía planificar traiciones, ni pretender sentir emociones que no iban acorde a su carácter ni a sus afectos. Solo eran ella, su túnica, su nueva espada, y su abanico. Desde que había transmigrado, nunca se sintió tan a gusto como lo hacía ahora que adoptó su nueva identidad como el desconocido e irrelevante Ming Jia.

En cuanto a las actividades del clan, estas eran igual o más arduas que las que alguna vez presenció -allí estaba la clave, antes solo debía presenciar- durante su estadía en la ciudad sin noche. Para una pobre mortal cuya única habilidad destacable era memorizar textos, someterse a actividades físicas solo pudo significar una muerte prematura. Le dolían las piernas, los brazos, el cuello, la espalda, incluso los dedos de los pies. La espada era demasiado pesada, el arco demasiado grande, las flechas demasiado ligeras. La única razón por la cual aún no se había desmayado era porque, después de cada jornada de trabajo arduo, Wei Ying la arrastraba fuera del campo de entrenamiento e intentaba reanimarla a base de semillas de loto y alcohol.

Sin embargo, que Wei Wuxian, a quien ya conocía, se comportara amigable alrededor de ella no significaba que el resto de sus shixiongs y shidis lo hicieran también. De hecho, desde el primer momento en el que pisó el muelle y fue presentada ante los demás discípulos, el ambiente se tornó algo pesado, por así decirlo. Muchos de ellos -por no decir todos- desconfiaban de alguien quien clamaba haber sido parte de un extraño clan subsidiario de los Wen, y cuya inserción en Yunmeng Jiang resultó espontánea, completamente fuera de lugar, incomprensible. Ganarse la confianza de cualquier otro ser humano se presentaba ante ella como una hazaña más difícil de lograr.

Decir que no le importaba guardaba cierto grado de veracidad, pues, a fin de cuentas, ella no estaba allí por voluntad propia, sino por lo que podría catalogar como desgracias del destino. No le interesaban tanto los personajes sin nombre, ni forjar amistades inquebrantables o vínculos especiales con ellos. Su único objetivo era mantener cerca a Wei Ying e intentar, a como diera lugar, ganar la suficiente credibilidad con el líder de secta para que su advertencia acerca del ataque de Wen Chao no quedara como eso, una simple advertencia. Con eso le bastaba y le sobraba, o eso intentaba pensar.

-Si Ming-xiong quiere, podríamos ir a pescar por la tarde, ¿qué te parece?- propuso Wei Ying una tarde, tan solo un par de días después de que Lingjiao hubiera arribado al muelle de loto- ¡O también podría enseñarte la biblioteca! Sé que suena aburrido, pero ¿sabes? Cuando estaba en Gusu, a Lan Wangji le encantaba encerrarse en la biblioteca a estudiar. Nunca entendí cuál era la diversión, pero siendo que tú no eres de aquí, quizá lo comprendas y me digas qué demonios le gustaba tanto-se llevó una mano al mentón, pensando en vaya a saber Dios qué- ¡Ah! Cierto, ¿de dónde lo conoces? Creí que habías vivido en tu pequeño clan toda tu vida hasta que Wen Chao te secuestró. ¡No veo a alguien como Lan Wangji yendo a Qishan a charlar con señoritas como tú! Sin ofender, claro. A lo que voy es que, ¿cómo puedes conocerlo?

Los infortunios de transmigrar en una villana secundaria.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora