El segundo paso para sanar.

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Jiang Cheng estaba dando vueltas y vueltas alrededor del salón, incapaz de tranquilizar los incesantes latidos de su corazón. ¿Wei Wuxian? ¿Wei Wuxian había vuelto? ¿Wei Wuxian había atacado a alguien? No, él no haría eso… ¿o sí? Sí, tal vez sí sería capaz de cometer semejante acto. 

No, espera, no lo era. ¿En qué estaba pensando? Él conocía a Wuxian. Pero habían pasado tres años ya de su muerte, y a esta altura ya estaba olvidando cuánto recordaba de él y cuánto asimilaba las imágenes distorsionadas que el mundo de la cultivación le inculcó. ¿Podía permitirse el pensar mal de su hermano? ¿Era lo suficientemente egoísta como para resguardar su propio orgullo detrás de una mentira? 

¿Por qué mierda tenían que ocurrir estas cosas? ¿Cuando por fin se sentía capaz de hallar un mínimo de paz? 

—Jiang Cheng.—era Ming Jia quien lo llamaba. Acababa de regresar al salón acompañado de una niña—. Dile lo que me contaste, vamos.

Ming Jia colocó una mano sobre el hombro de la muchacha, como si así intentara darle seguridad al hablar. Luego de una prolongada pausa, los labios de la invitada se separaron con cierta timidez y explicó:

—J-Jiang-zongzhu… No hemos hecho nada malo, mi familia y yo somos tan sólo unos campesinos que viven en las afueras de Yunping, sembramos la tierra para sustentarnos. Durante las últimas semanas ha aparecido un hombre…, t-tiene cabello negro y largo, y viste unas túnicas azabache adornadas en rojo. Al comienzo no hacía mucho, sólo se paraba en el centro del pueblo a contar historias acerca de su poderosa cultivación, de cómo derrocaría al líder de Yunmeng Jiang e incluso a todos demás líderes con tan sólo mover un dedo.  

La muchacha se giró hacia Lingjiao, y sólo después de que ésta asintió con la cabeza fue que se decidió a continuar su relato.

—Al principio, nadie le prestó atención. Es decir…, qué osadía la suya para hablar de esa forma sin siquiera demostrar su supuesto poder. P-Pero esta mañana…—tanto la voz como el cuerpo de la adolescente no parecían parar de temblar—. Esta mañana enloqueció, dijo que nadie lo tomaba en cuenta, que nadie comprendía cuánto nos ayudaría tenerlo de aliado. Cuando volví de labrar mis campos…, los vi… a los cadáveres feroces. Dos de ellos. Entonces lo comprendí, ese hombre era…era Wei Wuxian, el Patriarca de Yiling.

Lingjiao frunció los labios e intentó mantenerse imparcial ante la historia que escuchaba. Pero qué difícil era teniendo en cuenta que ese hombre, fuese quien fuese, estaba atacando en nombre de Wei Ying. 

—Mi padre me pidió huir, y no importa qué digan en el pueblo, ¡yo creo que usted sí es un líder justo…! P-por favor, ayúdenos. No quiero regresar y que mis padres…m-mi familia… h-haya…

—Suficiente.—Jiang Cheng cerró los ojos y llenó sus pulmones de aire. Por alguna razón el oxígeno le pesaba demasiado dentro de su cuerpo—. No te preocupes, yo te ayudaré. Guíanos y me encargaré de él antes de que pueda lastimarlos. El Patriarca de Yiling no asesinará a nadie bajo mi vigilancia.

Había rencor en la voz de Jiang Wanyin, y ante ello a Lingjiao se le hizo un nudo en el estómago. Tenía que hablar con él antes de partir, por dios que tenía que hacerlo. No podían marcharse sin antes discutir qué es lo que sentía, porque ella bien sabía que Jiang Cheng no haría sino tergiversar la situación de no ser detenido. 

—Oye, vuelve al bote, ¿quieres?—Lingjiao volvió a presionar con suavidad el hombro de la adolescente—. Hablaré con Jiang-zongzhu y luego iremos por ti, no te preocupes. Todo terminará pronto, sólo tienes que esperar un poco más. 

Y así, la figura de la niña se disipó en la inmensidad del pasillo, expectante de la ayuda que tanto había anhelado y ahora parecía poder recibir. Lo único que faltaba era, entonces, que Jiang Cheng encontrara el valor para hacerse cargo de todo este lío. 

Los infortunios de transmigrar en una villana secundaria.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora