Los caprichos del Sistema (la introducción).

598 89 14
                                    


Desde que Wei Wuxian hubo desaparecido, el tiempo comenzó a transcurrir con exagerada lentitud. Incluso si Jiang Cheng y Wang Lingjiao sabían que, en caso de seguir allí, las cosas nunca serían como antes, ni siquiera la más cínica de las interacciones podía compararse con simplemente no volverlo a ver nunca más. Era cierto, la ausencia de Wei Ying no sería eterna, al menos no esta vez, pero, ¿quién podía culparla por sentirse abatida? Ella sabía dónde encontrarlo, comprendía lo que debía estar viviendo, pero aún así, sus labios tenían que permanecer sellados. Todo gracias a ese condenado Sistema del cual no podía librarse por mucho que lo intentara. ¿Sería que su objetivo era el hacerle la vida miserable? Tal vez, llegó a pensar, "Mo Dao Zu Shi" y "sufrimiento" sinónimos intrínsecamente relacionados el uno con el otro, por lo que no importaría cuánto se esforzara, su vida no haría sino dar vueltas sin cesar alrededor de tragedias, y tragedias, y tragedias.

Para colmo, el Sistema no solo se aparecía con el único fin de complicarle la existencia, arruinar sus planes y destruir sus sueños y esperanzas, sino que también contaba con el descaro de comunicarse a través de mensajes crípticos sin aparente sentido, como ocurrió una noche no mucho después de la partida de Wei Wuxian, suceso que procederá a narrarse acompañado de un buen puñado de contexto:

Después de la procesión fúnebre de Jiang Fengmian, el clan Jiang entró en un período recesivo orientado al desarrollo del proceso de luto, de retrospección personal, de planificación y reconstrucción interna, donde nada salía y nada entraba al embarcadero de loto. Por un lado, este puñado de días en los cuales Yunmeng Jiang se concentró en enmendar las consecuencias de la batalla significó una suerte de descanso para el pobre y destrozado Jiang Cheng, cuyas obligaciones se vieron incrementadas desde su tácita ascensión a líder de secta. Por un par de días pudo concentrarse en sanar sus heridas —o mejor dicho cosecharlas, pues sus pesares internos se encontraban lejos de ser solucionados, y aquel proceso probablemente llevaría años y años de retrospección—, vigilar de cerca la reconstrucción del muelle, y alejarse de los centenares de rumores que giraban en torno al misterioso y repentino golpe que hubo sufrido su hogar. Por otro lado, todos sabían cuán incómodo resultaba el encerrarse a dialogar con sus propios demonios, por lo que pronto aquellos días de inmersión comenzaron a tornarse pesados, lúgubres, sofocantes. De vez en cuando, los miembros de la secta temían el quedarse estancados en el sufrimiento, incapaces de volver a la normalidad que, de alguna u otra forma, ya comenzaban a anhelar.

No obstante, el período de luto llegó a su fin y más pronto que tarde se dieron comenzados los preparativos para la ceremonia oficial de ascensión de Jiang Cheng, donde las sectas más importantes del mundo de la cultivación visitarían Yunmeng esta vez no para entregar sus ofrendas mortuorias, sino para festejar el inicio de una nueva etapa. Una nueva etapa que no solo afectaría las relaciones diplomáticas entre líderes, sino también daría origen a los primeros golpes en contra de Qishan Wen. La represalia que Jiang Cheng tanto había estado esperando comenzaba a acercarse lentamente a él; después de todo, la venganza era un plato que se servía frío.

Todas las mañanas Jiang Cheng se sentaba frente a un ostentoso altar colmado de ofrendas y recuerdos de todos aquellos caídos durante la batalla, y en silencio rendía sus tributos a su padre y al resto de fallecidos, entre ellos varios de sus shidis y mentores. Éste era su deber como líder, como hijo, como discípulo y como compañero, algo que Lingjiao no dejaba de admirar cada vez que lo veía arrodillado con los ojos cerrados, pensando en quién sabía qué, murmurando en silencio palabras que nunca podrían llegar a sus oídos. Ojalá pudiera acercarse a él.

—Qué extraño se siente ver a Jiang-xiong, digo, al líder Jiang con un semblante tan... distinto—había susurrado uno de sus shidis justo en la oreja de Lingjiao, mientras los dos acarreaban al menos cinco inmensas bolsas de arroz hacia la cocina—. Sobre todo teniendo en cuenta cuán alterado estuvo durante los primeros días.

Los infortunios de transmigrar en una villana secundaria.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora