Los caprichos del Sistema (el desenlace).

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Lingjiao estaba llenando sus pulmones con aire y masajeando sus pantorrillas cuando sintió el desgarrador sonido de un sollozo desconsolado justo a un costado de su cabeza. Jiang Yanli estaba sentada en el borde de una escalera, limpiando las lágrimas que rodaban por sus mejillas con una de las mangas de su vestido.

—¿Jiang Yanli...?—Lingjiao se sentó a su lado y observó desde su lugar cómo la joven dirigía su mirada hacia ella, con los ojos vidriosos por el llanto y la nariz roja de tanto sonarla.

—Ming Jia...—Yanli hizo una pausa, esforzándose lo inimaginable para ponerle una pausa a su angustiosa fachada—, hace tiempo que no nos vemos...

Jiang Yanli contuvo la respiración por un buen par de segundos antes de hallar la voluntad necesaria para esbozar una muy tímida sonrisa. ¿Por qué se esforzaba tanto? Pensaba Lingjiao, aflijida. Qué difícil debió haber sido crecer y criarse como la hija de un líder de secta, siempre tan apropiadamente gentil al punto de reprimir los propios sentimientos en pos de ser cortés.

—La escena que presenciaste debió ser muy vergonzosa...—prosiguió en un hilo de voz. Acto seguido, negó con la cabeza y agregó:— Dime, ¿mi hermano te envió por mi? Me siento tan culpable, he arruinado su ceremonia con mi inmadurez...

—Nada de eso, señorita Yanli—Lingjiao la interrumpió quizá demasiado bruscamente para su gusto, tomando las manos de Yanli entre las suyas, apretándolas con suavidad—. De hecho, el que ha arruinado la ceremonia del líder Jiang he sido yo.

O bueno, mejorado, se jactó para sus adentros. Lo próximo que hizo fue narrar la escena de principio a fin sin omitir ninguna clase de detalle, evadiendo tal vez los verdaderos motivos detrás de su espontánea intervensión. Eso, a Yanli, no debía interesarle, ¿cierto? ¿Para qué hablar demás?

Mientras escuchaba, el rostro de Yanli atravesó un abanico de expresiones, abandonando el semblante triste y cambiándolo por sorpresa, confusión, vergüenza y finalmente diversión. Al menos la anécdota estaba mejorando su humor, suponía. La primera batalla estaba siendo ganada.

—Ming Jia, sí que eres especial—sonrió—. Tratar de esa forma al señorito Jin frente a toda esa gente...

—Si me permite el comentario, Jin Zixuan carece de cualquier tipo de criterio, señorita Yanli. Le pido con cada fibra de mi ser que no le preste atención a nada de lo que le ha dicho, usted es una persona maravillosa—las palabras de Lingjiao eran sinceras, pues no por nada Yanli era uno de sus personajes favoritos. Estaba dispuesta a defenderla ante cualquier persona, ¡incluso su propia madre de ser necesario!—. Reconozco el error que he cometido, pero por favor acepte que es lo mínimo que merecía por haberla humillado de esa forma frente a todos esos señores tan... terroríficos.

Yanli estrechó las manos que Lingjiao le hubo extendido en un principio y la miró con ternura colmando sus pupilas. Que Ming Jia haya arriesgado su pellejo de tal manera con el único fin de distraer a Jin Guangshan no solo denotaba una preocupante carencia de autopreservación, sino también un sincero afecto por ella y por Jiang Cheng. El saber que tenían a alguien que los apoyaba con semejante fervor le enternecía, incluso halagaba. Por cuántos infortunios hubieron pasado desde la muerte de su padre, ¿cómo podía no conmoverle el genuino interés de Ming Jia?

—Algún día te devolveré el favor—comentó, acercándose a Lingjiao lo suficiente para poder entablar un intenso contacto visual—. Es lo mínimo que puedo hacer por mi amiga, ¿no crees? Creo encarecidamente que entre mujeres debemos ayudarnos.

¡Ja, ja! ¡Cuánto le aumentaba el autoestima el ser agasajada de semejante forma por nada más ni nada menos que Jiang Yanli! ¡Por supuesto que aceptaría el ayudarse la una a la otra!

Los infortunios de transmigrar en una villana secundaria.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora