Epílogo (segunda parte)

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Jiang Cheng dio por finalizada su jornada incluso sabiendo que, dada la fecha, no tendría más remedio que retomar los preparativos después de la cena. Aunque lo cierto era que, quisiera o no, no podía concentrarse en supervisar los recursos ni las rutas, a los invitados ni a sus discípulos, porque en ese mismo momento lo único que copaba su mente era el extraño pedido de Ming Jia.

No iba a mentir, los nervios estaban haciendo estragos en él desde el mismísimo anuncio de la ceremonia nupcial, nervios que se vieron paulatinamente incrementados en el correr de los últimos días hasta generar en él una oleada de malos presentimientos. Sin duda se trataba de su mente jugándole las mismas malas pasadas de siempre; fueron demasiado escasas las situaciones de su vida en las cuales pudo llamarse genuinamente feliz como en ese instante, y era, lamentablemente, esa carencia de buenos momentos lo que había terminado por causar en él la más espeluznante de las sensaciones: la desconfianza.

Claro que estaba exagerando, él era un experto en pensamientos fatalistas, pero, ¿cómo evitar ahora sentir ese tétrico nudo en su garganta si Ming Jia acababa de aplicar en él el temible tenemos que hablar? ¿Un día antes de la boda? ¿De verdad? ¿Qué era lo suficientemente grave como para ameritar romper de esa manera con el, entre comillas, jovial estado del Embarcadero de Loto?

Sintiéndose una vez más como un niño indefenso, Jiang Cheng abrió las amplísimas puertas de su habitación solamente para encontrar a Ming Jia sentada detrás de su escritorio, con ambos brazos sobre su regazo y la mirada perdida en uno de los tantos muelles visibles desde el ventanal principal. De haber sido ese un día normal, Wanyin habría ignorado la presencia de la mujer para simplemente sentarse a su lado y continuar con sus tareas nocturnas, esperando así la llegada de su horario de sueño para despojarse al fin de su uniforme y adentrarse a la seguridad de sus colchas. Si bien su rutina sonaba bastante aburrida, llevarla a cabo con Ming Jia dando vueltas a su alrededor hacía que cada maldito segundo valiera la pena. Junto a ella, incluso a las reñidas, no existía ni un solo día de aburrimiento.

Aunque resultaba menester destacar que, esta vez, no existía rutina alguna por seguir.

—He terminado.—ese fue su saludo, el cual provocó que Ming Jia diera un suave respingo y apartara su mirada de la ventana para por fin concentrarla en él—. Me gustaría que le dieras un último vistazo a un par de asuntos, pero puedes hacerlo después de la cena.

—Jiang Cheng, ven aquí.—una de las manos de Ming Jia acarició la tela que cubría un delicado almohadón de plumas, indicándole así que se sentara junto a ella.

Al notar la tonalidad un tanto insegura con la cual Ming Jia había esbozado esa frase, el nudo aun latente en la garganta de Wanyin no hizo sino aumentar su tamaño. Si lo que debía decirle no se condecía con una mala noticia, ¿entonces por qué su voz sonaba así de desalentadora?

—¿Qué es lo que querías decirme?—un tanto temeroso, Jiang Cheng tomó asiento justo donde Ming Jia le había indicado, intentando a su vez no hacer demasiado contacto visual con ella. Si la miraba a los ojos entonces la mujer se daría cuenta de lo muy asustado que se encontraba en ese momento, y siendo sinceros Jiang Cheng era todavía un hombre demasiado orgulloso como para permitirse demostrar un temor tan infundamentado como ese.

—¿Hace cuántos años nos conocemos?—preguntó Lingjiao, aunque no estaba en realidad esperando que Jiang Cheng aclarara su duda. Según el Sistema, la trama culminó luego de dieciocho años de trabajo, por lo que al día de la fecha debían haber transcurrido ya diecinueve—. Sin duda ha pasado mucho tiempo, a veces ni siquiera yo soy capaz de concebir cuántos años llevo residiendo junto a ti en el Embarcadero de Loto.

Lo que comenzó como un juego auspiciado por Wei Wuxian, como una ruta de escape para no morir en manos de Wen Chao y Wen Zhuliu, terminó abriendo ante ella las puertas de su nueva vida. En Yunmeng no solo había crecido como persona, como cultivadora y como mujer, sino que además, había encontrado en la persona menos indicada el amor más apropiado para ella.

Los infortunios de transmigrar en una villana secundaria.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora