El último paso para sanar.

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Lo primero que Lingjiao vio al despertar fue la espalda desnuda de Jiang Cheng a su lado, sentado en el borde de la cama mientras ataba su cabello en silencio.

Esta visión suya le retrotrajo por un par de segundos a aquella primera vez en su habitación, embebiéndola nuevamente en la felicidad que le generaba no tener que esconderse nunca más frente al hombre que amaba. Qué extraño se sentía, pues, estar ahora allí retozando a su lado siendo que, un mes atrás, estaban tan lejos el uno del otro que despertar juntos no podría ser más que una ridícula fantasía. No sólo eso, sino que ¿cuánto tuvo que sufrir para alcanzar ese punto tan específico de su vida? Por primera vez se daba cuenta de su propio masoquismo, siendo que si le hubiese preguntado a la Lingjiao de tres años en el pasado si estaría dispuesta a perdonarlo y dormir con él, lo más probable sería que le diera un golpe en la cabeza y se largara a llorar frente a su versión del futuro.

—¿Ya te vas?—Lingjiao se incorporó por detrás de Jiang Cheng y lo abrazó por los hombros tan pronto como lo vio finalizar su ritual de peinado.

—Ya nos vamos, querrás decir. Ya no estás en Qinghe, prometiste comenzar a trabajar cuanto antes—aclaró Wanyin, aunque de todas formas no hizo absolutamente nada para alejar a la mujer que lo envolvía entre sus brazos—. Aunque es verdad que tendré que salir yo primero para hallar una forma de despejar los corredores.

Por supuesto, no importaba cuánto se hubieran sincerado entre ellos, técnicamente no eran nada más que discípulo y líder ante los ojos del resto. Si bien ni Jiang Cheng ni ella eran lo suficientemente ilusos para no intuir que el común denominador de Yunmeng Jiang los debía considerar una pareja, eso no quitaba que no existiera todavía una consolidación de acuerdo nupcial pertinente como para justificar que los dos compartieran alcoba. De todas formas Lingjiao extrañaba su espacio personal con sus cosas y su propio mobiliario, por lo que tampoco era un deseo suyo el mudarse a la habitación de Jiang Cheng de forma tan prematura.

Ya tendrían tiempo de considerar o no un compromiso en el futuro, por ahora deberían concentrarse en sentar las nuevas bases de esta naciente etapa a la que se estaban adentrando juntos.

—¿No quieres que te prepare un baño?—a decir verdad, los dos necesitaban uno. O mejor dicho ella debería estar corriendo hacia uno, siendo que no había tenido tiempo de higienizar ciertas porciones de su anatomía luego de la fiesta que tuvieron por la noche.

—No hace falta, lo haré por la tarde.—si bien esa oración parecía un punto final en su conversación, lo cierto era que Wanyin acababa de bloquearse en su lugar, titubeando ante el deseo de agregar algo más antes de levantarse y comenzar a vestirse.

Y es que, en teoría, Ming Jia todavía no había cumplido en su totalidad el pedido referido al intercambio de prendas, y siendo honestos algo en su interior acababa de gritarle que fuese él quien la ayudara a colocarlas. La curiosidad generada por tenerla una vez más vistiendo sus ropas, ahora adecuadas a su verdadera figura, le estaba generando un par de sentimientos encontrados bastante molestos. ¿No sería esa una confirmación física y visible de que, por fin, la tenía de forma definitiva en Yunmeng?

Él era un hombre bastante particular, en eso Ming Jia tenía razón. La hubo considerado parte de su secta, de su vida y de su propio hogar desde hacía una ridícula cantidad de años, desde antes de siquiera llegarla a ver como algo más que una servidora —o bueno, servidor—. Cuando Ming Jia abandonó el Embarcadero de Loto posterior a su pelea, él se había sumergido a sí mismo en un estado bastante peculiar de ceguera, ofuscado en recuperarla incluso si, exteriormente, no podía dejar de aborrecerla. Esta visión tan incómoda suya resultó por demasiado tiempo contradictoria, siendo que mientras reorganizaba su día a día y gestaba en su interior ese odio tan visceral que le tuvo, la verdad fue que ni en un sólo momento desistió en su deseo por perseguirla.

Los infortunios de transmigrar en una villana secundaria.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora