Problemas en el paraíso.

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Capítulo 110.

Cuando Lingjiao se adentro en la tienda de campaña, Jiang Cheng se encontraba ya a medio paso de haberse despojado de su ropa, o bueno, de la capa más externa de la misma. Al dormir en el bosque uno siempre debía mantener la guardia en alto, por lo que relajarse por completo no era una opción. Aunque tampoco tenían en realidad de qué quejarse, ellos dos estaban compartiendo una habitación bastante rudimentaria, ensamblada por sus cultivadores asignados, mientras el resto se turnaban para vigilar el perímetro. Incluso Jin Ling en su calidad de cazador activo en plena misión debía hallarse descansando contra algún árbol, siendo solamente Jiang Cheng —y ella— quienes tenían el privilegio de la privacidad. Suponía que éstos eran los pros de ser la mano derecha del líder de secta, ¿no? Adonde Jiang Cheng iba, ella lo seguía. Y de todas formas a Lingjiao le daba miedo dormir al aire libre, por lo que nunca desaprovecharía la oportunidad de utilizar la tienda de campaña del aristócrata que tenía por novio.

No obstante, si estaban o no disfrutando de una suite móvil no era en realidad el meollo del asunto, ¡para nada! Aquello que mantenía alerta a Lingjiao era esa expresión tan conflictuada marcada en el entrecejo de Jiang Cheng, la cual a esta altura la traía muerta de curiosidad. ¿En qué estaría pensando? En su encuentro con Mo Xuanyu/Wei Wuxian, suponía. ¿Pero cuál sería su opinión al respecto? ¿Realmente quería llevarlo al Embarcadero de Loto para castigarlo como con el resto de los impostores divisados en el pasado? ¿O sabía ya que ese hombre era sin duda alguna el verdadero Wei Ying? ¿Estaría seguro de su identidad? Y en caso de estarlo, ¿cuál sería su próximo movimiento? Se suponía que debería acercarse a él en son de paz, ¿cierto? Y compartir juntos esa larguísima charla que se debían desde el exilio de Wei Ying hacia los Tumultos Funerarios.

Tomara el camino que tomara, Lingjiao estaba segura que la mente de ese hombre debía ser un torbellino de sentimientos encontrados, así que intentaría destaparlos lenta y paulatinamente. No quería sofocarlo, después de todo.

Lingjiao caminó entonces en dirección a Jiang Cheng, colocándose frente a su espalda para así desatar su cabello y desenredarlo con los dedos. Cuando compartían habitación, tanto dentro del Embarcadero de Loto como también fuera de éste, los dos reproducían un pequeño ritual de peinados donde ella le trenzaba el cabello para volverlo un tanto más manejable a la hora de dormir, y en respuesta Jiang Cheng realizaba el mismo acto en ella. Claro que Lingjiao era pésima a la hora del trenzado, por lo que usualmente el hombre terminaba por arreglar los peinados de ambos.

Teniendo en cuenta la naturaleza delicada del conflicto, Lingjiao se dispuso a trenzarlo en silencio, tanteando el ambiente en pos de decidir si sería o no ella quién abriera la conversación que obviamente llegaría tarde o temprano. Jiang Cheng no era estúpido, para nada, y por supuesto que ya sabía bien en qué debía estar ella pensando. No lo había molestado con la memoria de Wei Ying durante la mitad de su vida como para quedarse callada y al margen tan pronto como semejante personaje se aparecía frente a ellos de un día a otro.

Cuando terminó, esta vez fue él quien la dio vuelta y comenzó a acomodarle el cabello, moviéndose con cierto letargo. A esta altura la tensión era evidente, pues no sólo estaban actuando de forma un tanto robótica, tal vez incluso algo hosca, sino que además no dejaban de regalarse miradas soslayadas que denotaban su inhibición a la hora de ponerse al hombro el conflicto.

Pero bueno, si Jiang Cheng no hallaba el valor de hablar, Lingjiao suponía que tendría que ocupar ella misma el puesto de quebrantahielos...

—Ming Jia.

Oh, bueno, quizá estaba equivocada. Al menos, si era él quien daba por iniciada la conversación, Lingjiao no se sentiría culpable de ser la causante de su próxima crisis nerviosa. Lo último que quería era incomodarlo cuando la idea era que él solo se enfrentara a sus propios asuntos pendientes. En ese sentido, ella deseaba mantenerse como una fiel espectadora que ofrecería para él nada más que un apoyo un tanto cauteloso, un tanto sutil. A menos que él fuese quien pidiese en voz alta un consejo, Lingjiao optaría nada más por escuchar.

Los infortunios de transmigrar en una villana secundaria.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora