Eran escasos los momentos de dispersión. O al menos así lo sentía Wang Lingjiao, parada en su ya característico rincón de la amplísima habitación principal del pabellón más largo e importante del embarcadero de loto.
Con una escoba en su mano, un suspiro atascado en sus labios y los oídos afilados cual radar, Lingjiao se paseaba alrededor del imponente asiento donde Jiang Cheng pasaba largas, largas horas del día escribiendo, y escribiendo, y escribiendo.
Su anterior victoria frente al espectro vidente sí le trajo algunos beneficios, sobre todo luego de que se esparcieran varios rumores acerca del supuesto intelecto del nuevo aprendiz favorito del líder Jiang Cheng. Lingjiao siempre negaba, en caso de que algún extraño le preguntara, cualquier clase de participación activa en la misión, intentando así traspasar la totalidad de la responsabilidad a Jiang Cheng. No, yo no hice nada, aseguraba rascándose la nuca. Lo único que hice fue acompañar al líder Jiang, él se encargó solo del exorcismo, repetía. No iba a mentir, odiaba esa clase de atención. Odiaba cualquier atención que naciera de rumores infundamentados, lo que resultaba irónico teniendo en cuenta cuán fácil le resultaba orillarse a sí misma ante situaciones absurdas, humillantes. Pero siendo honestos, de todas las humillaciones que pudo haber sufrido a lo largo de su vida, el incidente del espectro era el peor de todos a la hora de crear rumores. No quería jugar con fuego, no cuando se trataba de Jiang Cheng.
De todas formas, las gratificaciones que recayeron sobre ella fueron imposibles de evitar. Al fin comenzaron a tratarla como una cultivadora más en vez de una simple sirvienta con la escoba y la cuchara pegadas a la mano, sumergida en burlas de "¡qué trabajo para un hombre!". El único problema era que Madam Yu continuaba reticente a aceptar su diminuto desarrollo de personaje, y por esa razón aún debía barrer durante horas los pabellones del embarcadero de loto. Al menos podía tener su pequeña vendetta personal al limpiar por pura casualidad el salón primordial donde Jiang Cheng pasaba la mayor parte del día. ¡Maldita seas, Yu Ziyuan! Sin Wei Ying ni Nie Huaisang a su lado, ¿con quién más iba a hablar? ¡No la ibas a privar del único divertimento que le quedaba!
De vez en cuando las cosas se ponían un poco más interesantes, cuando algún misterioso transeúnte aparecía arrastrando los pies por el pasillo, con la cola entre las piernas y la cabeza gacha, buscando alguna clase de ayuda por parte del líder de secta o de sus cultivadores. Los conflictos solían ser bastante amplios, desde simples como un aburrido altercado entre terratenientes hasta complejos e interesantes como posesiones o cadáveres feroces dando vueltas por donde no les correspondía.
Dependiendo de la gravedad y la dificultad de la situación, Jiang Cheng podía reaccionar de diversas formas: a) rodando los ojos disimuladamente mientras utilizaba su voz más cordial para denegar el pedido realizado, b) juntando las manos bajo su mentón y escuchando con atención cualquiera fuera la proposición hecha por la persona, o c) tratando de disipar ese molesto tic en su ojo derecho cada vez que se sentía quizá demasiado agobiado para mantenerse concentrado. Qué difícil el trabajo de un líder de secta, pensaba Lingjiao, teniendo que soportar toneladas de trabajo administrativo tan poco gratificante para alguien como él, cuyo talento para la batalla y la cultivación le resultaban excepcionales a sus ojos.
Por esa razón Lingjiao se tomaba el atrevimiento de intervenir, siempre y cuando Jiang Cheng le diera el permiso pertinente —o sea: cuando no había nadie más presente en el salón—. Qué bien se sentía el poder abocarse a alguna clase de causa en vez de verse obligada a sumirse en toda aquella miseria humana a la que llamaba trama. Qué bien se sentía desobedecer tácitamente a Madam Yu. Y sobre todo, qué bien se sentía quitarle un poco de todo ese arrollador peso que Jiang Cheng aguantaba sobre sus hombros. Con todo lo que hubo sufrido en los últimos meses, un poco de ayuda era lo mínimo que podía brindarle, ¿cierto?
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Los infortunios de transmigrar en una villana secundaria.
FanfictionA la hora de elegir un personaje en el cual transmigrar, los Sistemas suelen priorizar dos aspectos: irrelevancia y maldad. Para hallar una víctima de transmigración, en cambio, el requisito excluyente es padecer una muerte ridícula. Wang Lingjiao n...