Los peligros de Gusu Lan (segunda parte).

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Para desgracia de Jiang Cheng, la primera persona con la que se cruzó a la mañana siguiente fue, oh sorpresa, Ming Jia.

La mujer estaba allí parada mirando a la absoluta nada, con Nie Huaisang a su lado como si de su sombra se tratara, escuchando atentamente cada una de las intrascendencias que parecía estar soltándole en la cara. Esos dos siempre estaban juntos, y a esta altura Jiang Cheng había comenzado a sentir envidia de cómo su relación era tan funcional mientras que la suya se cayó a pedazos por su propia inmadurez.

Porque sí, Jiang Cheng estaba haciendo todo lo humanamente posible para compenetrarse en esa idea absurda de una tregua que Ming Jia había mencionado varias veces, cuando en realidad él seguía con una estaca clavada en el corazón.

Sus últimos encuentros con ella fueron, sin duda, bastante difíciles de digerir, mucho más teniendo en cuenta que lo había rechazado con suma determinación incluso cuando le confesó a la cara no haber deseado comportarse así de imbécil, así de desconsiderado con ella. Jiang Cheng suponía que éste era su karma, éste era el precio que debía pagar por ser un imbécil cuya mera existencia resultaba en fracasos tras fracasos, porque de otra forma no entendía por qué es que todo le salía así de mal. Nunca fue —ni sería— el mejor cultivador de Yunmeng Jiang, y ahora tampoco tenía —ni tendría— a Ming Jia. ¿Es que alguna vez hallaría la estabilidad?

O bueno, una estabilidad en la que se sintiera cómodo. Porque la vida había seguido, el tiempo había continuado corriendo, y Jiang Cheng se terminó acostumbrando como pudo a esta nueva vida en solitario que, para bien o para mal, nunca había sobrellevado en el pasado.

Yunmeng Jiang estaba bien. La secta estaba bien, los recursos estaban bien repartidos, las filas de cultivadores se alzaban prósperas, las cacerías nocturnas eran un éxito. Todos concordaban en que Jiang Wanyin era un líder excelente, más allá de cualquier mala fama que se hubiese terminado ganando por su constante persecución contra cualquier cultivador demoníaco.

Y él estaba cómodo con ello. No era lo óptimo, claro que no, pero al menos Madam Yu ya parecía haber menguado sus ataques constantes contra toda decisión tomada, y la rutina del Embarcadero de Loto era lo suficientemente concisa para permitirle sentirse en calma. Aquello que alguna vez le resultó insoportable, lo que en cierto tiempo fue una agonía tan sofocante que ni siquiera las lágrimas la contrarrestaban..., por fin estaba comenzando a menguar. Pero aún así, a Jiang Cheng le faltaba algo.

Él lo comprendía. Por primera vez en su vida comprendía que, si no era el karma del cual tanto se aferraba, entonces la causa de esa ausencia eran sus propias decisiones. Porque a fin de cuentas él era prejuicioso, él era agresivo, y él era malagradecido. ¿Cuánto le costó aceptarse así? Mucho tiempo, sin duda. Demasiado, en boca de Ming Jia.

Pero el golpe de realidad por fin llegó a él, y después de ignorar a Ming Jia en todas y cada una de las reuniones posteriores a esa horripilante noche en Qinghe, Jiang Cheng por fin se calmó. Era lo único que podía hacer, siendo que alguien como él, en su calidad de inferioridad, no podría aspirar a mucho más. Al menos el Embarcadero de Loto lo reconfortaba, como también sus jornadas interminables de trabajo. No podía pedir mucho más, ¿no?

...Aún así, envidiaba a Ming Jia. Si bien no podía saber, y tampoco sabría, qué diablos estaba pasando por su cabeza mientras se encontraba ahí irrumpiendo las reglas de Gusu Lan, Jiang Cheng todavía envidiaba su capacidad para adaptarse. Porque cuando él lloró, cuando él se ahogó en culpa, ella una vez más le ofreció la otra mejilla.

Era injusto, de verdad que era demasiado injusto. Ming Jia fue capaz de ver más allá del dolor, más allá del odio y de la ira, tanto así que ahora se permitía bromear con él como si nunca hubiesen deseado ahorcarse mutuamente. Sin embargo, esa familiaridad con la que ahora se permitía tratarlo no hacía más que meter el dedo en la herida, porque Jiang Cheng no comprendía por qué Ming Jia tuvo la suficiente fuerza para dejarlo atrás de esa forma. Porque sin duda él no podía hacer lo mismo, por mucha rutina que lo respaldara.

Los infortunios de transmigrar en una villana secundaria.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora