Desde que hubo hablado por primera vez con Yanli y elogiado quizá muy vergonzosamente a Jiang Cheng, habían transcurrido otros siete días.
En ese período, Lingjiao se las arregló a su manera para generar una rutina. ¡Cómo las amaba! Asistir a clases, cultivar en soledad, practicar arquería, practicar con su espada, practicar sus lecciones. Sus resultados fueron por lo menos cuestionables, pero al menos lo intentaba, ¿cierto?
Al mismo tiempo, continuó encontrándose con Yanli, bebiendo con Wei Ying, integrándose a su grupo de shidis, y cada vez que encontraba la oportunidad, acercándose a Jiang Cheng. En cuanto a este último ítem de la lista, se debía aclarar que sus interacciones resultaban escuetas y por demás no correspondidas; Lingjiao había amasijado la confianza suficiente para desearle los buenos días o las buenas tardes, pero no para entablar conversaciones reales . Si se presentaba la ocasión, se tomaba el atrevimiento de elogiar sus aptitudes en el arco, en la caligrafía, en la música, en cada área en la que compartieran maestro. Pero eso era todo, nada más ni nada menos.
Cabe destacar, que ni una sola vez obtuvo una respuesta audible de su parte. A lo sumo, si tenía suerte y Jiang Cheng se encontraba de suficiente buen humor, éste le respondía asintiendo con la cabeza. A decir verdad, ignoraba si el joven apreciaba o no sus desinteresados esfuerzos por aunque sea caerle bien. Tampoco le importaba. Lo único que deseaba era cerrarle el hocico a esa horripilante voz interior que se esforzaba por hacerla sentir culpable. Y también contentar a Yanli, a quien solía contarle acerca de sus -nulos- avances. Si ella estaba feliz, ¡eso era suficiente!
A pesar de su excesiva cantidad de actividades diarias, no podía negar que la estaba pasando bien. Definitivamente el armarse esa rutina le sentaba de maravilla.
Nunca supo cuándo o por qué, mas en algún momento, se encontró considerando a Yunmeng como su hogar. En efecto, por primera vez desde que transmigró en Wang Lingjiao, comenzó a sentir que pertenecía a un lugar. ¡No importaba que se burlasen de ella, o que Jiang Cheng la ignorara cada vez que lo saludaba, o que su cultivación apestara! Incluso así, caótica como de costumbre, ella era feliz. Genuinamente feliz.
No obstante, a veces a Lingjiao le sorprendía lo aleatoria que podía tornarse su vida.
Nie Huaisang, el mismísimo Nie Huaisang, hermano menor del líder de la secta Nie de Qinghe, Nie Mingjue, apareció casi como caído del cielo, montando un escándalo detrás de él. Nadie se esperaba que visitase Yunmeng sin aviso previo. Pero allí estaba, con su abanico en la mano, bajándose de un inmenso bote al grito de «¡Wei Wuxian! ¡He venido a visitarte!», dejando a su paso una hilera de rostros desconcertados. ¿Alguien lo había invitado? Se preguntaban. ¿Tendrá permiso de estar aquí? Murmuraban. Incluso la bienvenida formal de Jiang Fengmian resultó atropellada e improvisada.
Imposible era explicar qué sintió a penas lo vio. Si tuviera que expresarlo en palabras, podríamos decir que su reacción fue semejante al amor a primera vista .
Mas este sentimiento que floreció de forma tan espontánea no correspondía con el del amor romántico, sino que Lingjiao deseaba, necesitaba, anhelaba, moría por ser la mejor amiga de Nie Huaisang. Nada más le importaba. Si no lograba acercarse a él ahora que tenía la oportunidad, ¡entonces su vida se tornaría miserable! ¡¡Para siempre!!
Para su suerte, Wei Ying se apareció frente a sus ojos como el salvador que tanto había estado necesitando. No mucho después de que Huaisang se hubiera establecido en el muelle de loto, trayendo de arrastro cofres y cofres de contenido indefinido -¿cuánto de todo eso sería porno?-, su primer objetivo fue saludar a su viejo amigo Wuxian, a quien no veía desde aquel lejano viaje de estudios a Gusu. ¿Y quién estaba sentada junto a Wei Ying cuando Huaisang se hubo acercado? ¡Exacto! ¡Wang Lingjiao!
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Los infortunios de transmigrar en una villana secundaria.
FanfictionA la hora de elegir un personaje en el cual transmigrar, los Sistemas suelen priorizar dos aspectos: irrelevancia y maldad. Para hallar una víctima de transmigración, en cambio, el requisito excluyente es padecer una muerte ridícula. Wang Lingjiao n...