De día es uno, de noche es otro...

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Wei Ying comentó, tres días después de la pelea, que aquella reacción tan exacerbada de su hermano no era sino una forma de acertar dominancia, pero que en realidad no debía pensar todas esas cosas tan hirientes acerca de ella. Al contrario, lo más seguro era que Jiang Cheng apreciara en secreto su amistad, por muy inverosímil que eso pudiera llegar a sonar. De todas formas, Lingjiao hizo oídos sordos a sus comentarios y, siéndole fiel a su auto-promesa, fingió cuanta demencia pudo. Aquel exabrupto culminado en lágrimas fue causado lisa y llanamente por su estado de ebriedad, en realidad qué pensara o no Jiang Cheng sobre ella no le importaba tanto como quizá ellos podían llegar a suponer. Claro que no, ¡tenía cosas más importantes en las que preocuparse!

Pero era mentira, sí le había afectado. Le había herido el orgullo, la había orillado a sentir que todos los esfuerzos para salvar a Yunmeng y llevarse bien con cada uno de sus compañeros habían sido en vano. Y por supuesto que le importaba qué pensara sobre ella, ¿cómo no iba a importarle? Se trataba nada más y nada menos que de Jiang Cheng, hermano de Wei Wuxian, futuro líder de Yunmeng Jiang, futuro tío de Jin Ling. ¿Cómo no querría que alguien como él tuviese un buen concepto sobre ella? Más teniendo en cuenta cuántas cosas hubieron ocurrido entre ellos desde que se unió a su clan. Pero con un demonio, ¿por qué era tan difícil tener un buen trato con él?

La única buena noticia era que, al final, aquel altercado sí tuvo una resolución más o menos favorable:

Desde hacía varios días que la mala suerte le respiraba en la nuca. Cada una de sus acciones le era devuelta por los dioses de la peor manera posible, incluso llegando al punto en el que comenzaba a resultarle ridículo. En primer lugar, rompió sin querer una jarra de vino que Huaisang le había pedido guardar en su habitación. También volcó tinta sobre un pergamino que tantas horas le costó confeccionar —y que, de paso, era crucial para su clase de caligrafía—. Después, espantó sin querer a los faisanes que Wei Ying estaba intentando cazar una tarde en la que los tres salieron de paseo. También tropezó y tiró los blancos de entrenamiento de arquería, siendo obligada a reacomodarlos uno por uno. ¿Qué más? ¡Ah! También confundió los ingredientes de una de las recetas que Yanli le hubo pasado y terminó indigestando a medio pelotón. Pero como si todos aquellos accidentes no hubieran sido suficientes, el peor sucedió justo al término de una importante reunión entre el clan Nie y Jiang.

Al parecer, la visita de Nie Huaisang tenía los días contados. Una mañana, la noticia de que Nie Mingjue solicitaba el regreso inmediato de su hermano a Qinghe llegó a oídos de toda la secta, seguido de una repentina visita por parte de la mano derecha del líder Mingjie. Sin embargo, le bastó una muy larga, muy acalorada, incluso muy patética discusión con Huaisang para que aquella estadía fuese prolongada por, con mucha suerte, un par de semanas más. Excelente noticia, una lástima que fuese en esa tan crucial reunión que a Lingjiao se le cayeron unos libros muy especiales que Huaisang le había pedido esconder antes de la visita de su clan. Hasta llí no sonaba tan mal, ¿cierto? El problema fue quién los encontró y cuándo.

Un muy curioso shidi, quien estaba parado justo detrás de ella mientras ofrecían sus despedidas a los invitados de Qinghe, los levantó del suelo con genuina curiosidad, la cual se transformó en horror al ver la clase de contenido que tenía frente a sus desconcertados ojos. En letras llamativas color carmesí rezaba el título "Una noche de pasión en el receso de las nubes, una novela de Nie Huaisang y Ming Jia.", junto al muy sugestivo boceto de dos hombres llevando a cabo actos carnales.

Sin poder realmente evitarlo, el joven soltó una carcajada tan estridente que no solo el resto de sus compañeros se enteraron de la peculiar obra de arte, sino también los sabios de Qinghe que pasaron caminando frente a ellos, y también el enviado personal de Nie Mingjue. Demás está decir qué ocurrió con Nie Huaisang y Wang Lingjiao a penas esos señores posaron sus manos sobre aquel tan preciado tesoro. ¡Esa novela sería el regalo de cumpleaños de Wei Ying! ¡Y se la estaban confiscando! ¡Y los estaban castigando! Incluso si fueron lo suficientemente afortunados de que no los hubiese encontrado el mismísimo Nie Mingjue en persona, la vergüenza y el mal trago no pudo ser evitado. Y su pobre libro no pudo ser recuperado. ¡Con lo mucho que les costó escribirlo!

Los infortunios de transmigrar en una villana secundaria.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora